21 de julio de 1938: el fin de la Guerra del Chaco
“Las guerras dicen que ocurren por nobles razones: la
seguridad internacional, la dignidad nacional, la democracia, la libertad, el
orden, el mandato de la civilización o la voluntad de Dios. Ninguna tiene la
honestidad de confesar: ‘Yo mato para robar’”…
“Las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en
nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre
del progreso, en nombre de la democracia y si por las dudas, si tanta mentira
no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a
inventar enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un
gran manicomio y un inmenso matadero…”
Eduardo
Galeano
La Guerra del Chaco
fue un enfrentamiento entre Bolivia y Paraguay, por la intervención de la
región del Chaco Boreal, que se llevó a cabo entre el 9 de septiembre de 1932 y
el 21 de julio de 1935, en tierras inhóspitas y carentes de agua. En los papeles la ganó Paraguay
que se quedó con las tres cuartas partes del Chaco, pero en realidad la
perdieron los dos pueblos, ya que la guerra dejó un saldo de 90 mil
muertos, más los heridos, desplazados, mutilados y enfermos por infecciones
contraídas durante el conflicto.
Apiñados en camiones rumbo al frente y a casi una muerte segura
El Gran Chaco es una región geográfica
ubicada en el centro-sur de América del Sur, que se extiende en parte de los actuales territorios de Bolivia,
Paraguay, y Argentina. Incluye la parte sur de la región de los llanos
orientales de Bolivia, una pequeña parte del sudoeste de Brasil, la región
occidental de Paraguay y la parte central del norte argentino o región chaqueña
argentina.
¿Qué
fue la Guerra del Chaco?
Entre las principales causas de aquella
guerra se encuentra la disputa por la salida al mar y ciertos problemas
limítrofes y territoriales, además por la industria del petróleo, que siempre
metió la cola para azuzar los ánimos ya exaltados de los pueblos que mantienen
controversias territoriales, de que tampoco es ajena la industria armamentista.
Finalizada la Guerra
de la Triple Alianza en 1870, Paraguay y Argentina acordaron someter la disputa
sobre parte del territorio del Chaco Boreal a un arbitraje, con propósito de
evitar un reinicio de las hostilidades. Fue elegido árbitro el entonces
presidente de los Estados Unidos Rutherford B. Hayes quien, el 23 de noviembre
de 1878, falló a favor de Paraguay confirmando sus derechos sobre la región. De
forma inmediata, Bolivia anunció su desacuerdo con el fallo, iniciándose así
una larga batalla diplomática.
una de las tantas trincheras durante el conflicto
Otro antecedente de la guerra puede
buscarse en la pérdida de Bolivia del acceso al Pacífico durante la guerra con
Chile (1879-1883). Después de tener que ceder el territorio a Chile, Bolivia
buscó otro acceso al océano, en este caso por el
Este, a través del río Paraguay, que es un río
profundo y accesible a barcos que navegan por el océano. Bolivia deseaba tener
un puerto de mar en el río Paraguay y para lograrlo necesitaba posesionarse de
parte del Chaco. La poca ocupación y explotación que se había hecho en el Chaco
la hizo el Paraguay durante la década de los años veinte. En esa época llegó a
Asunción un grupo de inmigrantes menonitas a los que el gobierno paraguayo
otorgó en 1928 territorios para colonizar, dando
inicio a la ocupación civil de la región. Además, los paraguayos habían
construido puertos e instalaciones sobre el río Paraguay para la producción de
tanino para curtir cueros. De estas instalaciones partían ferrocarriles de vía
estrecha que penetraban al territorio chaqueño hasta el límite de los bosques
para acarrear los árboles hacia los puertos.
También se especulaba sobre la existencia
de yacimientos petroleros en la zona, aunque años después de concluido el
conflicto se descubrió que no existían, aparte de los que ya se habían
descubierto en la pre-cordillera boliviana lindante con el Chaco.
Anticuado avión usado por Paraguay
La Guerra
del Chaco es considerada la ofensiva más importante en Sudamérica durante el
transcurso del siglo XX, ya que tuvo una duración de 3 años y ocasionó
numerosas muertes, desaparecidos, enfermedades y falta de alimentos.
Varios fueron los tratados y protocolos que no pudieron ser ratificados por las dos partes, destacándose:
·
Tratado
Decoud-Quijano, del 15 de octubre de 1879
·
Tratado
Aceval-Tamayo, del 16 de febrero de 1887
·
Tratado
Benítez-Ichazo, del 3 de agosto de 1894
·
Tratado Pinilla-Soler
en 1907
·
Tratado
Ayala-Mujía en 1913
La Guerra
del Chaco llegó a su fin en el año 1935, debido también al descontento por
parte de ambas poblaciones y a la constante
presión para el cese de la guerra, principalmente del pueblo boliviano y las naciones
americanas. Las inversiones económicas, sumadas a la malaria y la falta de
agua, causaron una grave crisis para ambos países.
Finalmente, luego de largas negociaciones, se firmó el Tratado
de Paz de 1938 en Buenos Aires, donde se reconocieron aproximadamente
230.000 kilómetros cuadrados del territorio para Paraguay y, para Bolivia, el
acceso al río Paraguay junto con el poblado de Puerto Casado. Sin embargo, no
fue hasta el 27 de abril de 2009 cuando finalmente se firmó el acuerdo
definitivo que dejó en claro el establecimiento de los límites, llamado “Acta de cumplimiento y ejecución del
Tratado de Paz, Amistad y Límites entre Bolivia y Paraguay de 1938”.
