EDITORIAL AL Nº 346 ABRIL 2024
«El que engaña
encontrará siempre quien se deja engañar».
Nicolás Maquiavelo
Cuenta la leyenda que hubo una vez un labriego que
tenía un burro y pensando en la manera de ahorrar quiso enseñarle a trabajar
sin comer. Empezó reduciéndole cada día un poco más la comida. Pasaron los días
y el animal cada vez comía menos y trabajaba igual. El campesino, muy contento,
decidió no darle más de comer y el burro siguió trabajando. ¡Ya lo he conseguido! –dijo
el labriego. A los pocos días el burro murió. ¡Qué mala suerte tengo! Ahora que el burro había aprendido a trabajar
sin comer, se muere.
Sin
embargo, en la vida real no entra la leyenda, y es muy difícil hambrear al
pueblo, tanto hasta que se muera, porque entonces se perderá la mano de obra que,
de barata y con una alimentación precaria,
pasaría a ser nula.
Lo
que ocurre en nuestro país es inédito, aún con un razonamiento capitalista,
aunque tal vez pueda entrar en el pensamiento de mentalidades alteradas e
influidas por valores místicos y pseudo religiosos, como los de los adoradores
de las percepciones del más allá, esto sin hacer alusiones personales a ninguno
de los personajes de la política que hoy gobiernan
al país.
La
idea de privar o reducir drásticamente la alimentación de jubilados,
asalariados, cuentapropistas, desocupados, etc., no es nueva, se arrastra en la
historia, no es un descubrimiento del actual presidente Milei, libertario, por
su propia autodefinición. El axioma básico de la
teoría política libertaria postula que cada hombre es dueño de sí mismo, en
posesión soberana y absoluta sobre su propio cuerpo, nadie puede invadir o
agredir el cuerpo de otra persona, aunque cada persona posee el recurso de
invadir el de otra persona sin dueño, del que cualquiera pueda apropiarse.
Tan
claro como atrofiado el razonamiento psicopático, donde interviene “el vale
todo”, el “sálvese quien pueda”, el libertinaje de unos pocos poderosos,
privilegiados, que interfiere en el de los de menor capacidad de protegerse. Sin
embargo, todo tiene un límite, que es el del aguante del oprimido, entonces se
produce su reacción, de la que no se sabe hasta dónde puede llegar.
Murray Newton Rothbard,
un economista de la escuela
austriaca (a la que dice adherir
Milei), y uno de los principales teóricos del anarcocapitalismo del siglo XX, defiende la tesis de la “propiedad de uno mismo” mediante la
eliminación lógica de las únicas dos alternativas: que un grupo de personas
pueda ser dueña de otro grupo de personas, o que ninguna persona es dueña absoluta
de sí misma.
El
abuso, el agravio perverso, el poder sin límites, acelera la reacción del
oponente y reduce la del atacante, que, aunque
poderoso, comienza su descalabro, y ése parece
ser el actual momento por el que atraviesa el gobierno, a sus 100 días de desafortunado
mandato. Las señales están a la vista: el rechazo de su DNU en el Senado, el fracaso de su “Ley
Bases” y la desconfianza de legisladores y
gobernadores, que no toleran las extorsiones solapadas y/o directas.
Sin
embargo, en el hoy, Milei prolonga la ofensiva ajustadora con más
provocaciones, con más violaciones a los derechos humanos –como esta piba de
HIJOS–, con más cierres de empresas y despidos –como en Télam y en el Gaumont–, abriendo las importaciones sin límites, extorsionando con su DNU y su “Plan Bases” (engendrado
por las grandes empresas y el poder financiero), intentando mentalizar como
cultura inevitable la del “sacrificio”, creando la desesperanza (“más que ser amado
busca ser temido”), no aplicó una sola medida en favor de los menos
favorecidos, continúa apelando a sus rasgos
psicopáticos, para dañar, menoscabar y deteriorar al otro.
El
final es impredecible y no parece estar lejano.
Hasta la próxima
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