sábado, 5 de julio de 2008

E D I T O R I A L


EDITORIAL (Al nº 164, de julio/08)

Se dice que Cristóbal Colón, en el año 1492, al observar a los barcos alejarse del puerto, comprobó que a la distancia primero desaparecía el casco y después las velas. Dedujo así, de esa simple experiencia, que el mundo era redondo.

Se propuso entonces alcanzar Las Indias navegando hacia el Oeste, creyó que lo había logrado, en cambio “descubrió” América. Sin embargo, antes que Colón, habían llegado polinesios y vikingos y ya estaban los nativos, a quienes luego los españoles pasaron a denominar “indios”. La idea del descubrimiento entonces constituye en sí una falacia, ya que estos territorios y sus habitantes existían a pesar de Colón, que murió pensando que había llegado a Las Indias.

Aquella ecuación de la redondez del mundo vale para aplicar a ciertas ideas políticas que giran en torno a un eje, hacia la derecha o hacia la izquierda, produciéndose la paradoja de que ambas se tocan en la línea del polo; allí convergen hijos y entenados, apellidos ilustres hijuelos del general Roca y apellidos plebeyos, mezclados todos en el disloque discepoliano de la Biblia junto a un calefón.

Así se desbarrancan por el globo ideólogos de raleas adineradas y teorizadores de clases despojadas. Sin embargo y a pesar de todo, las ideologías no están muertas, viven y resisten al embate cambalachero del concierto de políticos enfermos, ¡enfermísimos!

El mal llamado y bien publicitado “conflicto del campo”, no es del campo; es la puja de grandes intereses oligárquicos y prebendarios de los que más tienen y más quieren.

Sin embargo, este conflicto que confundió a muchos, mientras muchos otros se dejaron confundir placenteramente, dejó abiertas heridas profundas. Pero además aportó sin proponérselo, importantes experiencias para el análisis. Quedó en claro la índole egoísta e insaciable de la oligarquía, y el papel nefasto que juegan los medios de comunicación en beneficio de los intereses de sus empresas “periodísticas”. Grandes multimedios que lograron “embarrar la cancha” para jugar en terreno fangoso los dos tiempos, el descuento, el alargue y los penales.

No hubo hasta el momento ganadores claros, aunque sí un perdedor neto, el pueblo, y dentro de él los sectores más humildes que sufrieron el desabastecimiento y la brutal carestía, a niveles no reconocidos por el gobierno.

Tampoco hubo una mano firme de parte de las autoridades para terminar con los perniciosos cortes de ruta de los “piquetes blancos”, como sí la hubo y la hay cuando se trata de “piquetes negros”. Sólo es un problema de piel y de intereses, con el agravante de que los “blancos” incitan a un golpe de Estado.

Opinaba en los años 1994 y 1995 Bernardo Neustadt:

Yo no necesito al poder, es el poder el que me necesita a mí, ellos tienen el gobierno y yo tengo el poder…ya no somos el cuarto poder, ahora somos el primero, somos denunciantes, jueces y fiscales al mismo tiempo.

Clarita como agua de manantial la bravata del periodista del sistema, recientemente desaparecido. Demuestra cómo el poder reaccionario de la “mala prensa” no vacila en embarrar la cancha hasta los vestuarios cuando le tocan la patita de sus amos. Y lo peor es que el poder de la prensa trasciende la cancha, las fronteras y el país.

Maneja monopólicamente “la noticia” desde las agencias de la SIP, los diarios, noticieros de TV, Cable e Internet. Son incesantes y abrumadores los e-mail que envían a diario incitando “al cacerolazo” y a la violencia.

La desestabilización avanza, ¡la incitación al golpe también avanza!, de la mano de viejos y nuevos políticos del sistema. Si hasta el negocio del papel prensa manejan para regular al periodismo alternativo no complaciente.

Es necesario y urgente, hoy más que nunca, una nueva ley de radiodifusión para terminar con la globalización de la prensa del mensaje único, la del sistema, que se aplica en todos los órdenes desinformando, ocultando y tergiversando la verdad. No olvidemos que ocultar es también mentir.

Es hora de poner en el país las cosas en claro, el gobierno habla de argentinizar la empresa pública, ¡patrañas! Si realmente se quiere argentinizar hay que nacionalizar los resortes básicos de la economía: el petróleo, la energía, la minería, el agua y el comercio exterior.

Una empresa de capitales argentinos puede pasar de la noche a la mañana a manos extranjeras, de ello tenemos infinitos ejemplos. Basta ya de torpezas que luego se pagan caras.

En cuanto a la redistribución de la riqueza, el Parlamento debe legislar un nuevo esquema impositivo que grave las grandes ganancias y desgrave el consumo directo (léase IVA). Debe implementar un impuesto a las ganancias extraordinarias, a los grandes capitales y a los enormes latifundios.

También el Parlamento, debe establecer de una vez por todas, un índice de actualización jubilatorio acorde con los sueldos del personal en actividad, ¡ya no más limosna: justicia! Y ¿por qué no el 82% móvil?

Hasta la próxima

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