EDITORIAL
“Alguien le preguntó una vez a Aristóteles: ¿Qué se gana con la mentira?, –que no te crean cuando dices la verdad–, respondió el filósofo”.
EDITORIOAL
Una mentira, por pequeña y piadosa que sea, no deja de ser un
obstáculo para la confianza. Si sale a la luz, una mentira puede arrojar dudas
sobre cien verdades anteriores haciendo que nos cuestionemos experiencias que
creíamos verdaderas.
No basta con
contar la verdad, hay que destruir la mentira, sobre todo las grandes mentiras
escritas como grandes verdades, con las que se pretende
instalar un mundo ficticio, simulado; decir solo
una parte de la verdad es también una manera de mentir.
Trasladado el
tema a la práctica diaria, se encuentra en primera fila un grupo que domina
gran parte de la economía, los medios del país y la conciencia de muchos
mortales: el “Grupo Clarín”. En 1999 se constituyó formalmente como Sociedad
Anónima. Los accionistas mayoritarios son hoy los herederos
de la familia Noble –Marcela
y Felipe Noble Herrera–, y los señores Héctor Horacio Magnetto, José Antonio Aranda y Lucio
Rafael Pagliaro. En la nueva sociedad se consolidaron las participaciones que
hasta entonces poseían los mismos en las diferentes compañías del Grupo.
Es el grupo
empresario de medios de comunicación más grande de la Argentina, engloba –entre otros– al diario
Clarín (el de mayor circulación en Latinoamérica), la empresa Artear (que opera y comercializa el canal de aire “El Trece”
de Buenos Aires), la señal de cable Todo
Noticias y la operadora de televisión por cable Cablevisión, junto a otras
decenas de empresas como editoriales, emisoras de radio, productoras de
televisión, proveedores de Internet, telecomunicaciones, imprentas gráficas,
correo tradicional y servicios de tercerización y,
sobre todo, el monopolio que le regaló la Dictadura: “Papel
Prensa”.
Con semejante
poder económico se asegura tener un inmenso poder político y de lobby, con el que se permite manejar resortes
fundamentales de una Argentina sumida y tendida a su merced.
Este poder,
sumado a otras grandes compañías mundiales, al
capital financiero internacional, a las
multinacionales y al gran país del Norte (EE.UU.) que se arroga un extraordinario poder de presión,
deja a los países acorralados, más en este
intrincado momento de pandemia.
Así el poder
político-económico, como frutilla del postre, se
arroga también el manejo de la mentira, y para ello cuenta con un respaldo
“irregular” de importantes sectores de la justicia (hoy el poder más devaluado
de los tres de la Nación).
Tras la
derrota macrista y su aceitado aparato, comenzaron a destaparse diversos affaires
(asunto o caso ilegal o escandaloso).
El caso del accidente de Once, que después de haber
metido presos a varios funcionarios del gobierno
anterior, resultó que hoy el maquinista declaró
ser el responsable principal; algo similar
ocurrió con el triple crimen en plena campaña
electoral de 2015, los medios hegemónicos de la mano de Jorge Lanata instalaron
que el entonces candidato Aníbal Fernández estaba involucrado en el “Triple crimen de General Rodríguez” bajo el apodo de “La Morsa”. Cinco años después, Clarín retrocede en sus
acusaciones y publica una nota de “un caso sorprendente” que involucra a Julio
César Pose, un ex agente de la SIDE y colaborador de
la DEA, involucrado en el asesinato de los tres empresarios farmacéuticos. Muy al
pasar, aclaran que finalmente Fernández no tenía nada que ver con el crimen.
El memorándum con Irán, donde se manifiesta que "las
alertas rojas siempre estuvieron vigentes", “las mentiras mediáticas y las
causas armadas se derrumban como un castillo de naipes”, o la mentira que
circuló en la red social Facebook de que el ministro de Economía de Cristina Kirchner, Axel Kicillof, cobraba u$s 420.000 por mes de la petrolera argentina, y el
supuesto asesinato de Nisman, entre tantos otros, sin hablar del asunto del
Correo, o el dinero blanqueado por Macri, su familia y sus amigos en paraísos
fiscales.
Para muestra basta un botón, y hay demasiados
botones, decenas y decenas de falsedades que luego se cayeron por su propio
peso, que mostraron las mentiras que se
fabricaron para perjudicar a la gente del kirchnerismo, éstas se van desgranando
una a una, destapes que se produjeron y continúan haciéndose, demostrando lo nerviosos que
se están poniendo ciertos funcionarios del gobierno anterior, comprometidos en
escándalos económicos, que poco a poco se van aclarando.
¿Podrán
salvarlos nuevas mentiras para cubrirlos? ¿O serán cuestiones difíciles de creer?
ya que es imposible disfrazar la mentira de verdad, por más que aquella “se
vista de seda”.
Se dice que la
mentira tiene patas cortas, aunque según Eduardo Galeano “la
mentira tiene patas larguísimas.
Tan larguísimas que corren a
mucha mayor velocidad que los desmentidos de los mentirosos”.
La mentira (hoy denominada “fake news”)
circula por las redes a velocidades muy superiores
a la verdad, como producto del pseudo periodismo difundido a través de portales
de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales cuyo objetivo
es la desinformación deliberada o el engaño, o sea “la mentira”, lo que es un gravísimo problema.
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