El antiguo Hotel Garay de Bermejo y Rivadavia
Los alrededores del amplio espacio que ocuparon los Corrales de Miserere
se fueron poblando lentamente con construcciones emblemáticas de las que algunas
aún persisten como patrimonio histórico de un rico pasado que muchas veces se destruye
en beneficio de obscuros intereses comerciales.
De corrales pasaron a Mercado
de Frutos del Interior, luego 11 de Septiembre,
donde las carretas acercaban a la
urbe los productos regionales traídos del interior tras agotadoras semanas de viaje por caminos
precarios de tierra, intransitables en épocas de lluvias.
La cronología
histórica de este
entorno data de mediados del siglo XVIII, con los mataderos y quintas como la de
Miserere (1778). Hacia 1775 comienzan a funcionar autorizados por el Cabildo de
Buenos Aires los
corrales y mataderos,
que luego tomarían el nombre de la Quinta establecida por Antonio González Uría
y su sobrino González Varela (apodado Miserere). Más hacia
el oeste, a la altura de la hoy Urquiza-Jean Jaurés, corría un arroyo, donde un
precario puente facilitaba su cruce.
En 1850 se lo conoce como Mercado
del Oeste.
En 1854 se funda la Sala
de Comercio de Frutos del país del Mercado Once de Septiembre (actual Bolsa de Cereales).
En 1873 se inicia
la construcción de la Recova del Once.
En 1896 se inaugura la Estación Terminal del Ferrocarril Oeste.
En 1909 se inaugura la primitiva Agencia N° 5 del Banco de la
Nación Argentina (Av. Rivadavia 2818).
En 1913 se inaugura el subterráneo del Anglo (actual Línea A), teniendo como
cabecera provisoria la Plaza Once.
En 1932 se inaugura el Mausoleo a Bernardino Rivadavia.
En 1947 se restituye el nombre original de Plaza Miserere.
Este espacio comenzó a delinearse y abrirse al público a partir de 1882,
tras la Exposición Continental
a la que asistieron países de América, Inglaterra, Alemania y Francia.
Terminada aquella exposición el 23 de julio, el Intendente Torcuato de
Alvear proyecta la construcción de una plaza por sobre la superficie que ocupaba
el Mercado Once de Septiembre; dentro del proyecto se preveía construir arquerías
en las calles que cuadran a la futura plaza.
En un principio
abundaron, entre los
comercios asentados en la zona, molinos, ferreterías, corralones y depósitos de vinos
y a partir de la inauguración de la gran estación terminal del Ferrocarril de Oeste
en 1896, el perfil comercial de la zona comenzará a modificarse emplazándose cafés,
tiendas y hoteles de diversa índole, algunos precarios, y otros como el que nos
ocupa, el “Hotel
Garay” construido hacia los años 1908/09, obra del ingeniero italiano, oriundo
de Florencia, Icilio Chiocci.
De importante estructura
y vistosa fachada en la esquina NO de la entonces Rivadavia 3301 y Bermejo (hoy Jean
Jaurés), este edificio muestra su gran elegancia y armonía, correspondiente al
art-nouveau italiano, conocido también como Liberty o Floreale, que tuvo
su origen en la Esposizione di Torino de 1902.
Según estudios realizados, este estilo fue menos aplicado en Italia
a edificios que a decoraciones y objetos, y se presume que hubo más muestras en
Buenos Aires que en su país de origen. Se atribuye este hecho al fuerte apego de
ese país a las tradiciones, sobre todo en la arquitectura.
Tampoco en Buenos Aires este tipo de diseño fue patrimonio de la gran burguesía
nacional, ya que es casi imposible encontrar el art-nouveau en los palacetes
porteños del Barrio Norte y zonas aledañas. Su estilo tuvo preponderancia principalmente
en los petit hoteles de Congreso, Balvanera y Caballito, donde estaban afincadas
las familias de la incipiente clase media de comerciantes e industriales también
de origen italiano.
Pero volviendo a nuestro hotel, hoy cerrado a pesar de su belleza, su futuro
es incierto pese a tener bien ganado un lugar en el patrimonio arquitectónico de
un Buenos Aires que se fue escurriendo de la historia.
Como puede observarse desde la calle, la carpintería de las ventanas
y el dibujo de las rejas de los balcones responden a diseños clásicos del modernismo,
aunque no se cuenta con información sobre su interior ya que se encuentra cerrado.
Tal vez no resultara rentable su explotación como hotel, o por otras razones quedó
abandonado a su suerte y el tiempo y la falta de mantenimiento hicieron lo suyo,
resultando su restauración además de costosa de difícil compatibilidad a los decenios
originales.
