Nació como medio alternativo en septiembre de 1993. Refleja la identidad y la historia de los barrios de Balvanera y Almagro, brindándo un instrumento de ayuda a mejorar la calidad de vida. En el año 200l recibió el Primer Premio de la “Orden Civil Heráldica de la Amistad”, entre más de 130 Barriales de Capital y Gran Bs As, además el Premio Mario Bonino UTPBA 2012, Palmiro Vanoli 2012 y 2014, y otros. Se lo encuentra en más de 350 lugares, y es de distribución gratuita.
martes, 6 de mayo de 2008
TROILO
ANÍBAL TROILO “PICHUCO”
“El bandoneón mayor de Buenos Aires”
El maestro Aníbal Carmelo Troilo supo cultivar la entrañable conjunción barrio-artista, repartiendo entre ambos su vida y sus pasiones: la música del “dos por cuatro” que lo hizo famoso, y el espacio de sus amores que lo vio nacer en el inquilinato de la calle Cabrera 2937, una antigua casa que tuvo angosto zaguán y escalones raídos por el tiempo, a escasas cuadras del Mercado de Abasto.
Durante un corto período la siguiente placa identificó a aquella humilde casa: Al Maestro Aníbal Troilo ‘Pichuco’ en su casa natal, 11 de julio de 1914-1994 Feliz Cumpleaños - Asociación Gardeliana Argentina - Casa Blanca”.
Casa, placa, recuerdos e identidad, fueron barridos sin clemencia por la piqueta.
Sin embargo, para Pichuco su casa fue siempre la de Soler 3280, a la cual la familia retornó en 1922 tras la muerte de su padre, cuando él tenía ocho años. Allí nació su hermano Marcos y falleció su pequeña hermana Concepción. La casa fue adquirida por la familia en 1926, y hoy se encuentra amenazada de demolición, como lo fue su casa natal en Cabrera.
Añoraba no haber nacido en esta casa de Soler. En 1953 le dedicará el tango Patio mío, de su inspiración y letra de Cátulo Castillo:
“Patio mío…
…de la ropita colgada…
…donde mama me cebaba…
…Tu historia de ladrillos y portón…
Su vida de purrete transcurrió en el entorno del viejo edificio del Mercado, que resultó ser un imán para compositores, cantores, bailarines, poetas, entre ellos nada menos que para Carlos Gardel.
“La calle es el mejor lugar de todos. Se aprende. En el hogar se aprende educación, pero en la calle se aprende a vivir… y si no que me lo digan a mí. Todo lo que aprendí, lo poco y extraño que aprendí, lo aprendí en la calle”.
Su madre, Felisa Bagnolo, recordaba en sus memorias a su pequeño hijo sentado en el cordón de la vereda de la calle Soler, ajeno al picadito que se jugaba en la cuadra, tecleando un bandoneón imaginario, aun cuando Pichuco (apodo que le puso su padre) era un apasionado del fútbol.
“Mi viejo era carnicero y murió cuando yo tenía ocho años. A los diez el fuelle me atraía tanto como una pelota de fútbol; jugaba de centrojás en el Regional Palermo”.
Su vocación artística surgió cuando cursaba la escuela primaria; él mismo lo relató de esta manera:
“Antes de ponerme el fuelle en las rodillas me ponía la almohada de la cama. Hasta que un día fuimos a un picnic en lo que había sido el viejo Hipódromo Nacional. Habían llevado a dos bandoneonístas y tres guitarreros. Cuando se fueron a comer yo subí unos escalones, agarré el bandoneón y me lo puse en las rodillas, esa fue la primera vez, yo tendría nueve años”.
A los diez convenció a su madre para que le comprara uno. Costó 140 pesos a pagar en 14 cuotas, de las que sólo se pagaron 4, porque el comerciante falleció y nadie reclamó el saldo.
A los once años tuvo su primera actuación pública en un evento benéfico, sobre un escenario próximo al Abasto. Un año después de su debut actuó en el Cine Petit Colón, de la calle Córdoba 2946, donde pasó a formar parte de su orquesta estable.
A los trece años se integró a una llamada Orquesta de Señoritas (en las que nunca faltaba algún músico varón) que actuaba en el Café Ferraro, de Córdoba y Pueyrredón.
Así, las primeras actuaciones se llevaron las ilusiones de su madre de verlo convertido en boticario.
Entre fines de los 20 y principios de los 30, actuó en distintas orquestas consagradas de ese momento, como las de Alfredo Gobbi, Julio De Caro, Ciriaco Ortiz y Elvino Vardaro.
El 1º de julio de 1937, el joven Pichuco de 23 años forma su propia orquesta, con Orlando Goñi al piano y Francisco Fiorentino como cantor. El debut se produce en la sección vermout del cabaret Marabú. Ese mismo año conoce a Ida Calachi (Zita), muchacha de origen griego, empleada de un local nocturno, con quien se casa en 1938. Zita lo acompañará por el resto de su vida.
