domingo, 28 de junio de 2020

UTOPÍA GARDELIANA


EL BARRIO, GARDEL Y LA HISTORIA



UTOPIA GARDELIANA - Año 1933


Una tarde del mes de septiembre de 1933, pasando por delante de la casa de Jeán Jaurés 735, sabiendo quiénes allí vivían y estando la puerta entreabierta, con la curiosidad de un niño comencé a abrirla e ingresé al pasillo de entrada… En ese momento, al oír la puerta que se abría, se hace presente “el dueño” de casa, quien con una amplia sonrisa, su cabello engominado y en robe de chambre –creo que de color bordó–, gentilmente me pregunta “¿Qué necesitas pibe?”... Yo, anonadado, sólo atiné a decirle: “Pedirle un autógrafo Don Carlos”…, él me respondió: “Claro que sí, pasá pibe” y me hizo entrar al hall frente a una “pared” de vidrios de colores que daban a un patio hermoso, lleno de plantas, una escalera, a los costados puertas con persianas altas de madera y al fondo una cocina.

la antigua cocina original de la casa de Gardel

Mientras tanto Don Carlos ingresó a una piecita que después supe era su escritorio. En ese momento llegó con un mate en la mano recién cebado Doña Berta –la conocí enseguida– me preguntó si Carlitos ya me había visto y si quería un matecito que le había preparado para él, me consultó también cómo me llamaba y le dije “Héctor”. Le agradecí porque en verdad yo nunca había tomado y no sabía qué gusto tenía. Me comprendió y mientras me preguntaba si vivía lejos, le dije: “En Gorriti 3767, a unas cuantas cuadras”, entonces exclamó: “¿Y cómo llegaste hasta aquí?”. Le respondí que vine hasta el Mercado de Abasto porque quería conocerlo ya que mi abuelo era proveedor de frutas y verduras, porque tenía una quinta en donde vivíamos y que llegaba hasta la esquina de Honduras y Sadi Carnot (hoy Mario Bravo). Se puso muy contenta con lo que yo le contaba. Allí regresó Carlitos, con una foto autografiada y me dijo: “Cuando entré a firmarte el autógrafo no pregunté cómo te llamabas, pero escuché cuando se lo dijiste a la ‘viejita’, así que aquí la tenés dedicada a tu nombre, Héctor”.


la habitación del ídolo de su casa de Jean Jaurés

Al momento de recibirla y querer agradecerle me comenta: “Mirá, yo dentro de dos meses estoy viajando a EE.UU. y como hoy solo tengo actuación en el Cine 25 de Mayo me sobra tiempo para mostrarte nuestra casa, pasá”. Me acompaña a la sala que daba a la calle y me dice “Aquí nos reunimos con las ‘escobas’ para ensayar, no sabés las veces que los purretes de la cuadra nos golpean la ventana para vernos y oírnos ensayar, por un rato la abrimos, pero después tenemos que seguir entre nosotros, es decir, ‘sin público’”, al decir esto larga una sonrisa y una pequeña carcajada… jajaja. Me muestra el piano, la guitarra apoyada en la pared, algunas de las muchas cartas que recibe de admiradores, felicitándolo o pidiéndole una foto con su autógrafo, como hice yo.
Allí me lleva hasta lo que dije al principio: su escritorio, una mesita, un silloncito sencillo, muchas fotos, una lapicera, dos frascos de tinta, una negra y otra color blanco para firmar las fotos.


                         El escritorio de Gardel

Pasamos a la habitación contigua, una camita de bronce, sencilla, con una linda colcha, tal vez tejida por Doña Berta, un roperito, un banquito, dos alfombritas al pie de la cama, una de cada lado y un porta sombrero con dos o tres “funyi” de color gris, marrón y colgado de allí un “saco fumador”.
Al llegar a la otra habitación, me dice: “Es el dormitorio de mamita, vamos a pasar por afuera del patio, allí no me meto, es el lugar de ella”. Como corresponde, por respeto de hijo, así lo hicimos. Llegamos a la última pieza, la que doña Berta utiliza como lugar para tejer, recibir a sus amigas y charlar cómodamente.
Ya estamos llegando al final de la casa y sobre la mano izquierda está la cocina donde Doña Berta cocina sus pucheretes y otras comidas, algunas recordando a su querida Francia, simple, limpia, ordenada, con mate, yerba y pava sobre una mesada de mármol.


                       Parte del baño original

Al lado, pegados a la escalera hay dos espacios, uno es el baño con su depósito de agua “adherido” a la pared en la altura y al lado la “salita” de planchado de doña Berta, sus dos planchitas, alguna que otra ropa preparada para planchar y un cómodo espacio para hacerlo.
En ese momento es que me invita a subir la escalera y mostrarme en el medio del tramo la piecita donde él practica solo, entonando partes de óperas, una pasión heredada de sus conocidos tenores, entre ellos Enrico Caruso. Me dice: “Aquí paso lindos ratos cantando sin molestar a nadie y aprovecho esa pasión que tanto me gusta”.
Llegó la despedida, le di un beso cariñoso a Doña Berta y un “apretón” de manos a Carlitos y él pasó su mano sobre mi cabeza. Me despedí, con mi agradecimiento.

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 las escaleras a la terraza en estado original


Pasaron los años y en casa lo seguía escuchando por radio, cuando mis tías y mi mamá lo hacían.
Un día, recuerdo bien, el lunes 24 de junio de 1935, se alborotó mi hogar y se pusieron muy tristes todos, es que había fallecido, en Medellín (Colombia), Carlos Gardel… yo no tenía todavía mucha conciencia de lo que era la muerte, pero al verlos llorar y escuchar los comentarios me di cuenta que nunca más lo podría volver a visitar en su casa de Jean Jaurés.
Recuerdo que un día de febrero de 1936, creo que el 6, mi tía Elena y mi mamá se enteraron que el cortejo fúnebre de Carlitos pasaba por la Avda. Corrientes hacia el cementerio de Chacarita y hacia allá partieron. Al volver me contaron que una cantidad de gente los acompañaba por la calle, aparte de los que estaban parados en ambas veredas arrojando flores hacia el carruaje que trasladaba los restos de quien había sido y sigue siendo el cantor mayor que tiene nuestro tango.
Allí fue que se me amontonaron los recuerdos de esa tarde tan hermosa que pasé, en el mes de setiembre de 1933, cuando me firmó el autógrafo, el que con el tiempo y por las cosas de la vida, no quedó entre mis recuerdos pero sí, muy grabado en mi memoria.
No sé si esto lo viví así, pero me parece que fue un sueño hermoso el haber podido estar dentro de la casita de Doña Berta y la de Carlitos, cuando él regresaba de sus giras.

 Héctor F. Rebasti

Año Gardeliano 2020

Las fotos son de la amplia colección del autor

Héctor Rebasti  es un histórico colaborador de Primera Página desde sus inicios




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