Vale sin embargo señalar los rostros femeninos en la mampostería ubicada
sobre las ventanas, con su imperceptible sonrisa casi irónica que curva apenas sus
labios, y sus ojos miran de frente. Estas no han envejecido, vieron aparecer y desaparecer
los carros y los tranvías, y también vieron las jadeantes excavadoras que abrieron
el túnel para el primer subterráneo de Sudamérica, el hoy denominado vulgarmente Línea A.
Aunque ya no sorprende, es de lamentar el estado de degradación de muchas de las fachadas
arquitectónicas de la zona, que contrasta con la estructura del Palacio del Congreso
Nacional, ubicado a pocas cuadras –tal vez una alegoría de nuestros
tiempos– algo inimaginable en cualquier otra importante capital del
mundo.
Como dato curioso, vale la pena observar los detalles, que sabiamente no tienen la cargazón
y barroquismo de otros de similar origen, quizás de mayor fama, pero de menor elegancia.
Hay algo, además, que este viejo hotel trasmite, es tal vez simpatía, algo que
nos habla de un pasado más amable, más familiar, de cosas que, entre tantas otras
se han perdido, sin duda para siempre, pero que no hemos olvidado del todo.
El hotel que ya
no funciona como tal mantiene la estructura, de gran elegancia
y armonía, conserva detalles que en construcciones similares suelen estar intervenidos
o ausentes y que hacen de este edificio una joya del art nouveau porteño, según define la ANNBA (Asociación Art Nouveau
Buenos Aires).
El proyecto original
de la construcción consistía en levantar un edificio de renta, con habitaciones
para vivienda en alquiler, respondiendo a la filosofía dominante de la época que
se expresaba en la idea de economizar los espacios para sacar el mayor y mejor aprovechamiento.
La antigua foto de 1910 muestra la tienda de muebles que ocupaba el ángulo de la
entrada y se extendía en tres bahías sobre la calle Jean Jaurés, y una en Rivadavia
y hacia el oeste la entrada del hotel, que funcionaba en los pisos superiores.
El edificio perdió
su brillo inicial en la parte inferior por el deterioro de los años, la decoración
fuera de estilo de los locales comerciales, el funcionamiento de una playa de estacionamiento,
y los espacios tapiados con ladrillos que el año pasado fueron reemplazados por cortinas
de metal en la esquina y sus laterales. Al mismo tiempo el local central se puso
en alquiler y hoy es ocupado por un negocio de pinturas, cuyos propietarios tapizaron
el frente con tonos de color que poco combinan con los originales de la fachada.
Sin embargo, los
primeros pisos de la casa aún reflejan algo del esplendor del comienzo y vale la
pena observar los detalles, que sabiamente no tienen la cargazón y barroquismo de
otros de similar origen y responden a diseños clásicos del modernismo. Sobresalen
las combinaciones de líneas y tonos del frente, los círculos que abrazan las aberturas,
los sonrientes rostros femeninos ubicados sobre los arcos de la carpintería de las
ventanas, el dibujo de las rejas de los balcones que imitan coronitas y una hermosa
herrería.
En los últimos
veinte años el edificio soportó varias ofertas inmobiliarias de "venta de la
excepcional esquina en block" o avisos de alquiler de los locales de la planta
baja. También una reestructuración inconclusa hacia el año 2000, a cargo del gobierno
municipal de turno que contemplaba la reinstalación de los locales originales que
dan a la calle y la restauración interior de los pisos superiores teniendo en consideración
las disposiciones originales, por lo que hacía pronosticar su futura apertura, pero
todo fue falsa alarma, el hotel continúa cerrado, tapiado y guardando un misterio
que tal vez nunca sea revelado.
El ingeniero italiano Icilio Chiocci llegó a Buenos Aires con su familia
siendo un niño de siete años de edad, aquí estudió arquitectura y se graduó en 1900.
En los comienzos de su actividad profesional trabajó para otros arquitectos italianos
con jugosa presencia en al barrio como Colombo, Gianotti y Palanti y más tarde comenzó
a desarrollar sus propios proyectos, como el del hotel que nos ocupa.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Cutolo, V.
Osvaldo, Bs. As. historia de las calles y
sus nombres, Elche 1994.
-http://arquitectos-italianos-buenos-aires.blogspot.com/2009/08/ingeniero-icilio-chiocci-olivos.html
-http://www.barriada.com.ar/Noticias/587La.Recova.del.Once.en.el.barrio.de.Balvanera.por.Jorge.Resnik
-http://www.fervorxbuenosaires.com
-https://www.facebook.com/HISTORYBA/posts/plaza-miserere-y-sus-nombres-a-trav%C3%A9s-de-la-historia-fuente-fotolog-en-once-enco/1410532192291127/
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