“Si la tocan a Cristina qué kilombo se va a armar” cantaban. No la mataron de milagro, pero todo siguió normal. Al otro día la Policía Federal borró el celular del asesino y se abortó la posibilidad de investigar. El Ministerio del Interior, del que depende la policía que trasladaba el celular, no tomó ninguna medida. La militancia no solo no armó ningún kilombo sino que nos quedamos mirando por televisión. Un mes después, sin asumir lo que pudo ser un magnicidio nos pasamos medio año cantando “Cristina Presidenta” incluso cuando ella dijo con todas las letras que no iba a postularse a nada. No tomamos en serio ni nuestras propias palabras acerca del quilombo que se iba a armar, ni tampoco que ella renunciaba a conducirnos. El fascismo argentino comprobó que estábamos regalados. Y acá estamos.
Algún día vamos a advertir que el descenso de Argentina al infierno se concretó cuando se intentó asesinar a Cristina y no hubo una respuesta civil a la altura de las circunstancias.
Nos estaban probando y vieron que nuestros reflejos ya no funcionaban.
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No se si la caída se inició ahí, con la vergonzosa claudicación en el tema Vicentín o incluso antes. Pero que la jueza Capuchetti, con ese apellido, y siendo hija de un comisario de la Policía Federal sea encubridora, no debería sorprender. Pero que ella y los medios dominantes hallan tapado el hecho monstruoso de que Gerardo Milman y sus secretarias estaban al tanto de que se intentaría asesinar a Cristina, y que cualquiera con dos dedos de frente puede tener vehementes sospechas acerca de que su jefa, Patricia Bullshit no podía ignorarlo, y que tampoco podía ignorarlo el jefe de ella, Macri, nos sitúa en otro plano.
Estas vehementes sospechas, y el abrumador silencio en torno a ellas de los fiscales, legalmente obligados a defender el interés público (y vaya si lo es matar a una dos veces presidenta hoy que sigue siendo la persona política con más adhesión popular) llenan de zozobra el alma de cualquiera, pues parecen indicar que por detrás de las instituciones detenta el poder una mafia tenebrosa.
En mi opinión, hemos vuelto a marzo de 1976, con un Martínez de Hoz descarado. Al punto de que Milei ha dicho claramente que no pretende volver al preperonismo, sino tambiénal preyrigoyenismo, es decir a cuando no existían leyes sociales ni voto universal e imperaba el fraude.
Ha logrado encaramarse en la cúspide del Estado que quiere destruir gracias al voto universal y obligatorio que quiere arrojar al desván de los recuerdos.
Osvaldo Cascella estuvo difundiendo este texto, que no se si es de su autoría:
Chau PAMI con sus remedios, estudios e internación gratis.
Chau ANSES con su Fondo de Garantía y movilidad de las jubilaciones.
Chau Aerolíneas argentinas
Chau Ferrocarriles Argentinos
Chau subsidios al transporte y servicios
Chau TV Pública, Radio Nacional, Télam, Canal Encuentro, Paka Paka, Deportv.
Chau Arsat.
Chau Banco Nación.
Chau YPF
Chau Vaca Muerta.
Chau Litio.
Chau Canal Magdalena.
Chau Astillero Río Santiago.
Chau Educación Pública.
Chau club de barrio.
Chau Salud Pública.
Chau universidades gratuitas.
Tantos chau a impedir que a los veteranos nos va a costar carísimo.
A la clase dominante ya no le alcanzaba con el preperonismo ahora el modelo es el preyrigoyenismo.
Esta juventud enamorada de la libertad, ya aprenderá que “La experiencia propia es cara y llega tarde.”
Abrazos en el Día de la Soberanía Nacional (otra cosa que querrán quitar).
Agrego yo: para saber que nos espera, lean este hilo de “la primera diputada liberal-libertaria de la historia”.
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