EDITORIAL
El 7 de junio de 1810, hace 210 años, comenzó
a circular la Gaceta de Buenos Aires,
primer órgano de prensa difusor de las ideas patrióticas, impulsado por Mariano Moreno. En su redacción
participaron Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Manuel Alberti, Pedro Agrelo
y Bernardo de Monteagudo, entre
otros.
A poco de asumir el nuevo gobierno, se
habían evidenciado las diferencias entre el presidente –Saavedra– y el
secretario –Moreno–, que encarnaba el ideario de los sectores que
propiciaban algo más que un cambio administrativo. Se proponían cambios
económicos y sociales más profundos.
Mariano Moreno falleció sospechosamente el 4 de marzo de
1811 en alta mar.
Era la primera grieta que se produciría en la patria naciente.
Según el diccionario, “grieta: son
todas las aberturas incontroladas de un elemento superficial que afecta a todo
su espesor”, a nivel simbólico se utiliza para nombrar “la falencia que atenta
contra la solidez o la unidad de algo”.
Sigmund Freud, en “El malestar en la cultura”, dirá que “el hombre no es manso, ni amable, sino que su patrimonio pulsional
contiene una cuota de hostilidad primordial que puede satisfacer ‘en’ la
agresión al prójimo. Dicha agresión será puesta en marcha de diversas maneras:
explotándolo, humillándolo, martirizándolo, matándolo”.
Luego vendrían muchas grietas más: el
fusilamiento de Dorrego, Unitarios y Federales, Rosas y Sarmiento, Civilización
y barbarie, la Guerra del Paraguay, el golpe de
1930, el bombardeo de Plaza de Mayo de 1955, las últimas dictaduras militares,
etc., sólo por nombrar algunas de las más
profundas…
En el mundo hubo miles de ejemplos: los faraones y los esclavos construyendo las
pirámides, Espartaco y el Imperio romano, Jesucristo expulsando a los
mercaderes del templo de Jerusalén, las dos guerras mundiales, la Revolución rusa, las desigualdades sociales, y muchas
otras…
“La
grieta” existe, está latente en la sociedad con
períodos de mayores o menores ensanchamientos, y es de necios negarla.
Hoy reaparece con una renovada intensidad en
este periodo de pandemia, que por desgracia el pasado mes dejó el pico más alto de contagios en el país, con un preocupante epicentro
en la Ciudad de Buenos Aires, a pesar de los 100 días de cuarentena que cumplió
la mayoría y teniendo en
cuenta además que una minoría de detractores salió a la calle a reclamar
“libertad”, “no más dictadura”, poniendo en serio riesgo al resto de la
población.
Como un ejemplo puntual de aquella grieta
aparece hoy el “caso Vicentín”, la más importante cerealera que representa más del
10% de las exportaciones del país, que emplea
(entre las varias empresas del grupo) a 6.000 trabajadores
directos, más los que indirectamente viven de su producción y comercialización,
así como los 2.600 productores/acreedores que hoy están a la deriva.
Tras la intervención decretada por el
gobierno para salvaguardar el patrimonio y los puestos de trabajo, y el
inminente desguace y venta a una trasnacional, se
propone además su expropiación y nacionalización, no hay otra herramienta
posible, tema que desató el pandemónium de la derecha más recalcitrante del
país, que encabeza la Sociedad Rural, motorizado por los grandes medios hegemónicos,
arrastrando a muchos incautos.
El asunto de la nacionalización que deberá
tratar el Parlamento, requiere firmeza y
determinación, ya que las vacilaciones llevan al naufragio de un proyecto más
que importante y necesario, que se suma al impuesto a la riqueza, un tanto
frenado al momento.
“La grieta” también se amplió con el
destape de las escuchas ilegales que eclosionaron en estos
meses como una caja de Pandora difícil ya de cerrar.
Estas inseguridades dan aire a los
detractores agazapados en una oposición revanchista,
que aspira a desestabilizar el gobierno y meter
una cuña en los proyectos de recuperación de los resortes fundamentales de la economía, que
debe incluir también a una ley de entidades financieras, y a su vez a un impuesto adicional a la actividad financiera y
bursátil, y a los grandes hipermercados.
El macrismo
residual y recalcitrante ve en estas
vacilaciones la posibilidad de resurrección, alentado
por una decena de periodistas “consagrados” que se llenan la boca balbuceando
el mismo rosario de mentiras que los destacó durante los cuatro años del
gobierno anterior, también durante todo el
gobierno de los Kirchner y desde mucho antes.
Patalearon años atrás por la aprobación de
la “Ley de Medios” derogada de un plumazo por Macri en dos días por un DNU, a
pesar de haberse discutido durante dos años por toda la sociedad y aprobada por
amplia mayoría en el Parlamento.
Así las cosas, la
pandemia continúa haciendo estragos en un mundo que aún no tiene una vacuna
para controlarla.
Tampoco existe vacuna para controlar la
grieta, para controlar las desigualdades ni para
controlar las injusticias.
En la Argentina
actual se rebajó el haber de los jubilados a
algo más del mínimo y se congelaron los
alquileres, pero no se logra controlar el aumento de los precios, supuestamente
congelados.
La cuestión de hoy es si después de superada
“la peste”, emergerá un mundo y un país más equitativo, con un mayor nivel de justicia,
menor pobreza y a su vez con el fin de las mentiras informativas, con medios democratizados
y verdaderos periodistas que no respondan al negocio del empresariado.
Es el eterno mundo del revés en el que “Nada el pájaro y vuela el pez…”.
Hasta
la Próxima
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