Canillitas
de la Ciudad acosados por el GCBA
MUCHOS KIOSCOS SON LEBANTADOS SIN AVISO |
A nadie escapa que la ciudad es un ente vivo, que cambia
constantemente y que cuando miramos para atrás en el tiempo nos encontramos con
que sólo algunas cosas se mantienen constantes. Los canillitas somos uno de
esos elementos que se mantienen y configuran el paisaje urbano de Buenos Aires, desde que en 1947
lográramos el reconocimiento como trabajadores, con derecho a desarrollar
nuestra labor en la vía pública. Aunque ya no voceamos las últimas noticias, éstas se ven en las frías pantallas de modernos
televisores en los bares de la ciudad o llegan al teléfono del vecino, pero el
trato que porteños y turistas reciben por parte del canillita es siempre
cordial y solidario. El clásico escaparate de color verde inglés es una
referencia para propios y extraños y los diarieros cumplimos nuestra labor
cultural, la de venta de los medios de comunicación gráfica y la de informar al
transeúnte de cuanta incógnita se plantee.
Sin embargo, aunque los vecinos
reconozcan en el canillita una referencia urbana indispensable, no parece que
el Gobierno de la Ciudad
entienda la importancia de nuestra labor diaria, una tarea que cumplimos 360
días al año, jornada tras jornada sin importar las inclemencias del tiempo. Actualmente los trabajadores canillitas de la ciudad
nos encontramos cuestionados por diferentes organismos del Estado municipal. Es claro que nuestra actividad está
regulada por ley nacional y por resoluciones específicas del área de Trabajo de
la Nación (antes ministerio, luego secretaría y hoy…), es cierto también que el
Gobierno de la Ciudad
regula el espacio que ocupamos en la vereda, al igual que a los floristas o los
voluminosos contenedores de basura.
Hoy nos vemos acosados por sucesivas inspecciones de las áreas de
Fiscalización, del Ministerio de Espacio Público
y de las Comunas, tarea que no es coordinada como debería resultar por parte de
una administración del Estado, incluso los mismos agentes públicos desconocen
en muchos casos la normativa que intentan exigir al canillita. Comprendemos que
la obligación primera de tener los papeles a derecho es de los propios
trabajadores canillitas, pero el Gobierno de la Ciudad
no colabora trabajando con la celeridad que nos exige y los trámites demoran
mucho tiempo más que el requerido por una intimación. Finalmente, en horas de la madrugada, sin que el canillita sea
notificado del hecho, llegan las grúas y remueven el escaparate que será
trasladado a un depósito. Este acto es gravísimo para el trabajador que se ve
privado de realizar su labor diaria y al que le resultará muy dificultoso
recuperar su escaparate y el permiso de trabajo correspondiente.
La ciudad cambia, se moderniza, también los canillitas mutamos con
el tiempo, ahora contamos con los teléfonos inteligentes para coordinar nuestro
trabajo con los compañeros de otras esquinas, cobrando con tarjeta de débito y
pronto sumaremos nuevos productos y servicios que brindaremos todo el año a los
vecinos, siempre con la regulación del área de trabajo de Nación, ojalá que el
gobierno local entendiera que los canillitas somos parte indispensable del
paisaje de Buenos Aires y colaborara con nosotros para que el trabajo que
realizamos tenga una utilidad aún mayor para el vecino. Los canillitas estamos
convencidos de que los vecinos entienden la importancia de nuestra tarea, que
pueden encontrar todas las voces en nuestros escaparates, aún las que no nos
gustan, porque el ejercicio de la libertad de prensa está garantizado en los
clásicos escaparates de color verde inglés.
Mario de
Mendoza Figueroa
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