El 16 de diciembre de
1993
Estalla el “Santiagueñazo”
ASÍ TITULABAN LOS MEDIOS |
El "Santiagueñazo" fue
uno de los tantos estallidos cíclicos que se fueron produciendo en el país, producto
del abuso de autoridad, la corrupción y la explotación de un pueblo, que hambreado
se reveló e hizo caer a los tres poderes provinciales incendiando los edificios
de gobierno y administración pública y las casas de los políticos corruptos. El
ministro de Economía Domingo Cavallo y el presidente Carlos Menem habían asegurado que la provincia era "inviable"
y pretendían anexarla a Córdoba. Finalmente produjo una intervención federal a cargo
del por entonces cavallista
Juan Schiaretti, hoy gobernador de Córdoba.
La provincia de Santiago
Santiago del Estero fue y es una provincia ubicada en el Noroeste
argentino, en la región menos desarrollada del país, producto de haber esquilmado
históricamente sus riquezas naturales, dejándola sin riqueza y diversificación,
y con poco trabajo, por lo que debe ser altamente dependiente de los recursos estatales.
La administración provincial es la principal fuente de empleo. La ciudad de Santiago,
situada a orillas del río Dulce, a 1.070 kilómetros de Buenos Aires, que se
alza en el centro norte como la ciudad más antigua del país aún se mantiene en pie. Fue fundada en
el año 1550 y trasladada a su emplazamiento actual el 25 de julio de 1553 por el capitán
español Francisco de Aguirre, bajo la denominación de "Santiago" en homenaje
a Santiago Apóstol y "del Estero" por los bañados y el cauce del río,
cerca del cual se encontraba enclavada.
Cincuenta años
de reinado de la familia Juárez
Al igual que otras familias patricias de
provincias del norte del país, la dinastía Juárez era la que concentraba el poder
político y económico en Santiago. Desde su llegada a la gobernación en 1949, Carlos Juárez, fue gobernador durante cinco
mandatos en diferentes años, siendo otras veces diputado y senador nacional. Con
escasos recesos durante las distintas dictaduras militares.
Regresa al
poder en 1973, 1983, 1995 y 1999.
Durante sus gobernaciones
fueron denunciadas masivas violaciones a los Derechos humanos en la provincia (que
incluyen numerosas detenciones-desapariciones, asesinatos y persecuciones con el
auxilio de las fuerzas de seguridad provinciales), un sistema clientelar con el fin de aislar
a la oposición y mantener un férreo control sobre la provincia.
En el 2002 renunció
cuando se produjo la crisis política y económica que llevó a dimitir a Fernando
De la Rúa. En esa oportunidad se alejó del cargo porque sostenía que "se debían
ir todos los políticos".
Pero llamó a elecciones e impuso a un delfín suyo, Carlos Díaz, secundado en la fórmula por su esposa, Mercedes Marina "Nina" Aragonés. Las muertes de dos jóvenes, Leyla Bshier Nazar y Patricia Villalba, en la causa conocida como el "doble crimen de La Dársena", precipitaron una serie de acontecimientos que llevaron al Congreso a decidir la intervención federal de la provincia en marzo de 2004. Carlos Juárez murió en el año 2010 luego de haber sido el único dirigente político investigado, procesado y encarcelado en el 2008 por delitos de lesa humanidad cometidos antes de 1976. Además cargaba con la imputación de la desaparición de 12 personas. Fue uno de los personajes más nefastos del peronismo y lideró un régimen político corrupto hasta la médula.
Pero llamó a elecciones e impuso a un delfín suyo, Carlos Díaz, secundado en la fórmula por su esposa, Mercedes Marina "Nina" Aragonés. Las muertes de dos jóvenes, Leyla Bshier Nazar y Patricia Villalba, en la causa conocida como el "doble crimen de La Dársena", precipitaron una serie de acontecimientos que llevaron al Congreso a decidir la intervención federal de la provincia en marzo de 2004. Carlos Juárez murió en el año 2010 luego de haber sido el único dirigente político investigado, procesado y encarcelado en el 2008 por delitos de lesa humanidad cometidos antes de 1976. Además cargaba con la imputación de la desaparición de 12 personas. Fue uno de los personajes más nefastos del peronismo y lideró un régimen político corrupto hasta la médula.
