El barrio, Plaza Almagro, San Martín y el ajedrez
Esta historia sucedió
hace muchos años. El protagonista era un joven del barrio llamado Pedro, que amaba jugar al ajedrez con su abuelo de 82 años en la Plaza Almagro, que siempre fue refugio de
jugadores de los trebejos y conserva un busto de San Martín en su centro, también experto en el tema. Hace más de 50 años, su
médico personal lo incentivó a jugar, porque le decía que en el tablero se
coloca la concentración, el pensamiento lógico, la toma de decisiones, la
creatividad, entre otros beneficios y también el de alejar el Alzhéimer. Y parece que no se equivocó. Se pasan horas
jugando al ajedrez.
Volviendo a Pedro, un
día se puso a lustrar las piezas de madera de nogal, estaba tan cansado que se
quedó dormido, entonces las piezas aprovecharon para estirarse, para correr por
todo el tablero y hablar entre ellas. Y así fue como en el centro del tablero
se reunieron el rey, la reina,
las dos torres, los dos alfiles, los dos caballos y los ocho peones. La reina
propuso que los alfiles y las torres se coloquen en algunas de las dos puntas
del tablero para avisar si Pedro despertaba. “No –gritaron los
4 al mismo tiempo–, queremos distraernos nosotros también”. “Bueno, mientras tanto nosotros vamos a trotar por el tablero pasando
por los 64 casilleros –dijeron los caballos– estamos cansados de
movernos dos casilleros en dirección horizontal o vertical y otra en dirección
perpendicular”.
Las torres más
tranquilas tomaron lápices de colores y fueron formando dibujos moviéndose en
líneas rectas por las columnas y filas del tablero. “¿Los
podemos acompañar? –dijeron los alfiles–, nosotros estamos cansados de movernos sobre las
diagonales y siempre por casillas blancas o
negras”.
Los peones estaban
tristes, sentían que su función no era reconocida por sus compañeros, además
observaban cómo las otras piezas hablaban de sus
movimientos. “Parece que nos están denigrando,
nosotros solo avanzamos hacia adelante, nunca podemos retroceder. ¡Para que
servimos!” “Momento
–dijo la reina–, sin ustedes no tendríamos quien nos defienda. Quien
bloquee el paso de nuestros enemigos para cuidarnos a nosotros. Claro que no
pueden retroceder si nosotros estamos atrás. Además, ustedes son los primeros que
se mueven para comenzar la partida”.
“No reina –dijo unos de los peones–, es usted quien protege al rey”.
“¡Bueno basta! –gritó el rey–. Somos un equipo. Todos juntos, los 16,
debemos estar para empezar cada partida, entre todos facilitamos el
cumplimiento de nuestro objetivo que es derrocar al rey
contrario. Motivarnos entre nosotros en cada avance que hacemos y sobre todo en
la creatividad de cada uno de ustedes. Si uno de ustedes va faltando en el
tablero de a poco me van a ir dejando solo y nuestro enemigo cantará ¡jaque
mate!”.
“Con estrategia y creatividad venceremos” –dijo el alfil.
“Shhh –dijo un peón– que no nos escuche Pedro y volvamos a nuestros
puestos”.
Amigos lectores,
aquellos que tengan en sus casas un tablero de ajedrez, piensen que tal vez de
noche las piezas salen a conversar entre ellas. Y aprovecho
también para contarles que este 17 de agosto conmemoramos los 174 años del
fallecimiento del General San Martín, los lectores ya
conocerán su trayectoria militar, además educó
correctamente a su hija Merceditas, fue un gran
abuelo y vivió mentalmente estable hasta los 72 años, algo inusual para esa
época. Pero hay un dato no muy conocido, el ajedrez fue su pasatiempo favorito,
con él desarrolló su capacidad para analizar cada batalla, la toma de
decisiones que luego aplicaría en su vida cotidiana, y el barrio y nuestra
plaza Almagro fueron depositarios de esa escuela.
Lucas
D. Giannotti
Periodista
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