EDITORIAL AL Nº 355 – ENERO 2025
Finalizó el
aciago 2024 y se cumplió un año del gobierno de Milei, un año en el que jubilados,
trabajadores, estudiantes, pequeños empresarios, científicos y el medio
ambiente, vienen sufriendo los efectos del emblema que éste inauguró a
comienzos de su mandato: “la motosierra”. Adminículo
que sembró la desgracia de todos aquellos que no coinciden con la opinión
devastadora, cruel, destructiva y siniestra del plan perverso que perpetró
desde el primer día de su gobierno, de espaldas a diputados y senadores elegidos
democráticamente. Un plan que destruye a los más
débiles en beneficio de los más poderosos.
En apenas 12
meses su gobierno, produjo un daño en millones de argentinos, muchos caídos en la indigencia, y algunos hasta
muertos por falta de una atención médica adecuada a su gravísima enfermedad.
Este gobierno autoritario, es más parecido a las dictaduras padecidas,
que a un gobierno democrático.
Pero si “las
Madres” pudieron en plena dictadura, cómo no se va a poder ahora resistir hasta terminar con
el discurso negacionista de un gobierno afín a los intereses de las fuerzas –que
no son de cielo– sino de los quintos infiernos del Dante, de lo más granado del
círculo rojo del país y de las fuerzas foráneas de las derechas fascistas y neo
fascistas de un mundo que marcha a contramano de la historia. Torcer ese rumbo
no será tarea fácil, requerirá de la unidad de todas las fuerzas
populares, aún ausentes, silenciadas y ajenas.
En el orden
internacional, el capitalismo se recicla, se
recupera y se adapta a los nuevos tiempos que le resultan favorables abriendo la puerta a un posible
"post-capitalismo", dominado por derechas feroces, crueles e
inhumanas, con una Unión Europea colonizada por los EE.UU.
La especulación financiera y la producción real han creado una situación
crítica, incluso economistas como Paul Krugman, han subrayado la gravedad de la
crisis actual. Por otro lado, las fuerzas del campo popular se dividen y hasta se
enfrentan.
El nivel de
insatisfacción con la democracia en los países desarrollados está por encima
del 50%. En Argentina, Brasil y Chile se llega hasta el 70, 75
%, una cifra altísima, especialmente en los sectores más jóvenes, aunque
despolitizados de la sociedad.
En nuestro
país, el peronismo, que es una especie
mutante, tiene un núcleo popular muy fuerte, con un ala progresista, pero
también con una incrustación conservadora, que ha dado lugar a sucesivas reencarnaciones,
con propuestas políticas, sociales y económicas profundamente antagónicas,
lo que hizo posible la llegada de Milei al gobierno, apoyado por el círculo
rojo, los medios adictos y la complacencia de un Poder
Judicial nefasto.
En el 2001 se robaron los ahorros y se
cobraron más de 30 muertos, hoy le sacan la gratuidad de los medicamentos a
jubilados, licuando sus magros ingresos en un plan siniestro que se ve cómo comienza,
pero no cómo termina, aunque se adivina dado el tendal de damnificados.
La virulenta verbosidad presidencial, cosecha enemistades
hasta en sus propias filas, hoy con la ruptura y aislamiento de la vice,
Villarruel.
Martínez, Cafiero, Bregman y otros,
intercambian proyectos para investigar el escándalo del posible soborno por la compra de votos, que deba hacer caer la ley
aprobada con el apoyo del ex senador Kueider.
Sin embargo, dentro del campo popular, aún no se vislumbra una reacción mayoritaria y
coordinada de un pueblo sufriente, que aún conserva alguna remota esperanza en
una recuperación que no llega, ni llegará, ya que el daño se torna cada día más
difícil de revertir, en un país pensado para pocos, con la exclusión de
20 millones o más de argentinos que sobran. Si esta política avanza no habrá
vuelta atrás.
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