sábado, 3 de marzo de 2012

ELIAS CASTELNUOVO


Un apasionado de las letras y el cambio social

“Nací literato y pienso morir literato”. Como fielmente lo reflejan sus palabras, su idea fija siempre fue ser escritor ¡y vaya si cumplió su objetivo! Poeta, ensayista, cuentista, dramaturgo y periodista uruguayo, Elías Castelnuovo vio la luz el 6 de agosto de 1893 en Montevideo. Penúltimo de diez hermanos, se crió en la más absoluta miseria, por lo cual pudo cursar sólo hasta cuarto grado y desde los doce años ejerció diversos oficios. Así, empezó trabajando de albañil y posteriormente llegó a Buenos Aires, donde se empleó como linotipista en una imprenta del Abasto. Desde adolescente, fue militante político. De origen anarquista, perteneció durante varios años al Partido Comunista, al cual renunció, pasando a apoyar al peronismo y luego, a la izquierda nacional.

Autodidacta, comenzó a escribir entre los 14 y los 15 años: con un compañero de la imprenta creó La Palestra, una revista político-literaria que subsistió apenas seis números. Su primer libro, la novela Tinieblas, lo publicó en 1923. En la década del 20 fue uno de los fundadores del Grupo de Boedo junto a Álvaro Yunque, Manuel Rojas, Leónidas Barletta y Roberto Mariani. Los cinco se conocieron en la entrega de los premios que habían obtenido en un concurso literario organizado por el diario La Montaña. Se reunían en Boedo al 800, sede de la Editorial Claridad, impulsados por su director, Antonio Zamora. Los integrantes de este grupo, que provenían de la clase obrera y escribían para las masas, propiciaban una visión social del arte; estaban nucleados en la revista Dínamo. Confrontaban con el Grupo de Florida –conformado por Borges, Girondo, Marechal, Olivari, Nalé Roxlo, entre otros- que era más elitista y promovía una renovación estética. Este sector difundía su pensamiento a través de las revistas Proa y Martín Fierro. “Ellos eran los cajetillas, los pitucos, los niños bien. Nosotros, los proletarios. Debíamos trabajar, ganarnos el pan, y además, éramos militantes revolucionarios. El protagonista de nuestra obra era la clase trabajadora. No más el hombre de clase media o alta. Ese fue nuestro aporte”, reflexionó Castelnuovo. En el mismo sentido, en su Decálogo del escritor, sentenció: “La literatura la crea el pueblo. El escritor no hace más que darle forma de libro”.

Además de Tinieblas, entre sus obras se destacan Notas de un literato naturalista (1923), Malditos(1924), Entre los muertos (1925), Animas benditas (1926), En nombre de Cristo (1927), Larvas (1932), Yo vi en Rusia (1932), Teatro Proletario (1931/33), El arte y las masas(1935), Psicoanálisis sexual y social (1938), Calvario (1956) y Memorias (1974). Asimismo, dirigió varios periódicos políticos como La Protesta –órgano oficial del anarquismo- y Extrema izquierda. Fue redactor de Tribuna Proletaria, Bandera Roja y El Trabajo.

Su obra está influenciada por escritores rusos como Tolstoi, Dostoievsky, Gorki y Chejov, y por otros autores como Florencio Sánchez, Quiroga, Allan Poe y Rafael Barrett.La motivación de sus escritossonlos temas de carácter social, fundamentalmente,“la defensa de los humildes contra la prepotencia de los poderosos”, según él mismo lo definió.“Yo fui revolucionario en todas las edades. Es una cuestión de conducta, de convicción. Nací pobre, viví pobre y voy a morir pobre. Fiel a mi clase”, aseveró con su habitual rigurosidad. Mordaz, verborrágico, incansable polemista, viajó por el mundo para debatir con los más grandes intelectuales de su tiempo.

Su aporte a la escena fue muy valioso: fundó el Teatro Proletario e integró el Teatro Experimental del Arte (TEA), el primer teatro independiente, en 1928, que debutó con una obra suya junto a Roberto Arlt, creó la Unión de Escritores Proletarios, en 1932, y la revista Actualidad. En la década del 30, Castelnuovo sufrió persecuciones y terminó preso. En 1938 dejó de escribir durante varios años y se radicó en una isla del Tigre, donde se desempeñó como ayudante quirúrgico de un médico amigo.

Su descaro llegó al punto de negarle méritos literarios al mismísimo Borges, con quien fue lapidario: “A mí no me gusta lo que escribe. No puedo tener nada en común con un hombre cuyo ideal es una dictadura del siglo XIII. El pertenece a la reacción; es un instrumento de la oligarquía”.

En cuanto a su rutina, generalmente escribía a la tarde, seis horas por día. Se hacía un esquema mental, de modo que cuando empezaba a escribir tenía el inicio y el fin resueltos, aunque luego corregía indefinidamente. Como él decía, sometía sus escritos a “una rigurosa depuración conceptual y estética”.“El poeta no nace poeta. Se hace poeta a fuerza de romperse el corazón y la cabeza”, ratificó en su libro Caña Fístula.

Durante un tiempo vivió en el barrio de Almagro, en Rivadavia y Billinghurst. Este atrevido y afable hombre de las letras falleció el 11 de octubre de 1982 en Buenos Aires, a los 89 años.

Laura Brosio

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