lunes, 30 de septiembre de 2019

EL CERRO DE LOS SIETE COLORES


LEYENDA DEL CERRO DE LOS SIETE COLORES



Hace mucho tiempo en un pueblito suspendido en la quebrada, hoy llamado Purmamarca, no existía el color. Los lugareños, cada vez que miraban a su alrededor, se ponían tristes, cada vez más tristes… Un paisaje monótono: los cerros unos iguales a otros, las mañanas y las tardes muy silenciosas unas iguales a otras, alguna casa de adobe acá y otra allá unas iguales a otras, un guanaco, una vicuña, una llama caminando despaciosamente unas iguales a otras.
La Pachamama fue quien tuvo una idea. No podía permitir que de esa tierra brotara tristeza en vez de brotar alegría. Decidió colorear el pueblito. Comenzaría haciendo pintar los cerros y para ello llamó a los duendes, esos que habitan entre las montañas, y les encomendó una ardua tarea: embellecerlos. Les darían vida con colores y harían que provocaran admiración a todo el que los mirara. Así se enamorarían de esa tierra y nunca, nunca la abandonarían.
Como sería una sorpresa para descubrir cuando estuvieran listos, los duendes-pintorcitos debían ser muy cautelosos. Necesitaban hacer su “trabajo” de noche, cuando nadie los viera. Para ayudar, llamó a Mama Quilla, la luna y a los cardones, los vigías eternos. Ella iluminaría la oscuridad y ellos guiarían por dónde pintar.
El plan se puso en marcha. Llegada la noche los duendecitos prepararon los pinceles y los mojaron en los colores que Pachamama había elegido. Usaron el rosa de los flamencos, el rojo de los minerales del lugar, el verde de los pastos de los valles, el pardo terroso del centro de la tierra, el blanquecino de las salinas, el dorado que Inti, el sol, le regaló… ellos comenzaron a pintar y pintar tarareando una canción hermosa y muy pegadiza que nadie podría escuchar.
¡Manos a la obra! La mágica pintura fue dejando destellos de luz por aquí y por allá, fue haciendo ribetes en el cerro y aún más… en el aire. Ahora hasta los ríos van tomando color porque los pintorcitos enjuagan los pinceles en sus aguas. También, como salpican, van cubriendo todo el paisaje, todos lados… un verdadero arco iris. Todo es luz. Todo es color. Todo es brillo.
Felices por su trabajo los duendes saltan, ríen y festejan.
Es su ofrenda a la Pachamama que los mira como felicitándolos por la tarea cumplida. Mama Quilla se va ocultando y ya llega Inti, que hace resplandecer el sol, para que con su luz muestre qué ha sucedido en el cerro. La gente no puede dejar de admirar, la gente no puede dejar de reír. La tristeza se ha convertido en una pincelada de alegría.
Dicen que, aún hoy, todo el que observa el cerro se sonríe y se arrodilla a dar las gracias porque entiende que allí hay un regalo de los dioses. Dicen, también, que la gente aprendió a cantar una coplita, aquella que tarareaban los pintorcitos, la elevan al cielo en el crepúsculo como su inmenso agradecimiento por traer la alegría al pueblo.

Leyenda de Jujuy
Cecilia Santoro en su libro “Ocurrió hace mucho tiempo… Leyendas de nuestra patria”


EL CERRO DE LOS SIETE COLORES

El Macizo de los Siete Colores es un cerro que se encuentra en los alrededores de la famosa Quebrada de Purmamarca, departamento de Tumbaya, en la provincia de Jujuy. La villa de Purmamarca (“pueblo de la Tierra Virgen”) se encuentra a sus pies.
Es producto de una compleja historia geológica. Sus distintas capas de colores son el resultado de los sedimentos marinos, lacustres y fluviales que desde hace 600 millones de años se fueron depositando en la zona, y que luego, por movimientos tectónicos, adquirieron la ubicación actual.
Entre los colores que se pueden ver allí están el verde, el amarillo mostaza, el rosado, el blanquecino, el pardo marrón morado, el rojo pardo terroso y el naranja, que forman un espectáculo natural como pocos en el mundo.
Fue declarado en el año 2003 Sitio Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO debido a su enorme valor cultural.






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