La pospandemia y las prácticas sociales
autoritarias
Mientras América latina atraviesa el pico de contagios y
Europa avanza en la salida de la emergencia, ya despuntan los debates sobre el
mundo que habitaremos en el corto plazo. Y si bien es verdad que hay efectos
positivos, especialmente en el medio ambiente, también se vislumbran
posibilidades de que se instalen prácticas cotidianas represivas para
garantizar el cumplimiento de las medidas de prevención.
El sistema educativo es una clara muestra de lo que puede
ser el futuro inmediato. El regreso a las aulas será inevitable en todo el
planeta. Pero son pocos los países que lo concretaron. China empezó pero tuvo
que retroceder por un rebrote, España lo hizo parcialmente e Italia puso fecha
para septiembre. En la Argentina, el Ministerio de Educación nacional ya aclaró
que no manejan fechas probables.
Frente a este panorama, debemos tomar el ejemplo de Francia
para especular sobre lo que puede ser el retorno a clases. Y es ahí donde
suenan las alarmas, ya que se deben conciliar las medidas de distanciamiento
social, con la premisa educativa de que el intercambio entre toda la comunidad
escolar es el que garantiza el aprendizaje y la salud mental de las y los
alumnos. Pero en concreto, el ejemplo francés nos trae datos negativos: la
escuela se transformó en un centro de “guardado
social” donde las familias dejan a los alumnos
para ir a trabajar y la vida escolar está marcada por pautas disciplinarias
severas, que reglamentan y limitan las conductas.
La nueva cotidianidad escolar francesa está marcada por el
timbre de entrada, salida, cambio de clases. Tiempos muy marcados, con escasos momentos para el ocio
y el intercambio social, orden, silencio, poco diálogo. Frente a estas
características de la nueva normalidad, es preocupante que la escuela deje de
ser un espacio democrático de convivencia para transformarse en un recinto de
encierro.
Además resulta difícil imaginar una escuela donde se recorte
lo afectivo. La misma situación de retorno de la pandemia demandará un
acompañamiento y una cercanía aún mayor a la existente antes del encierro.
Muchos chicos y chicas necesitarán contención permanente. Muchos de ellos
perdieron familiares, y otros seguirán asustados por la mala experiencia
vivida.
Es por todo esto que debemos estar atentos a la pospandemia. El regreso será difícil y
debemos impedir el avance de la tentación autoritaria de retroceder a niveles
represivos ya superados en muchas sociedades. Habrá que aguzar el ingenio para
que las escuelas no dejen de ser un centro de inclusión y aprendizaje y que no
se transformen en lugares de encierro y represión.
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