sábado, 3 de octubre de 2015

GENTE EN SITUACIÓN DE CALLE



“CAMINOS SOLIDARIOS” EN BALVANERA, ALMAGRO Y OTROS BARRIOS


EL EQUIPO EN PLENA FAENA


Esa mano desinteresada que salva al mundo



Los vemos diseminados por todos los barrios y nos causan dolor y angustia. De acuerdo al censo realizado en 2013 por el Ministerio de Desarrollo Social porteño, llegan a 850 los adultos que viven a la intemperie en la ciudad. La mayoría son hombres solos de un promedio de 40 años. Afortunadamente, hay organizaciones que no se quedan en el lamento y les brindan una ayuda vital a estas personas. Una de ellas es Caminos Solidarios, fundada en 2010 por iniciativa de Mariela Fumarola, hija del reportero gráfico Julio César Fumarola, vecino de Balvanera, asesinado por la Triple A en 1974, a los 32 años. Una plaza del barrio fue bautizada con su nombre. Esta profesora de gimnasia de 44 años heredó de su padre una profunda vocación humanitaria. Deseaba hacer algo que le llenara el alma hasta que, en junio de 2010, leyó en una revista que Red Solidaria buscaba colaboradores para un proyecto sólo previsto para el invierno: realizar recorridas nocturnas para asistir con comida caliente y abrigo a gente en situación de calle. Comenzó a hacerlo un lunes y ya no pudo dejarlo más. “En septiembre, cuando nos dijeron que ya no íbamos a recorrer más porque había terminado la temporada de frío, yo dije ‘voy a seguir’ porque ya me había encariñado mucho con esas personas. Les comuniqué mi decisión a algunos compañeros. Después fui a una cátedra de cultura solidaria, allí pregunté a los asistentes de distintas organizaciones si alguien se quería sumar y muchos dijeron que sí. Así nació Caminos Solidarios”. Al principio, era un grupo de seis personas recorriendo la zona de Congreso; después se fueron incorporando más voluntarios. “Durante el verano vivimos una experiencia hermosa”, se emociona Fumarola. A partir del invierno siguiente, la organización comenzó a trabajar en forma independiente de la Red Solidaria pero Juan Carr, su titular, les fue dando una mano en todo lo que es difusión y donación de alimentos.“Poco a poco el grupo fue creciendo. Hoy hacemos diez zonas por semana durante todo el año. 




Hay alrededor de cien voluntarios que se mueven acercando comida, abrigo y charlando, que es lo que más nos interesa, la relación que uno puede tener con esas personas que tal vez durante todo el día nadie les habló. Vamos por Balvanera, Congreso, Recoleta, Agronomía, Caballito, el Centro. Los martes recorremos Almagro, nos encontramos en Castro Barros y Rivadavia a las 20.30. La idea es que uno siempre recorra la misma zona porque lo importante es entablar ese vínculo: conocer el nombre y la historia de esa persona y que ellos nos conozcan a nosotros. La gente toma la ayuda muy bien, siempre nos recibe con mucho cariño. Al comienzo pueden ser un poco temerosos pero después van aflojando. Nos preguntan qué somos y respondemos que un grupo de voluntarios, nada más. Y ahí nos terminan agradeciendo y ya va quedando el vínculo para la semana siguiente volver a encontrarnos”, añade con una sonrisa.

MARIELA CON UN BEBÉ DE LA CALLE EN BRAZOS

No todos están en la calle permanentemente. Algunos viven en pensiones de la zona en condiciones precarias, otros residen en villas. Incluso muchos provienen de localidades del Gran Buenos Aires: están de paso porque trabajan en el barrio o van especialmente para recibir comida y abrigo. Según Fumarola, las historias de estas personas que llegan a tal situación extrema son miles, son tan variadas como lo podamos imaginar. Como ese señor que hacía ocho años había perdido a toda su familia en un accidente automovilístico que ocurrió cuando, conduciendo él, se dirigían a la costa. Era un hombre impecable, con una hermosa voz, usando un bastón porque tenía una lesión producto de la tragedia, que decidió autocastigarse y no volver más a su casa. O esa persona procedente de Entre Ríos cuya mujer e hijita estaban en la Casa Garrahan, no tenía trabajo y trataba de llevar algunos pesos para que su familia cocinara algo. Con mucha vergüenza aceptó un plato caliente y se puso a llorar. También hay muchos adolescentes que estuvieron toda su vida en hogares y cuando salen no tienen adónde ir. El desamparo de esta gente es muy grande. El Gobierno de la Ciudad les otorga un subsidio de $1.200 durante diez meses pero esa suma no les alcanza para pagar una pensión. En cuanto a los paradores nocturnos, no van porque no reciben un buen trato y no se aceptan familias completas. Aunque en 2013 se reglamentó la Ley de Protección de los Derechos de las Personas en Situación de Calle, hasta ahora no se puso en práctica. Fumarola no se cansa de brindar su actitud fraternal hacia los más vulnerables. El año pasado creó una mutual que proyecta instalar un centro de capacitación laboral con hospedaje para la gente en situación de calle: “Se puede hacer el cambio, hay historias reales de transformación, estas personas están esperando una mano que todos la podemos dar. Ese tiempo que le podemos dedicar, ese ‘hola’ de cada día los ayuda a un cambio de vida, a estar integrados socialmente. Necesitamos mucha gente con ganas de ayudar, yo creo que es posible cambiar el mundo, soy una convencida de eso, soy una idealista y confío plenamente en que depende de cada uno de nosotros la vida que queremos vivir y rodeados de quiénes queremos estar”

                                                                                       LAURA BROSIO 










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