sábado, 2 de julio de 2016

1816 9 DE JULIO 2016




¿DOSCIENTOS AÑOS DE INDEPENDENCIA?







“La independencia en América Latina es una tarea por hacer


Eduardo Galeano



El sí unánime de los presentes al Congreso de Tucumán aquel 9 de julio selló un hecho esperado en la discusión por la Independencia nacional, la que había nacido el 25 de Mayo de 1810.

Era, sin embargo, la Asamblea del año XIII (Asamblea General Constituyente y Soberana del año 1813) el congreso de diputados de las Provincias Unidas del Río de la Plata convocado por el Segundo Triunvirato, el que debía reconocer la soberanía del pueblo, proclamar la independencia de las Provincias Unidas y redactar una constitución que definiese el sistema institucional del nuevo estado.

Aquel objetivo no fue cumplido, como lo exigían Artigas, San Martín y otros patriotas que luchaban en el campo de batalla contra el dominio colonial, aquella Asamblea dominada por Carlos María de Alvear, además de rechazar a los diputados artiguistas, se sacó de encima a San Martin, enviándolo a reemplazar a Belgrano en el frente norte, creó la flota de guerra y la mandó a bloquear Montevideo para atacar a Artigas, resolvió empero, establecer un escudo y escarapela nacional, acuñar moneda propia, entre otras importantes medidas, pero pospuso la declaración de la independencia.





LA OPORTUNIDAD DE DECLARAR LA INDEPENDENCIA



El debate sobre la “oportunidad” de proclamar nuestra independencia comenzó el mismo día 25 de mayo de 1810  y fue uno de los motivos de agrias discusiones entre los morenistas y los saavedristas.

Para los primeros había que apurar el paso y para los segundos había que obrar en permanente consulta con el Reino Unido.

Los morenistas, tras la “misteriosa” muerte de su líder, conformaron la Sociedad Patriótica liderada por el tucumano Monteagudo, que no disimulaba su afán independentista cuando escribía en su periódico “Mártir o Libre”: “Sería un insulto a la dignidad del pueblo americano, el probar que debemos ser independientes: éste es un principio sancionado por la naturaleza”.

Esta lógica revolucionaria, compartida por el recién llegado José de San Martín entre muchos, chocaba contra el “realismo político” del secretario del Primer Triunvirato, Bernardino Rivadavia, que acababa de reprochar a Manuel Belgrano porque había tenido la osadía de crear una bandera y construir en la misma ciudad de Rosario dos baterías a las que llamó –nada menos– que “Libertad” e “Independencia”.

El futuro padre de la deuda externa argentina (Baring Brothers mediante) retaba a Belgrano: “El gobierno deja a la prudencia de Vuestra Señoría mismo la reparación de tamaño desorden (la jura de la bandera), pero debe prevenirle que ésta será la última vez que sacrificará hasta tan alto punto los respetos de su autoridad y los intereses de la nación que preside y forma, los que jamás podrán estar en oposición a la uniformidad y orden”.

Tanto la Sociedad Patriótica como la Logia de Caballeros Racionales, que luego se llamará Lautaro, decidieron enfrentar a aquel Triunvirato que estaba poniendo un serio freno a la guerra de liberación y postergando sin fecha la reunión del Congreso Constituyente y la declaración de nuestra Independencia.

La primera acción militar de San Martín en nuestras tierras fue participar activamente en el derrocamiento de aquel gobierno tripartito impulsando la asunción de un Segundo Triunvirato acorde a las ideas de la Sociedad Patriótica y la Logia que convocará inmediatamente al Congreso que pasará a la historia como la Asamblea del año XIII.








LA INDEPENDENCIA



Aquel martes 9 de Julio de 1816 no llovía como el 25 de Mayo de hacía seis años. El día estaba soleado y a las dos de la tarde los diputados del Congreso comenzaron a sesionar. Con la presencia de una parte de las “Provincias Unidas”, ya que otras no participaron, como las provincias de la Liga Federal, la Banda Oriental, Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe, que no enviaron sus representantes por estar de hecho en una situación de guerra civil con el gobierno central; y varios territorios de las provincias del Alto Perú, que habían pertenecido al Virreinato del Río de la Plata, no pudieron hacer llegar sus representantes por haber sido reconquistados por los realistas. Tal fue el caso de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra y Potosí.

A pedido del diputado por Jujuy, Sánchez de Bustamante, se trató el “Proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país”.

Bajo la presidencia del sanjuanino Narciso Laprida, el secretario, Juan José Paso preguntó a los congresales “si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre de los reyes de España y su metrópoli”.

”Nos, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, pretextando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican 




comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración. Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.”

El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento, agregando después de «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», la frase: “y de toda otra dominación extranjera”, para contener la idea de entregar el país a los portugueses, y hasta de constituir un protectorado inglés.

Inusualmente, la declaración alteraba el nombre del país, llamándolo “Provincias Unidas en Sud América, nombre no utilizado hasta entonces. Al parecer, la intención era declarar la independencia de todas o casi todas las colonias españolas en América del Sur, unificándolas en un solo país, con capital en Cuzco.

Pero vale analizar si realmente se lograba la independencia política y económica, en una zona tan codiciada por Inglaterra, con sus barcos rondando las aguas del Río de la Plata, y los españoles, donde Fernando VII había recuperado la corona y mandado nuevas e importantes expediciones militares (más de 15.000 hombres) al Río de la Plata.

