EDITORIAL AL Nº 318 – DICIEMBRE 2021
Tres grandes hechos,
entre muchos otros, marcan el comienzo del último mes de este aciago año 2021: el resultado electoral de medio término, la urgencia
de hacer algo para revertir la encrucijada del “calentamiento global” y un
acuerdo con el FMI que alivie la complicada situación de endeudamiento del
país.
En cuanto a las
elecciones del 14 de noviembre, se dirimieron nacionalizando un mensaje de
violencia, y todos se adjudicaron la victoria, aunque
“no prendió” la idea de destitución que presentó la oposición, no pudieron… no
les alcanzó…
Sin embargo, dejaron “picando” aquel clima intimidatorio y de
terror, propalado a los cuatro vientos por todos los medios hegemónicos y por los periodistas “estrella, independientes”, que se
cobró la primera víctima post electoral: el
asesinato policial de Lucas González el 18 de noviembre.
León Gieco cumplió 70 años pidiéndole a Dios: “Que
la violencia no me sea indiferente… que el dolor, que la muerte, que lo
injusto, que el engaño, que la guerra no me sea indiferente… que es un monstruo
grande y pisa fuerte, toda la pobre inocencia de la gente…”. Al mismo tiempo, se produce un
incremento de la violencia, ataques a locales partidarios y al mismo diario
Clarín. ¡La violencia engendra más violencia!
Para el Frente de Todos hubo una parcial
recuperación del resultado de las PASO, un alivio, también a nivel legislativo.
Cuatro fuerzas “festejaban” su triunfo, tal
vez a lo pirro, pero festejaron: festejó Juntos por el
Cambio, con su ya triunfalismo globero (esta vez sin globos), donde juntaron a
hijos y entenados (algunos con caras largas); festejó
el Frente de Todos el remonte del
resultados de las PASO; festejó el violento Milei su 17%, un fenómeno fascista
capitalino, que preocupa por la llegada a nuestra costas de su ídem europeo; y festejó también la Izquierda el haberse convertido en tercera fuerza en disputa en el orden nacional,
incorporando dos nuevos diputados al Parlamento.
No obstante “los festejos” dejaban un dejo
amargo, por la complicada situación de nuestro país (pospandémico si se puede
aventurar), endeudado, con una heredada y dificultosa situación económica, y
con una estampida incontrolable de los precios que caen sobre las espaldas
fundamentalmente de trabajadores, jubilados y la larga lista de cuentapropistas
adheridos al “maldito” y engaña tontos, monotributismo.
Sobre el
endeudamiento (herencia del macrismo), el gobierno se juega una chance llamando
a un diálogo para abordar el acuerdo con el
nefasto organismo internacional –mal considerado de “auxilio” a los países
necesitados–, un verdadero salvavidas de plomo en el pasivo de los pueblos que lo
padecen; el fantasma del ajuste –aunque solapado– y un
nuevo tarifazo asoman otra vez en el horizonte.
La deuda la
contrajeron y la fugaron funcionarios del gobierno anterior, y mal la debemos pagar todos, que la paguen las empresas
monopólicas concentradas. ¡Que la paguen aquellos
funcionarios, con su patrimonio!
La cuestión radica en “despegar”
económicamente, la creación de puestos de trabajo, la recuperación del valor
del salario –hoy deprimido– y sobre todo domar la inflación, un mal crónico en el
país, y para ello hacen falta grandes acuerdos globales, de lo contrario no
queda otra que el reto de aplicar “mano dura”.
Con respecto al tema del
“calentamiento global”, provocado por el aumento de los gases de efecto invernadero, pensamos
que son otros los que lo generan, por lo tanto, no está en nuestras manos la
solución. Es común que no asociemos las emisiones de estos gases con nuestras
actividades diarias y menos aún que esto pueda contribuir al cambio climático.
La generación de
electricidad, el consumo de combustibles fósiles –como la gasolina y el
diesel–, la producción del cemento para la construcción, la eliminación de la
vegetación –que es conocida como cambio de uso de suelo–, así como la producción
de los alimentos y de otros tantos bienes y servicios que consumimos a diario,
generan una gran cantidad de gases de efecto invernadero. Esto quiere decir que
también somos parte del problema.
Pero el tema es que hay pequeños y grandes
responsables, los acuerdos ciertos están por
verse, más allá de las declaraciones altisonantes
de los países centrales.
Las grandes potencias económicas del mundo que comandan el G-20 son los
máximos responsables del cambio climático, el aumento de la temperatura global
y los consiguientes desastres ambientales, el 76% de
las emisiones del dióxido de carbono provienen de China, Estados Unidos, la
Unión Europea, India, Rusia, Japón y Alemania, sólo los dos primeros suman un 50%. El mismo Papa Francisco reclama
¡¡¡hacer algo!!!
En la Ciudad de Buenos Aires, la conciencia ecológica deja
mucho que desear, se está enajenando el grueso
del terreno público. Larreta, aprovechando la
circunstancial coyuntura legislativa que lo favorece, desde su visión liquidadora,
todo lo está vendiendo, permitiendo la construcción de mega edificaciones y el
espacio verde pasa a ser una utopía.
¡¡¡SOS!!!
Hasta la Próxima
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