El Santiagueñazo
El Santiagueñazo
fue uno de los antecedentes del "Argentinazo" de diciembre de 2001, al
igual que los piquetes, cortes de ruta y movilizaciones de Tartagal, General Mosconi,
Cutral Có, Corrientes y provincia
de Buenos Aires, pero con la particularidad de haber sido el único en el que se
logró la renuncia del gobernador y la huida de todos los representantes del poder
provincial.
A comienzos del mes de diciembre de 1993, el fin del gobierno
de Carlos Mujica en la provincia de Santiago del Estero era
inminente. La protesta del pueblo santiagueño ante el cúmulo de problemas irresueltos
crecía en tono y ánimo. La inmediata consecuencia de toda esa crisis fue solicitar
desde el Gobierno nacional la renuncia de Mujica, para que asumiera en su lugar el
vicegobernador Fernando Lobo.
El desprestigio del gobierno santiagueño había cobrado una dimensión nacional imposible de revertir. En la provincia, Mujica enfrentaba pedidos de juicio político. La situación económica se complicaba cada vez más. Los giros coparticipables se desviaban para pagar los intereses de los créditos contraídos.
El desprestigio del gobierno santiagueño había cobrado una dimensión nacional imposible de revertir. En la provincia, Mujica enfrentaba pedidos de juicio político. La situación económica se complicaba cada vez más. Los giros coparticipables se desviaban para pagar los intereses de los créditos contraídos.
LA CIUDAD DE SANTIAGO VISTA NOCTURNA |
Los fondos del entonces Banco de la Provincia se habían agotado
en un verdadero festival de préstamos incobrables y en maniobras fraudulentas de
arrastre, y los ingresos en concepto de adelantos enviados por la Nación eran incautados,
no bien llegaban, para atender los compromisos con las entidades financieras privadas.
El Ministerio de Economía de la Nación ya no quería enviar nuevas remesas de dinero.
(“Cualquier comparación
con otras situaciones en el país, pasadas y/o actuales, corre como interpretación
propia de quienes las analizan”).
Luego de un encuentro con el ministro del Interior Carlos Ruckauf, Mujica regresó a Santiago del Estero y se reunió con el vicegobernador Fernando Lobo, a quien le entregó la renuncia para que éste la anunciara públicamente. En silencio, sin decir una palabra, se retiró del lugar del encuentro. Su función al frente del Poder Ejecutivo había terminado.
La asunción de Fernando Martín Lobo, un mes antes del estallido social, quizás abrió expectativas alentadoras, pero éstas no tardaron en desvanecerse. Sus días como gobernador estaban contados, básicamente por no producir cambios sustanciales y por colocar para conducir el área económica, precisamente, al ex ministro de Mujica, Aizar Antonio Assefh, lo que fue visto como un retorno al pasado inmediato que no se quería repetir.
Por otra parte, el Gobierno nacional exigió la aplicación de la Ley Ómnibus, pensando que así se podrían corregir desajustes. En su artículo duodécimo la ley establecía: “Declárase en disponibilidad a todo el personal del Estado provincial” y “el cese inmediato de todo el personal que no haya alcanzado a la fecha de la presente, un año de antigüedad desde el momento de su designación”.
El pueblo reaccionó con mayor virulencia a la demostrada en manifestaciones anteriores, convencido de que se trataba de una salida traumática que perjudicaría enormemente a los empleados públicos, entendiendo que estaban sentenciados al despido masivo por culpa de las malas administraciones corrompidas.
Por otra parte, existían claros indicios que hacían presumir que Fernando Lobo había sido abandonado a su suerte desde las altas esferas del Gobierno nacional. Lobo, cercado por la embestida de las manifestaciones públicas, e incapaz de encontrar una salida a la grave situación, ordenó no reprimir a los manifestantes y optó por abandonar la sede del gobierno junto a sus ministros, en un camión de los Bomberos Voluntarios.
La intervención federal fue en aquel momento decidida por el presidente Carlos Menem, un día después de que los santiagueños empobrecidos, hartos de corrupción y de ser esquilmados, incendiaran los edificios de los tres poderes provinciales y las casas de los principales dirigentes justicialistas, como respuesta desesperada a una crisis económica extrema.
Luego de un encuentro con el ministro del Interior Carlos Ruckauf, Mujica regresó a Santiago del Estero y se reunió con el vicegobernador Fernando Lobo, a quien le entregó la renuncia para que éste la anunciara públicamente. En silencio, sin decir una palabra, se retiró del lugar del encuentro. Su función al frente del Poder Ejecutivo había terminado.