Se era independiente “de España y de toda dominación extranjera”, pero aquella metrópoli había dejado a su colonia en una situación económica muy delicada, que conduciría a una dependencia de otras potencias europeas. No sólo no había fomentado el desarrollo industrial en sus colonias americanas, sino que hizo todo lo posible para obstaculizarlo y poner trabas al comercio entre las distintas regiones del extenso territorio. España misma tenía una escasa producción industrial, que no alcanzaba a cubrir las necesidades básicas de sus habitantes y debía importar la mayoría de los productos elaborados.





LA SITUACIÓN EN EL PAÍS NACIENTE



EN AZUL: EL ESCASO TERRITORIO QUE DOMINABA EL GOBIERNO DE BUENOS AIRES



La zona de Buenos Aires producía básicamente materias primas para exportar, como cueros, sebo para las velas y tasajo, que era una grasa salada utilizada por países como Brasil y Estados Unidos para alimentar a los esclavos. Esto le reportaba a la región importantes ganancias, que junto con el manejo exclusivo de las rentas del puerto y la Aduana –que aumentaron enormemente a partir del reglamento de Libre Comercio de 1809– le permitían darse el lujo de importar todos los productos que necesitaba sin necesidad de preocuparse por su fabricación.

Así pensaban al menos la mayoría de los terratenientes porteños, que preferían la ley del menor esfuerzo y la ganancia fácil antes que el aporte para el progreso, que hubiera implicado que destinaran parte de sus enormes ganancias –como hicieron los ganaderos y granjeros norteamericanos– a invertir en la industria.
El escenario en el interior era diferente. En algunas regiones como Cuyo, Córdoba, Corrientes y las provincias del Noroeste, se habían desarrollado pequeñas y medianas industrias, en algunos casos muy rudimentarias, pero que lograban abastecer a sus mercados internos y daban trabajo a sus habitantes. Para el interior, el comercio libre significó en muchos casos la ruina de sus economías regionales arrasadas por los productos importados más baratos y de mejor calidad (cualquier comparación con la actualidad es mera coincidencia).

El manejo del puerto y la Aduana en forma exclusiva e injusta por parte de Buenos Aires, será el tema central de los enfrentamientos que comenzarán a darse por esta época y no concluirán hasta la década de 1870, y aún más…

La incapacidad, la falta de voluntad y de patriotismo de los sectores más poderosos llevaron a que nuestro país quedara condenado a producir materias primas y a comprar bienes elaborados muchas veces con los productos de nuestra tierra. Claro que valía mucho más una bufanda inglesa que la lana argentina con la que estaba hecha. Esto condujo a una clara dependencia económica del país comprador con el vendedor, en este caso Inglaterra, que impuso sus gustos, sus precios y sus formas de pago.

Por otra parte, los países que sustentan su existencia en virtud de la exportación de materias primas, como granos o carnes, quedan muy expuestos a los fenómenos naturales, como sequías, inundaciones, pestes de animales y esto puede arruinar su economía de un momento a otro. En cambio, los países industriales pueden planificar su economía sin preocuparse por si llueve, está nublado o sale el sol.

Tras aquel primer paso del 9 de Julio de 1816, a comienzos de 1817 el Congreso se trasladó de Tucumán a Buenos Aires. Todavía quedaba por definir la forma de gobierno y redactar una Constitución, cuando se dependía cada vez más del Imperio británico, el que moldeará la economía del Río de la Plata a sus necesidades.

Mientras tanto, San Martín que había sido nombrado gobernador de Cuyo en 1814, se preparaba para cruzar los Andes con su ejército libertador. Todo el pueblo de Cuyo colaboró donando elementos y provisiones y alistándose los hombres de entre 16 y 50 años como soldados. Estableció su base en el campamento de El Plumerillo (Mendoza), e impartió un fuerte entrenamiento a sus tropas acorde a la impresionante misión que tenían por delante: cruzar una de las cordilleras más altas del mundo con picos de más de 6.000 metros para llevar la libertad a Chile y de allí al Perú.

Todos trabajaban en el campamento y todos los metales servían para que el cura Fray Luis Beltrán los transformara en su fragua en fusiles y cañones para la libertad de América.

Ahora independientes. Obsesionados por el auge de las monarquías en el viejo continente, muchos congresales insistieron en la necesidad de dictar una Constitución que estableciera un poder ejecutivo centralizado y fuerte. Fue así como el 22 de abril de 1819 el Congreso sancionó una Constitución unitaria y centralista, que daba todo el poder a Buenos Aires y perjudicaba a las provincias. Éstas no tardarán en rechazarla enérgicamente.

Así, el Congreso que en 1816 declaró la Independencia, se desmoronaba sin remedio y la amenaza de disolución del gobierno central era un hecho. La región se sumía en una guerra civil entre Buenos Aires y el interior que demorará durante largas décadas la organización nacional, al cabo de las cuales, a 200 años de aquellas jornadas, queda flotando en el aire la pregunta: “¿DOSCIENTOS AÑOS DE INDEPENDENCIA?”.



Miguel Eugenio Germino

Fuentes:

-Pigna Felipe, Los Mitos, tomo 1, Norma, 2004.

-Periódico Primera Página nº 153 de julio de 2007.

-http://lasvarillasvive.com.ar/index.php?s=noticia&id=27123&sID

-http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/independencia/independencia_dependencia_y_guerra_civil.php

-http://www.elortiba.org/cronoper.html

-http://www.elsol.com.ar/nota/239270

-http://www.mdzol.com/nota/222402-que-paso-en-aquel-9-de-julio/

-http://www.taringa.net/posts/info/5462113/Asamblea-del-ano-13.html








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