En ciertos espacios
públicos, como la Biblioteca del Parque de la Estación, los libros circulan
amorosamente. Tejen redes. Nos acercan. Nos encontramos.
Cuenta cuentos a puerta
cerradas
Cuentacuentos es una actividad gratuita para
chicos que, como ustedes saben, se realiza los sábados de 17:30 a 19, en
la Biblioteca del Parque de la Estación. Las propuestas varían en cada
encuentro: charlamos, dibujamos, elegimos cuentos para leer entre todos, o –con la ayuda de padres, madres, tíos
o vecinos– les leemos a
los más chiquitos mientras, en otro grupo, compartimos lecturas y debates con los
más grandes. A veces, cada niño lee en voz alta una parte de su cuento y después
se lo lleva por unos días para poder terminarlo en su casa (solo hace falta ir
con un mayor de 18 años que viva en CABA y presente su DNI, para asociarse a la
Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad). Otros sábados, acompañamos
iniciativas de los chicos y construimos –con sillas, abrigos y almohadones– casitas para albergar lectores y
oyentes; o escribimos cuentos y los representamos, o –como el 2 de agosto– inventamos una obra de teatro para jugar
a ponerla en escena.
Ese día, los dibujos se convirtieron en la escenografía
imaginaria de la obra. Como si hubiéramos podido meternos adentro de ellos, el
color verde que teñía sus plantas y pastitos ubicó nuestra obra en un parque. Casi
sin pensarlo, los chicos decidieron que ese parque tenía que ser el de la
Estación. Algunos prefirieron representarse a sí mismos y otros encarnar a sus personajes
favoritos –que se escaparon
de los jueguitos, cuentos y películas para venir a ayudarnos–. Las madres y los padres no pudieron
elegir: sus hijos decidieron qué personajes les
tocaría encarnar.
Una vez que nos pusimos de acuerdo con todo esto, debatimos
el tema de la obra. Así fue que Mario Bros terminó peleando con Bowser. ¿Saben
por qué? Por una hamaca del Parque de la Estación. Y se peleaban muy en serio,
aunque los dos chicos-actores sabían perfectamente que cuando se actúa (como
cuando se juega) “muy en serio” quiere decir, “de jugando”, sin lastimarse de
verdad. Esto no les impidió perseguirse con pistolas (¡de juguete, claro!) y
correr por todo el espacio disponible. Otro de los chicos –que hacía de sí mismo– debía intervenir para separarlos. Él
contaba con el apoyo de su papá, cuya tarea era seguirlo y protegerlo en esta
peligrosa misión. Al papá de Bowser, en cambio, le tocó ser piloto de avión. Él
se negó –¡menos mal! – a tirar una bomba para acabar con
todo, como quería su hijo. Los chicos le asignaron un nuevo rol: tenía que venir
volando en su avión, aterrizar y ayudar a resolver la situación. La mamá de
Mario Bros se transformó en Hermione y tuvo que lanzar muchas veces su hechizo
para lograr que Bowser se congelara, mientras Moana fingía pegarle con su remo
para intentar detenerlo. Cuando lo lograron, Pepa Pig dijo lo que todos sabíamos,
pero nadie se había animado a pronunciar: “¡se están peleando por un jueguito!”. Tal como se había decido al armar la obra, Mario
Bros y su enemigo tuvieron que hablar y ponerse de acuerdo. El actor que hacía
de sí mismo repartió los almohadones con los que habían armado la hamaca y los
dos contrincantes se sentaron allí para jugar, sin más peleas. Al finalizar, el
elenco completo saludó al público, los pintores mostraron sus dibujos y todos
aplaudimos muy entusiasmados.
Después, como broche de oro, Eduardo –uno de los coordinadores– leyó con tanta simpatía “La casa de
Javier” –un cuento re
lindo de Laura Devetach– que algunos chicos se tiraron panza abajo y apoyaron la
cabeza en sus manitos para escuchar mejor. ¡Y casi todos se acercaron a
abrazarlo cuando terminó de leer!
Ese día, como muchos otros sábados en la Biblioteca, logramos
un encuentro. Nos despedimos con abrazos y deseos de volver
a jugar, a leer y a
inventar historias, cuentos y obras de teatro.
El equipo cuentacuentero
¡¡¡NOS FALTA LA MITAD DEL PARQUE, SOBRE BARTOLOME
MITRE!!!
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