La asunción de Fernando Martín Lobo, un mes antes del estallido social, quizás abrió expectativas alentadoras, pero éstas no tardaron en desvanecerse. Sus días como gobernador estaban contados, básicamente por no producir cambios sustanciales y por colocar para conducir el área económica, precisamente, al ex ministro de Mujica, Aizar Antonio Assefh, lo que fue visto como un retorno al pasado inmediato que no se quería repetir.
Por otra parte, el Gobierno nacional exigió la aplicación de la Ley Ómnibus, pensando que así se podrían corregir desajustes. En su artículo duodécimo la ley establecía: “Declárase en disponibilidad a todo el personal del Estado provincial” y “el cese inmediato de todo el personal que no haya alcanzado a la fecha de la presente, un año de antigüedad desde el momento de su designación”.
El pueblo reaccionó con mayor virulencia a la demostrada en manifestaciones anteriores, convencido de que se trataba de una salida traumática que perjudicaría enormemente a los empleados públicos, entendiendo que estaban sentenciados al despido masivo por culpa de las malas administraciones corrompidas.
Por otra parte, existían claros indicios que hacían presumir que Fernando Lobo había sido abandonado a su suerte desde las altas esferas del Gobierno nacional. Lobo, cercado por la embestida de las manifestaciones públicas, e incapaz de encontrar una salida a la grave situación, ordenó no reprimir a los manifestantes y optó por abandonar la sede del gobierno junto a sus ministros, en un camión de los Bomberos Voluntarios.
La intervención federal fue en aquel momento decidida por el presidente Carlos Menem, un día después de que los santiagueños empobrecidos, hartos de corrupción y de ser esquilmados, incendiaran los edificios de los tres poderes provinciales y las casas de los principales dirigentes justicialistas, como respuesta desesperada a una crisis económica extrema.
El "Santiagueñazo" se desató el
16 de diciembre de 1993 y sin demora, al día siguiente, el presidente Menem firmaba
el decreto que ponía en funciones como interventor federal al por entonces cavallista
Juan Schiaretti, hoy gobernador de Córdoba.
El interventor responsabilizó del estallido
social a las "administraciones anteriores sumidas en una crisis moral y ética"
y prometió investigar la corrupción.
Sus principales anuncios fueron el pago
de 500 y 300 pesos a empleados estatales y jubilados, respectivamente, a cuenta
de las abultadas deudas salariales que tenía la provincia y que en parte produjeron
el estallido social.
El 19 de diciembre, asumieron los nuevos
miembros del Superior Tribunal de Justicia y comenzó el pago de los adelantos con
largas colas vigiladas por tropas de Gendarmería.
La intervención federal estuvo integrada
por funcionarios del equipo del por entonces ministro de Economía, Domingo Felipe
Cavallo, quienes con dinero fresco del Estado nacional comenzaron a normalizar las cuentas de la provincia, hasta entonces
olvidada y dejada “a la mano de Dios”.
La gestión de Schiaretti se prolongó 18 meses y a su término, el caudillo peronista Carlos
Juárez, volvió a ganar las elecciones por amplia mayoría pese al antecedente de
haber sido un gobierno justicialista el que provocó una crisis social, económica
y política sin igual en la historia de la provincia.
Lamentablemente se vuele a producir la constante
hegeliana de que la historia se repite, primero como tragedia y luego como
farsa, que trata profundamente Carlos Marx en su Dieciocho Brumario
de Luis Bonaparte, ensayo publicado originalmente en un diario de
obreros alemanes de Nueva York en 1852, que disecciona el golpe de Estado que en
Francia había dado el año anterior el sobrino de Napoleón Bonaparte. Los eruditos
en historia y teoría marxista no se ponen de acuerdo en la fuente exacta de la obra
de Hegel de la que surgiría la frase de Marx, que citada in extenso dice: “Hegel
dice en alguna parte que la historia se repite dos veces. Le faltó agregar: primero
como tragedia y después como farsa”. En todo caso, la idea de Marx, más allá de
la evocación a Hegel, ya estaba presente en algunos escritos suyos anteriores que
pensaban la historia como un proceso que debe, para concretarse del todo en la conciencia
de los hombres, tener una replicación farsesca que rompa con la falsa verdad de
las apariencias heroicas de la historia solemne hecha de grandes hombres, grandes
acontecimientos y callados procesos sociales subterráneos. Unos años antes había
sugerido esa misma dinámica de la repetición en clave de comedia de la historia
en su Contribución a la crítica de la
filosofía del derecho de Hegel.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
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