domingo, 1 de septiembre de 2019

EL GOLPE CONTRA PERÓN DE SEPTIEMBRE DE 1955

16 DE SEPTIEMBRE DE 1955
EL GOLPE CÍVICO-MILITAR DE “LA LIBERTADORA”QUE DERROCÓ A PERÓN


La autoproclamada “Revolución Libertadora” instaurada el 16 de septiembre de 1955 vino a interrumpir un gobierno electo democráticamente, el del peronismo, de neto corte popular,  que había establecido la Reforma Constitucional de 1949, el voto femenino e importantes reformas laborales; sin embargo, fue tildado por el grueso de la oposición de “tiranía” y derrocado por los militares con el apoyo de sectores civiles y del clero.
Se instaló una dictadura militar que se arrogó poderes extraordinarios y vino a destruir gran parte de aquellas reformas, proscribir al peronismo y declarar ilegal la sola mención de los nombres de Perón y Evita.


 PERÓN ELECTO EN 1946


ANTECEDENTES HISTÓRICOS

En Argentina durante el siglo XX se perpetraron seis golpes de Estado: en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Los cuatro primeros establecieron dictaduras provisionales, en tanto que los dos últimos establecieron dictaduras de tipo permanente según el modelo de Estado burocrático-autoritario. El último, el más cruento, impuso un terrorismo de Estado en el que, entre otros graves hechos, se violaron masivamente los derechos humanos, se produjeron 30 mil desaparecidos y fueron apropiados cientos de bebés, a quienes privaron de su identidad.
En los 53 años que transcurrieron desde el primer golpe de Estado en 1930 hasta que cayó la última dictadura cívico-militar en 1983, los militares gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de “presidente”, uno cada 1,7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas) fueron interrumpidas mediante golpes de Estado, salvo la reelección peronista de 1952.
A lo largo de la historia se sucedieron gobiernos fundamentalmente conservadores, hasta que la Ley Sáenz Peña estableció el voto secreto y obligatorio y el 2 de abril de 1916 se llevaron a cabo las primeras elecciones democráticas en las que triunfa Hipólito Yrigoyen. Los radicales eran una organización política importante con alcance y organización nacional.
Yrigoyen asumió el cargo de presidente el 12 de octubre de 1916 –con los conservadores controlando el Senado–, buscó ampliar el apoyo social con la Reforma Universitaria que alumbró en el año 1918 en la provincia de Córdoba y se fue expandiendo hacia el resto de un país difícil de gobernar debido a los conflictos, fundamentalmente de los trabajadores que pensaron que llegaba el momento de lograr las reivindicaciones negadas desde que la Revolución Industrial llegara a estas costas con 100 años de atraso respecto de Europa.
En 1920, la Liga Patriótica Argentina comienza a minar al gobierno radical, jaqueado a su vez por grandes conflictos obreros como la Semana Trágica y la rebelión en la Patagonia con centenares de fusilamientos. Con el segundo gobierno de Alvear se produce una derechización del radicalismo, y durante la tercera presidencia, un Yrigoyen ya desgastado, fue presa fácil y se produce el primer golpe cívico-militar de 1930.


FESTEJOS EN CÓRDOBA TRAS EL DERROCAMIENTO



EL GOBIERNO DE PERÓN

El coronel Juan Domingo Perón había llegado a escalar posiciones en el golpe de Estado que en 1943 puso fin al régimen fraudulento de los conservadores. Encabezado por un grupo de militares de ideas nacionalistas que veían con preocupación la posibilidad de que, luego de que concluyera la Segunda Guerra Mundial, el comunismo hiciera grandes avances en todo el mundo, incluyendo la Argentina.
Mientras todo esto sucedía, el Departamento Nacional del Trabajo, ahora denominado Secretaría de Trabajo y Previsión (STP), recibió mayores atribuciones y comenzó a tomar numerosas iniciativas a favor de los peones rurales, obreros, empleados, técnicos y profesionales asalariados.
La acción decidida de Perón se tradujo asimismo en la expansión de beneficios jubilatorios, mejores indemnizaciones por accidentes de trabajo, aguinaldos, más cantidad de días de vacaciones pagas, nuevas cláusulas de defensa de la estabilidad para varios gremios, se dispuso la creación de un nuevo fuero judicial, con tribunales del trabajo a cargo de jueces especialmente dedicados a proteger los derechos de los trabajadores.
Hacia fines de septiembre del año 1945, la carrera política de Perón y su paso por la STP parecía haber llegado a su fin. En su afán por congraciarse con los trabajadores, el coronel había cosechado un furioso desprecio entre las clases altas y buena parte de los sectores medios. Había fracasado en su intento de conseguir una alianza con los radicales y, aunque apreciara las mejoras obtenidas, la CGT no se decidía a apoyarlo activamente.
A instancias de entidades patronales y sectores oligárquicos, con el apoyo de la embajada norteamericana, de los principales diarios y partidos políticos, durante ese mes la oposición a Perón ganó las calles en manifestaciones multitudinarias. La situación finalmente llevó al presidente de facto, el general Edelmiro Farrell, a prescindir de sus servicios. El 9 de octubre de 1945 Perón fue forzado a renunciar a todos sus cargos y recluido en la isla Martín García. Nadie previó entonces (ni siquiera él mismo) que un nuevo actor político irrumpiría en la escena nacional pocos días después para traerlo de vuelta a Buenos Aires, abriendo un curso histórico inesperado que transformaría hondamente la sociedad argentina, el 17 de octubre de 1945, el día que cambiará la historia del país.
En oposición a muchos pronósticos, el 24 de febrero de 1946 la fórmula Perón-Quijano obtuvo más del 50% de los votos emitidos, es decir, 304 electores contra 72 de la fórmula opositora que había salido ganadora solamente en cuatro provincias. El resto del país daba por primera vez un triunfo abrumador al coronel Juan Perón. Hay que tener presente que por entonces solo votaban los hombres, el voto femenino será una reivindicación futura del gobierno peronista.
 En las siguientes elecciones del 11 de noviembre de 1951, Perón es reelecto con un 63,40% de los votos, por el período 1952-1958; fueron las primeras elecciones en que las mujeres pudieron ejercer su recién adquirido derecho al voto.​
 Sin embargo, no alcanzará a cumplir su segundo mandato ya que una insurrección militar, apoyada por civiles y sectores del clero producirá un nuevo golpe militar, el 16 de septiembre de 1955.


SE APROXIMA EL GOLPE MILITAR

La oposición activa contra Perón comenzó a gestarse hacia 1951, cuando sectores cívico-militares autodenominados Comandos Civiles desarrollaron acciones de sabotaje que si bien hicieron más ruido que daño, constituyeron un síntoma temprano de lo que tomaría cuerpo cuatro años más tarde, cuando el 16 de junio de 1955 se produjo el bombardeo a Plaza de Mayo con la intención de matar a Perón. Fracasada la intentona golpista que dejó centenares de muertos civiles, y tras la respuesta incendiaria del mismo 16 a la noche, la crisis se encaminó por un laberíntico proceso de diálogo con las fuerzas de la oposición para impedir una confrontación de impredecibles consecuencias.

ARAMBURU Y ROJAS LÍDERES DEL GOLPE

La censura parecía quedar atrás y los más importantes representantes del antiperonismo organizado vieron abiertas por primera vez en años los medios de difusión estatales para expresar sus ideas y propuestas. El cambio de actitud del gobierno, según señalan numerosos observadores, tenía una base férreamente fundada: los mandos del Ejército que lo habían salvado del derrumbe total cuando la intentona del 16 de junio, le habían impuesto ahora una tutela que el presidente debía aceptar a rajatabla.
Perón ofreció a la Iglesia que fuera el Estado quien costeara la restauración de los templos destruidos en junio de 1955, a la vez que hacía rodar las cabezas políticas del ministro del Interior y del de Educación, hombres de reconocida posición contraria a aquella institución religiosa. También debió dejar el gobierno el titular de la Secretaría de Prensa, Raúl Apold, en un gesto que parecía anunciar una mayor libertad de expresión.
Pero los hechos ocurridos eran demasiado graves como para establecer rápidamente una línea acuerdista, y la tentación de desalojar a Perón de la Casa Rosada era en esos momentos una posibilidad real.
La oposición de derecha y el empresariado, alarmados por el avance de la política distributiva del gobierno –más del 50% (de la torta) para los trabajadores y menos de aquella mitad para los empresarios, más todas las leyes sociales que protegían a los asalariados–, que les recortaba considerablemente su tasa de ganancia, aceleraron su actitud golpista y frustrado el diálogo y una salida negociada, la suerte quedó echada.
Perón entonces congela su política de “mano tendida” ensayada tras la crisis de junio, regresa a sus prácticas de discursos explosivos frente a sus seguidores. El 31 de agosto, frente a una multitudinaria concentración popular, convocaba a los peronistas a ejercer la justicia por mano propia con la fórmula del “cinco por uno”, que invitaba a quintuplicar las muertes de los opositores por cada uno de los propios en las luchas presentes y por venir. Esta actitud, contradictoria también con la indulgencia con los alzados del 16 de septiembre, alteró aún más los ánimos de la oposición, especialmente de las derechas, inmersos en una sociedad dividida, y cada bando comenzó a velar sus armas. A principios del mes siguiente, varios mandos militares pasaron a una clandestinidad preparatoria de una inminente asonada militar, mientras el día 7 la CGT propicia formalmente la formación de milicias obreras armadas para defender a su gobierno, en una actitud ya tardía y tampoco aceptada por Perón. Primó el argumento del “no derramamiento de sangre”. Sangre que correría sí, luego de producido el golpe.


