martes, 5 de julio de 2011

CINE PRIMERA PAGINA


QUERIDA, VOY A COMPRAR CIGARRILLOS Y VUELVO

Directores: Mariano Cohn y Gastón Duprat

Intérpretes: Emilio Disi, Eusebio Poncela, Darío Lopilato y Alberto Laiseca

Lo primero que vemos es un Eusebio Poncela que, si no es el Diablo es diabólico, manipulando a un pobre hombre interpretado por Emilio Disi, que se luce como pocas veces se le ha permitido en el cine.

Se trata de la nueva película del dúo Cohn –Duprat, que siempre resultan interesantes aunque no todas las veces llegan a la genialidad; digamos que sus filmes son estimulantes.

Esta vez hay una mano férrea ─la de Poncela─ que dispone del destino de un empleado sesentón ya acobardado por los avatares de la vida; lo hace con algo de saña, al someterlo a pruebas difíciles para su mediocre cociente intelectual. Supuestamente es para que en adelante éste pueda mejorar su vida.

La trama está basada en uno de los cuentos de Alberto Laiseca, autor que siempre consigue provocar cierto terror larvado, sobre todo desde la radio. Lo que inventa aquí es un español que tiene la habilidad de modificar los destinos de la gente, poder que adquiere al ser alcanzado dos veces seguidas por un rayo, experiencia imposible como sabemos. Le ofrece entonces, al personaje de Emilio Disi, cambiar su suerte de ahora en más , si acierta en la empresa, habrá de recibir una cuantiosa suma de dólares.

Pero el personaje tiene tan pocas luces que será muy difícil que se alce con ellos, y el modo en que sortea estas pruebas debería ser lo divertido, si todo funcionara aceitadamente, cosa que no siempre ocurre aquí.

Lo bueno es que este dúo de directores suele salir airoso de aquello que es sencillamente vulgar. Logran emerger indemnes de momentos difíciles y eso se mantiene con cierta eficacia en este film tanto como en los anteriores. Ofrecen así algunos detalles originales y hay una búsqueda activa de cierta temática con la que consiguen sortear lo trillado. Esto y la elección eficaz de sus colaboradores, es lo original y destacable de ellos.

Por ejemplo, cuando se retrocede en el tiempo y nos encontramos ante Darío Lopilato que encarna al personaje en su juventud, éste no encontrará mejor cosa que buscar la oportunidad de zafar, transformándose en un cantante que compone Yesterday en vida de sus autores.

La ambición lleva por malos caminos. O salvarse no es para los débiles, ni siquiera ayudado por esa suerte de demiurgo que nos ofrece eficazmente Poncela.

Queda el seguro placer de escuchar a Laiseca como relator, exhibiendo su cinismo en un final interesante que, por supuesto, no mencionaremos. En fin, sólo para fanáticos.

Martha Silva

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