13 DE DICIEMBRE DE 1828
EL CRIMEN DE NAVARRO: EL
FUSILAMIENTO DE DORREGO
Manuel Dorrego fue una temprana víctima de la lucha entre
Unitarios y Federales. Juan Lavalle, quien dio la orden de fusilamiento, fue rebautizado
como “la espada sin cabeza” por Esteban Echeverría.
Esa muerte, llevó a Lavalle a un remordimiento que debió soportar hasta la
tumba. Dorrego tuvo la confianza y apoyo de patriotas como San Martín y
Belgrano, y el odio de los más intransigentes unitarios, como Juan Lavalle y
José María Paz.
MANUEL CRÍSPULO
BERNABÉ DORREGO
Manuel
Dorrego nació en Buenos Aires, el 11 de junio de
1787 y murió fusilado en Navarro, provincia de Buenos Aires, el 13 de diciembre de 1828.
Fue un militar y político argentino que
participó en la guerra de Independencia y
en las guerras civiles argentinas.
Se destacó como uno de los principales referentes del naciente federalismo rioplatense, fue gobernador de la provincia de
Buenos Aires en dos oportunidades: en 1820 y entre 1827 y 1828.
Fue derrocado por las fuerzas unitarias del
general Juan Lavalle,
derrotado en la batalla de Navarro y
luego fusilado por orden del mismo Lavalle, azuzado por Salvador María del
Carril, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Ignacio Álvarez
Thomas y José María Paz, entre otros.
EL PADRE DE LOS
POBRES
El “Loco Dorrego” lo llamaban sus enemigos; el “Padre de los pobres”, sus seguidores. En sus 41 años
de vida, Manuel Dorrego peleó en batallas por la Independencia
junto a Manuel Belgrano; participó en las
primeras revueltas chilenas cuando aún era un joven estudiante; cruzó la Cordillera de los Andes cinco años antes que el
Libertador José de San Martín; se enfrentó a cara descubierta con la oligarquía
porteña y, durante su corto período como gobernador de Buenos Aires, tomó medidas populares y
revolucionarias en favor de los humildes.
Enfrentando
poderosos intereses trató de torcer lo que
muchos imaginaban como un destino manifiesto del fracaso nacional. Suspendió el pago de la deuda, aplicó
medidas de gobierno en defensa de los sectores populares e intentó una política de acercamiento con los gobernadores de
provincia buscando evitar el naufragio y la disolución de la nación.
Se interesó por la
suerte de los gauchos y peones de estancias, que padecían los efectos de la
leva, sistema usado para el reclutamiento de las tropas de línea y milicias de
fronteras. Dorrego, que venía oponiéndose sin éxito a la leva forzosa desde sus
años de representante, decidió abolirla.
Selló la paz con
Brasil y reconoció la independencia absoluta de la Banda Oriental, cuando ya
tenía entonces un amplio espectro de adversarios, simpatizantes del disuelto
gobierno nacional, más los unitarios, numerosos grupos del ejército que, al
finalizar la guerra, se verían relegados de la principal escena política.
JUAN LAVALLE
Su primera derrota
tuvo lugar en las elecciones legislativas de finales de 1827. Un año más tarde,
el 1º de diciembre de 1828, debió enfrentar una amplia conspiración.
Tras el alzamiento
del 1º de diciembre, Dorrego se refugió en las afueras de la ciudad, más
precisamente en Cañuelas. El 9 de diciembre, se encontraron en Navarro –100
kilómetros al sudoeste de la capital– las tropas de Dorrego y las de Lavalle. El triunfo
fue para estas últimas y el líder federal fue tomado prisionero.
El fusilamiento de
Manuel Dorrego tuvo ecos que se manifestaron en canciones, poemas, semblanzas y
películas. La más reconocida es "El romance de la muerte de
Juan Lavalle" que escribió en primera instancia Ernesto Sábato
como un capítulo de su novela Sobre héroes y tumbas, pero
que luego musicalizó junto a Eduardo Falú, dándole vida a una pieza
memorable y polémica del folclore argentino. La
obra cuenta parte de la historia de Dorrego y Lavalle, a través de piezas
musicales como el cielito, la chacarera, el estilo, la zamba y la vidala.
Dorrego, consciente
de la trascendencia política de su muerte, le entrega dos cartas: una dirigida
a su hermano Luis y otra destinada a su inminente viuda, Ángela Baudrix, junto
con su guerrera de teniente coronel de Cazadores.
Luis Dorrego leerá días después:
“No hay remedio,
mis enemigos van a sacrificarme; estos ciegos ministros piden a gritos mi
sangre, y ella correrá muy pronto; pero no siento tanto por mi muerte como el
descrédito y los males que amenazan a nuestra amada Patria. ¡Ah! Si yo pudiera
morir sin que se resienta el crédito de la República, y especialmente de este
pueblo, al que debo mi existencia. ¡Si yo supiera que el borrón con que van mis
asesinos a manchar la historia, habría de caer solamente sobre su execrable
conducta!, al menos este consuelo me haría descansar en el sepulcro; pero en ti
confío, querido hermano; tú quedas y tu voz no espirará tan pronto como la mía;
mientras existas, haz cuanto puedas para que no se fije este tizne sobre la
reputación de nuestra amada Patria”.
Aquel fusilamiento
será probablemente el primer crimen político contra un líder popular que
amenazaba los intereses de la oligarquía porteña, marcando la tónica de la
política en lo que todavía era apenas un proyecto de país, abriendo las puertas
a décadas de enfrentamientos civiles, cuyos ecos lejanos aún hablan del
circular y violento drama argentino, aún no saldado.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-- Pigna, Felipe Los mitos de la historia
argentina 2, Buenos Aires, Planeta,
2004.
-- https://elhistoriador.com.ar/romance-a-la-muerte-de-manuel-dorrego-por-felipe-pigna/
--
https://enfantterrible.com.ar/cultura/la-triste-fantasma-del-fusilado-manuel-dorrego/
-- https://www.cultura.gob.ar/manuel-dorrego-el-primer-lider-popular-9122/
No hay comentarios:
Publicar un comentario