lunes, 2 de julio de 2018

EL PASAJE COLOMBO


COLOMBO: EL PASAJE EN ELE DE BALVANERA 


AL FONDO LA ANTIGUA PORTERÍA


                          Un halo de misterioso, silencio y quietud pintó durante su larga vida a éste pasaje de curiosa arquitectura en ele, instalando una nota distintiva a una zona que fue con el tiempo transitando de la Quinta de Miserere a la bulliciosa y comercial Rivadavia de hoy. Sobre dos angostas callejuelas  se  apilan grises departamentos en sus cuatro pisos, la de Rivadavia al 2431 de escasos 30 metros, y tras su giro en 90 grados sobre Azcuénaga 34 deja abierta su salida en otro callejón  de iguales características.
                         El  silencio interior contrasta con el tumulto, y la agitación de la Calle Rivadavia, en su frente al sur. Hasta no hace tantos años de tránsito peatonal era libre, hasta que le adosaron   dos altos y sólidos  portones de hierro negro, convirtiendo al pasaje de público en   particular, propio del momento de temerosa esquizofrenia ante la inseguridad que se respira.
                       Las rejas pasaron a reemplazar a los antiguos frentes de trancos  y umbrales, por lúgubres enrejados defensivos ante vaya a saberse que siniestros tiempos acechan a la vecindad.


PLACA COLOCADA EN AL AÑO 2005

         Quienes allí habitan  o desarrollan alguna actividad comercial deben tener, además de la llave de su departamento, oficina o local, la de las entradas, de aquellos  gruesos portones, a los que debieron  adicionarle el clásico  portero eléctrico, eléctrico si pero portero no tanto, ya que para acceder hace falta contar con la asistencia de quienes le franqueen el paso.
                    Pero aunque parezca un lugar desconocido e inexplorado, es probable que lo hayamos registrado en algún momento en  nuestra memoria, y hoy pertenezca a un sitio más  por el que pasamos sin notarlo.     
                   El pasaje fue construido por “La Edificadora S.A.  sobre el lote de aquella esquina entre 1890 y 1893 por “La Edificadora S.A.” la que entonces era una gran empresa,  que construyó varios edificios en la ciudad de Buenos Aires, pero luego quebró y fue comprado por Carlos Ambrosio Colombo, en cuya memoria se estableció este nombre, y sus herederos continuaron con la administración, de los que eran edificios de renta. En el pasaje lucía una placa de bronce en su memoria, la que desapareció como tantos otras placas de bronce, las que fueron sustituidas por cerámicas.
                       Su construcción tuvo como responsable al arquitecto Carlos Heynemann, quien trabajó en otras importantes obras, como el Museo de La Plata.
                       Con este conjunto también se daba respuesta al crecimiento demográfico y las teorías higienistas, construyendo, con una subdivisión de la manzana, unidades de pocos metros cuadrados con ventilaciones al espacio exterior.
                      Ubicado en un cuarto de manzana, su planta en L deja un sector independiente en la esquina. Consta de planta baja destinada a viviendas en las unidades interiores del pasaje y 10 locales comerciales con subsuelo sobre las calles Rivadavia y Azcuenaga y 3 plantas altas con unidades de 3,4,5,6,7 y 8 habitaciones.
                    Al fondo de la entrada por Rivadavia lo hacemos en un camino central de baldosa de cal, muy sólida,  y de estrechas veredas que llega a un pequeño recinto, destinado a portería, recostada contra la medianera, siendo similar a una garita   grande, junto a la pared, con su techo culminando en una lanza a modo de pararrayos.
                       Esta casita impresiona como puesto de guardia de un cuartel o presidio. Entre el techo y las dos pequeñas ventanas de su piso alto aparece un reloj y un escudo y el plato de una campanilla que alguna vez tuvo un estridente sonido, que al oprimirlo alteraba la calma del lugar.
                       La iluminación del pasaje se efectuó con faroles laterales y farolas centrales a todo lo largo de ambos lados del mismo.


VISTA DESDE EL CENTRO DEL PASAJE

                     
  Esta distribución se debe a que en la época de su construcción se buscaba crear nuevas unidades habitacionales, ampliando la capacidad de la Ciudad para nuevas viviendas, en un momento de escasez de ésta, convirtiendo la actividad en un pingüe negocio,  por lo que se crearon calles dentro de manzanas, naciendo así una cantidad de pasajes que fueron poblando el barrio.  Entonces, por supuesto, nadie pensaba en las grandes torres de hoy.
                       También fueron desapareciendo muchos de aquellos  “Ignorados pasajes…” que recogiera Barbechan en su libro. Sobre ambos frentes existieron y persisten   locales comerciales de distintos rubros que dan a la calle.   
En 1997 el Pasaje fue declarado parte del patrimonio edilicio de la ciudad, evitando así modificaciones en su apariencia o alguna demolición para construir una torre. El pasaje consta de a su vez de un subsuelo, 
                     Las entradas a los pisos, de  altos portones de madera guardan sigilosos zaguanes en semi penumbra. Mascarones con enigmática sonrisa de Gioconda, rodeados de pétreas hojas y flores, que parecen vigilar con sus ojos velados, y aún es posible descubrir en sus labios un dejo de ironía para quienes se atrevan a develar los misterios de su mítico origen. Además las otras cinco entradas, en su interior de un estilo más sobrio.
                            Debido a la particularidad del pasaje, éste fue utilizado en varias oportunidades como escenografía de diversas películas, como la de “Cinco Gallinas y el cielo” y más recientemente un documental sobre los cuatrocientos años de la ciudad de Buenos Aires, también algunos cortos publicitarios de TV, que presentan el lugar como ubicado en la ciudad de París.
En su corta trayectoria descansa en ésta atmósfera de tranquilidad una porción de paz, solo invadida por el sol que baña parte de las construcciones y callejuelas centrales, lo que contrasta con otras de intensas sombras, tanto a lo largo como a lo ancho.


VISTA DESDE AZCUÉNAGA


Llama la atención la ausencia de motivo floral alguno que con su colorido ornamente y atenúe los contrastes de grises de piso y paredes, al igual que sus innumerables ventanas altas y estrechas, cubiertas por uniformes celosías que permanecen incólumes en el devenir del tiempo, y recuerda los versos del poeta de Buenos Aire4s Baldomero Fernández Moreno cuando cuestiona en sus poemas  la ausencia de verde  y del colorido de la flor.
En el año 1997 el pasaje fue declarado como sitio del patrimonio edilicio de la ciudad de Buenos Aires.
Ya hacia la salida, una nueva mirada hacia la casita que solemniza la portería inquieta un secreto temor que inspira la posibilidad de que desde su ventana se antoja la presencia de una ignota figura humana que acecha la presencia  que acecha con una discreta ojeada a toda persona sospechada de extraña.

                                                 Miguel Eugenio Germino


Fuentes: 
                 --Balbachan, Eduardo Luis – Los ignorados pasajes de Buenos Aires – Edit.
                    R. Alonso 1983
                 --Cutolo, Vicente O. Historia de las calles y sus nombres – Elche B A
                    1988 – Tomo 1
                -- http://www.pasajes-portenios.com.ar/home2.html
                -- http://anadesimone.blogspot.com.ar/2014/01/pasaje-colombo.html










No hay comentarios: