“Caruso”
Lo bautizamos "Caruso" –por el furor del tenor italiano de la época de
1900-1920–, más por el entusiasmo y la fibra
que pone en su faena, consecuente, segura… aparece dos o tres veces al día,
desafiando las bajas temperaturas, de apenas un
grado, mimetizado entre las plantas de los canteros y macetones, a pocos metros
de quienes lo admiramos por su intrepidez. La
estridencia de su canto, un tanto desordenado y sin partitura, pero sí con el entusiasmo propio de la fuerza del frenesí
que pone en su difícil arte.
Se lo ve gozar del pedacito de naturaleza
elegida, así transcurren los días, en su intrépida insistencia, falto de colores destacados, sumido en sus grises, con una
mezcla de otros tonos similares. El tal Caruso, es el gorrión que nos visita
día a día en distintos horarios, para aportar su destreza, tal vez primitiva,
pero que buscó ser parte de la familia que lo espera. Son
las pequeñas cosas de la cotidianidad que pasan
desapercibidas entre tantas otras del entorno, que
aporta su sonoridad a lo largo del balcón del 7º piso, plagado de plantas.
Se pasea él con su gama de relucientes grises,
que se convierten en vivos tonos, que dependen de la imaginación de quienes lo
observamos. ¡Gracias Caruso!, por alegrar mañanas y tardes soleadas y nubladas.
María Pina Cabrera
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