El año 1940 encuentra al maestro Troilo en la cima de su esplendor, cuando el tango se despedía de la llamada “Nueva Guardia” para entrar en una época de transformación, que le hará exclamar al nostálgico (muy lejos ya del bandoneón de Arolas y de las noches del Maldonado):
“Me da pena, tango,
viendo que has cambiao
tu rincón de fango
por el alfombrao”.
El “Bandoneón Mayor”, otro de los títulos que acreditó, actuaría en el Café Germinal y en el Cabaret Tibidabo hasta 1952. Luego vendrían los bailes de carnaval en Racing y los éxitos en Radio El Mundo.
En 1941 hace sus primeras grabaciones de Milongueando en el 40, Yo soy el tango, Tinta roja y Quejas de bandoneón, bajo el sello RCA Víctor. Se rodeará de los mejores ejecutantes y cantores, y elegirá su repertorio sin doblegarse a las pretensiones de las grabadoras.
Pasarán por su orquesta vocalistas de gran relieve Francisco Fiorentino, Alberto Marino, Floreal Ruiz, Edmundo Rivero, Raúl Berón, Roberto Rufino, Ángel Cárdenas, Jorge Casal, Elba Berón, Tito Reyes, Nelly Vázquez y Roberto Goyeneche.
Los pianistas de Troilo se convertirán después en directores de sus propias orquestas, como Orlando Goñi, José Basso, Carlos Figari, Osvaldo Manzi, Osvaldo Berlingieri y José Colángelo.
Pichuco entrecerraba los ojos cuando tocaba el bandoneón, y él opinó sobre esa cosa suya:
“Honestamente no sabría explicarlo. Posiblemente sea porque me meto dentro de mí mismo. Yo creo que todos los artistas tienen que entregarse cuando hacen algo…se dice que me emociono demasiado a menudo y que lloro. Sí, es cierto, pero nunca lo hago por cosas sin importancia”.
Como compositor dejó títulos que se convirtieron en obras clásicas de la literatura tanguera. Baste recordar: Barrio de tango; Pa’que bailen los muchachos; Garúa; María; Sur; Romance de barrio; Che, bandoneón; Discepolín; Patio mío; Una canción; La cantina; Desencuentro; La última curda; Responso.
Opinaba respecto a su obra:
“Hay algunos temas que son mis preferidos, mejor dicho los que más quiero: Sur, Responso... Este último salió una noche que estábamos en mi casa. Había una gente ahí jugando al bacará y yo no sé…no sentía que estaba ahí. Eran las cuatro de la madrugada, y de repente agarré, me fui a mi habitación y empecé a tocar unas notas, así, hasta que salió Responso. Creo que era el mejor homenaje que podíamos hacerle a Homero”.
Otro de los amores de Pichuco fueron sus amigos, que los tenía en cantidad. Para él:
“…Son emociones que se van juntando y juntando, y tengo tantos. Por ejemplo aquel 19 de febrero, cuando cumplí 40 años de vida artística y me hicieron aquella fiesta en el Luna Park, algo inolvidable…todos mis amigos estaban allí: Cátulo Castillo, Mercedes Simone, Tania, Roberto Rufino… A veces pienso qué habría sido de mí sin el cariño de mis amigos. A alguna gente le llama la atención que sea tan afectuoso con ellos, que nos abracemos y por ahí hasta que nos demos un beso, pero, ¡eso es cariño de hombre a hombre! Hay que comprender que soy un hombre simple pero muy afectivo”.
La orquesta de Troilo tenía la particularidad de embellecer las cosas, algunos entendidos han dicho que era la única orquesta verdaderamente afinada, una orquesta que “cantaba”. Y él hacía conversar al bandoneón, estirando las notas en sus fraseos; había en sus interpretaciones magia, misterio, sentimiento y expresión. Fue un lírico del tango y dueño de la bohemia nocturna de un Buenos Aires que se diluyó en el tiempo y que él amaba tanto:
“De Buenos Aires tendría que decir muchas cosas… Que es mi vida, que es el tango, que es Gardel, que es la noche…que es la mujer, el amigo…Tendría que decir muchas cosas y muchas otras no sabría como decirlas, pero anote esto: agradezco haber nacido en Buenos Aires”.
Pichuco fue una figura única, inigualable como músico y como porteño. Balvanera y el Abasto tuvieron el privilegio de tenerlo entre sus ídolos. Nos dejó un 18 de mayo de 1975, a los jóvenes 65 años, cuando aún podía habernos dado mucho más.
Miguel E. Germino
FUENTES
-Amuchástegui, Irene en Diario Clarín 18 de mayo de 2000.
-http//es.wikipedia.org/wiki/an%c3%adval_troilo
-http//tango.idoneos.con/index.php/biografias/anibal_troilo
-http//www.elortiba.org.troilo.html
-http//www.todotango.com/spanish/creadores/a/troilo.html
-Periódico Primera Página, nº 152, junio de 2007.
-Periódico Primera Página, nº 69, noviembre de 1999.
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