EL GOLPE

Perón creía haber sido lo suficientemente previsor al reemplazar los mandos de las principales guarniciones de Buenos Aires y Campo de Mayo y colocando en su lugar a jefes militares fieles. Sólo quedaban como posibles focos de rebelión algunas unidades del interior del país, a las que en breve pensaba neutralizar. Efectivamente, sería el interior donde se iniciaría la asonada militar, pero, contrariamente a los cálculos de Perón, las neutralizadas serían las fuerzas leales.
Finalmente, el 16 de septiembre de 1955, las Fuerzas Armadas iniciaron en Córdoba un movimiento destinado a derrocar a Perón, con la complacencia de un amplio espectro de partidos que iban desde el más tradicional conservadurismo hasta el Socialista. Parecía que la vieja Unión Democrática revalidaba sus títulos y pretensiones.
A la cabeza de la revuelta se hallaba el general Eduardo Lonardi, quien a las cero horas del 16 dio la luz verde a los insurrectos. El primer objetivo, la toma de la Escuela de Infantería de Córdoba, se logró tras una dura lucha de casi ocho horas de combate. Para las primeras horas de la tarde, los insurrectos controlaban varias radioemisoras y comenzaban a difundir por el país proclamas golpistas.
Mientras tanto, las guarniciones cuyanas adhirieron al movimiento y otros alzamientos militares se reprodujeron en varias provincias. Incluso algunas fracasaron, como la comandada por el general Pedro Eugenio Aramburu en Curuzú Cuatiá, quien fue rodeado por tropas leales y obligado a huir.
La Marina, por entonces comandada por el almirante Isaac Rojas, se apostó, según lo convenido con sus colegas del Ejército, con varias naves bloqueando Buenos Aires y amenazando con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud.
El levantamiento naval en Río Santiago fue duramente reprimido por tropas del Ejército y aviones de la Fuerza Aérea.
El golpe militar en marcha no lograba librarse plenamente de la resistencia de los sectores aliados. Incluso la acción de los Comandos Civiles, preparados para tomar las emisoras radiales de la Capital, fueron eficazmente repelidos por la Policía Federal.

El anuncio del diario Clarín tras el golpe en 1955

La situación se mantuvo con cierta indefinición en los siguientes dos días. El principal foco rebelde era el de Lonardi en Córdoba, razón por la cual los mandos leales a Perón proyectaron el llamado “Operativo Limpieza” para reprimirlo.
Cuando todo hacía prever que Córdoba caería, la situación giró bruscamente cuando al mediodía de aquel 19 de septiembre Perón hizo pública una carta donde aceptaba renunciamientos personales para evitar un enfrentamiento sangriento. El anuncio, que en su ambigüedad no hablaba de ceder el ejercicio de la presidencia, dejó desarmadas a las fuerzas leales y alentó a los rebeldes.
La respuesta de la Marina fue tajante: si no mediaba una inmediata capitulación de Perón y sus fuerzas, los buques de guerra bombardearían la Capital Federal. Para el día 20 se convino una reunión entre los jefes de ambos bandos para dirimir una salida. En la reunión, realizada a bordo del crucero Argentina y con la presencia del almirante Rojas, se acordó la renuncia de Perón y todo su gabinete; que Lonardi sería designado presidente provisional, y que todas las fuerzas regresarían a sus bases para esperar las órdenes del nuevo gobierno.
Tras la llegada de los emisarios de Lonardi, se acordó también cuales serían las bases de la llamada Revolución Libertadora, entre ellas, la convocatoria a elecciones y la legitimación de la Constitución de 1853 (se derogaban las reformas de 1949). El 23 de septiembre, mientras Perón partía hacia el exilio a bordo de una cañonera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de clase media y alta, colmó la Plaza de Mayo para aclamar al nuevo presidente provisional, el general Eduardo Lonardi, que anunciaba desde los balcones de la Casa Rosada que no había “ni vencedores ni vencidos”.
Sin embargo los enfrentamientos dejaron unos 4.000 muertos. Para la historia "no oficial" fue llamada la “Revolución fusiladora”.
Por el Decreto Ley 4.161 de Pedro Eugenio Aramburu del 5 de marzo de 1956, se prohibía pronunciar los nombres de Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón, así como cualquier mención referida a la ideología peronista o que propagandizara al peronismo. Como anécdota trágica del momento, se cuenta que detuvieron a un loro que repetía: “Perón, Perón…” y fue fusilado. Sobrevino una etapa de revanchismo que acarreó muchas víctimas.
Empero la historia continuará, vendrá el frustrado levantamiento del general Valle el 9 de junio de 1956, que terminó con su fusilamiento y el de quince militares sublevados, y la masacre de civiles en José León Suarez. Tras las elecciones, asumirá Frondizi, con el apoyo de Perón, pero aplicará su “Plan Conintes” (Conmoción Interna del Estado) dando lugar a una ola de allanamientos y arrestos en todo el país. El objetivo era terminar con la conflictividad obrera que obstaculizaba sus planes de gobierno y para concretarlo acudió a las Fuerzas Armadas, permitiendo la aplicación de las penas previstas por el Código de Justicia Militar, entre ellas, el juicio sumario (fusilamiento de los acusados), luego su derrocamiento y la subsiguiente alternancia de golpes militares y gobiernos civiles, pero éstos serán motivos de otros artículos.

Miguel Eugenio Germino


Fuentes:
-Felipe Pigna elhistoriador.com.ar
-https://www.taringa.net/+info/golpe-de-estado-en-argentina_137iuv




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