¿Quién
ganó la guerra del Chaco?
Principalmente los grandes derrotados
fueron los pueblos, que dejaron en el campo de batalla miles de muertos y mutilados, tras
3 años de batalla, aunque territorialmente fue favorecido el Paraguay. El
territorio en disputa quedó dividido de la siguiente manera: una cuarta porción
sería de Bolivia y tres cuartas porciones serían de Paraguay. Asimismo, una
franja a orillas del alto río Paraguay se le asignó a Bolivia, quien obtuvo acceso
al mar, todo al costo de 90 mil muertos.
“Año: 1933 Campos Jordán La Guerra
del Chaco” – por Eduardo Galeano
Están en guerra Bolivia y el
Paraguay. Los dos pueblos más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más
vencidos y despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa.
Escondidas entre los pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la
Royal Dutch Shell disputan el posible petróleo del Chaco. Metidos en la guerra,
paraguayos y bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que
no aman, que nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y
serpientes, sin un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este
mundo de espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas
de agua. Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de
las cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren
de bala, pero más mueren de sed. Nubes de moscas y mosquitos persiguen a los
soldados, que agachan la cabeza y trotando embisten a través de la maraña, a
marchas forzadas, contra las líneas enemigas. De un lado y del otro, el pueblo
descalzo es la carne de cañón que paga los errores de los oficiales. Los
esclavos del patrón feudal y del cura rural mueren de uniforme al servicio de
la imperial angurria. Habla uno de los soldados bolivianos que marcha hacia la
muerte. No dice nada sobre la gloria, nada sobre la patria. Dice, resollando: –“Maldita sea la hora en que
nací hombre”.
la firma de la paz
Contará Augusto Céspedes, del lado
boliviano, la patética epopeya. Un pelotón de soldados empieza a excavar un
pozo, a pico y pala en busca de agua. Ya se ha evaporado lo poco que llovió y
no hay nada de agua por donde se mire o se ande. A los doce metros, los
perseguidores del agua encuentran barro líquido. Pero después, a los treinta
metros, a los cuarenta y cinco, la polea sube baldes de arena cada vez más
seca. Los soldados continúan excavando, día tras día, atados al pozo, pozo
adentro, boca de arena cada vez más honda, cada vez más muda; y cuando los
paraguayos, también acosados por la sed, se lanzan al asalto, los bolivianos
mueren defendiendo el pozo, como si tuviera agua.
Contará Augusto Roa Bastos, del lado
paraguayo, la patética epopeya. También él hablará de los pozos convertidos en
fosas y del gentío de muertos, y de los vivos que sólo se distinguen de los
muertos porque se mueven, pero se mueven como borrachos que han olvidado el
camino de su casa. Él acompañará a los soldados
perdidos, que no tienen ni una gota de agua para perder en lágrimas.
Una
guerra por el agua que no existía
La aridez y la escasa población de ese
territorio hicieron que, desde la época colonial, nunca se definieran sus
límites en cuanto a la dependencia política-administrativa. Recién después de
que Bolivia perdió la salida al océano Pacífico, como consecuencia de la Guerra
del Pacífico (1879), esa región adquirió un valor estratégico para ese país.
Después de tres años de duración y al precio de noventa mil muertos concluye
esta guerra, en la que paraguayos y bolivianos cruzaron las primeras balas en
un caserío llamado Masamaclay –que en lengua de indios significa lugar
donde pelearon dos hermanos–.
Al mediodía llega al frente la noticia. Callan los cañones. Se incorporan los
soldados, muy de a poco, y van emergiendo de las trincheras. Los haraposos
fantasmas, ciegos de sol, caminan a los tumbos por campos de nadie hasta que
quedan frente a frente el regimiento Santa Cruz, de Bolivia y el regimiento
Toledo, del Paraguay.
Los
restos, los jirones. Las órdenes recién recibidas prohíben hablar con quien era enemigo hasta hace un rato. Solo está permitida
la venia militar; y así se saludan. Pero alguien lanza el primer alarido y ya
no hay quien pare la algarabía. Los soldados rompen la formación, arrojan las
gorras y las armas al aire y corren en tropel, los paraguayos hacia los
bolivianos, los bolivianos hacia los paraguayos, bien abiertos los brazos,
gritando, cantando, llorando y abrazándose ruedan por la arena ardiente, perdidos
en un desierto carente de agua.
En
el cine
“Hijo de hombre” es una película sobre la Guerra
del Chaco, que tuvo como títulos alternativos “La
sed” y “Choferes
del Chaco”. Esta coproducción de Argentina y de
España, fue filmada
en blanco y negro, siendo
dirigida por Lucas Demare sobre el guión de
Augusto Roa Bastos y se estrenó el 27 de abril
de 1961 con Francisco Rabal, Olga Zubarry y Carlos Estrada
en sus papeles principales.
Miguel
Eugenio Germino
Fuentes:
- Galeano,
Eduardo, Memoria del Fuego 3, Catálogos, 2004.
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