sábado, 30 de enero de 2010

¡OJO! VENEZUELA EN LA MIRA DEL IMPERIO


Venezuela ha ingresado a una zona de turbulencia

(Por Modesto Emilio Guerrero para Red Eco) Venezuela-
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viernes, 29 de enero de 2010

Devaluación de la moneda, racionamiento de energía, desplazamientos de funcionarios de alto nivel, ofensiva de calle, discursiva y simbólica de la oposición de derecha dentro y fuera de Venezuela, ineficiencia administrativa y corrupción. Causas y consecuencias para analizar.
Este proceso revolucionario será noticia cuando pase algo y cuando no pase nada. El asunto es qué se informa. En ambos casos la sospecha y la cobertura periodística sobre la sospecha, serán la misma. El enemigo no descansa.


Una simple comparación de lo que pasa en Venezuela, con sucesos sociales, telúricos, económicos y políticos de cinco países en el mismo período (Haití, Perú, México Chile o Argentina) convierte en sospechosa la desproporcionada cobertura dada por las agencias de noticias y televisivas. No solo es desproporcionada, es maliciosamente antichavista.

Es el costo que debe pagar un pueblo trabajador y un líder anti imperialista que decidieron meterse en los torbellinos de un proceso revolucionario. Desafiar el poder de la dominación capitalista no sale gratis. Chávez y la “revolución bolivariana” serán noticia por lo que hacen y por lo que no hacen. El asunto es qué se informa.

En medio de la campaña mediática contra “la dictadura” venezolana, a ningún medio local o del exterior se le ocurrió informar que el 21 de enero el Gobierno puso en marcha el más novedoso sistema de Metrocable del continente, para beneficiar a los barrios pobres de los cerros caraqueños, elevando el nivel de vida en uno de los aspectos más problemático de la vida social venezolana: el transporte. Tampoco que la devaluación, impopular en si misma, fue acompañada por un aumento del 25% en 2010, seguida de una campaña nacional contra la especulación que condujo a la estatización de la segunda cadena de supermercado del país. O un hecho notable: a los 5 días de la medida devaluacionista, el costo nacional del dólar se redujo a casi la mitad de la semana anterior: De 8-9 bolívares a 5,8 bolívares por dólar.

En el terreno de la economía la novedad fue la devaluación de la moneda (el Bolívar) en tres bandas. La primera, pasó de 2,15 por dólar a 2,60, aplicado a los productos de primera necesidad; el segundo nivel pasó a 4,30 para una parte de las materias primas no indispensables y para todos los instrumentos de consumo no indispensables (turismo externo, por ejemplo) y una tercera banda que se mantuvo flotando como el "dólar permuta", es decir, el “libre”.

El segundo dato distintivo de la coyuntura fue el desplazamiento del Vice Presidente, que a su vez cumplía la función de Ministro de Defensa. Este hecho se encadenó con la salida de la Ministra del Ambiente, que al ser la esposa del mismo Vice, elevó el tono político, porque además involucró al Presidente del Banco de Venezuela, una entidad estatal de primera línea crediticia. Este titular bancario era una pieza del campo de influencia que había construido el ex Vice Presidente.

El tercer acontecimiento fue la violenta y orquestada reacción de la oposición política de derecha, contra la medida estatal de suspender temporalmente las transmisiones de cinco (5) canales internacionales, que operaban en el sistema televisivo venezolano a través de empresas de cable.

Este hecho no se hubiese convertido en noticia si entre los cinco canales internacionales no hubiera estado uno que se hizo notorio a mediados del año 2007: Radio Caracas Televisión (RCTV), un medio de comunicación convertido en tribuna partidaria conspirativa desde 2002. No es el único medio, simplemente es el más parecido a un partido político: funciona como el Estado Mayor de una de las fracciones más agresivas de la derecha venezolana.
Al día 29 de enero, cuatro canales estaban de nuevo en las pantallas, menos RCTV, que se niega a cumplir las normas jurídicas. Y la razón es simple: es la manera de victimizarse internacionalmente y convertirse en bandera política en las calles.

Los cinco canales fueron suspendidos por incumplir las normas de dos instrumentos jurídicos que regulan las transmisiones audiovisuales en el país: la Ley de Responsabilidad Social de la Comunicación y el Reglamento de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), una norma aprobada en diciembre pasado.

No es una casualidad o estado de locura temporal, que la consigna central de las acciones estudiantiles y de la campaña mediática internacional, sea la vuelta de RCTV. Este canal “internacional” apenas ocupa el 7% de la audiencia nacional. Desde el 26 de enero se convirtió en el disparador de la violencia desatada, con tres muertos, dos de las filas del chavismo, uno de los contrarios.

La reacción ha incluido varios cacerolazos en la Capital y tres Estados provinciales, dos intentos de ocupar CONATEL y los estudios del Canal 8, el más importante del sistema público y el de mayor rating en el espectro nacional radioeléctrico.

El cuadro se completó con el cruzamiento entre deporte y política, algo usual en países como Argentina y Brasil, pero casi desconocido en Venezuela.
La oposición de derecha usó los juegos del Campeonato Nacional de Béisbol para hacer propaganda contra el Presidente con la consigna "Chávez tas ponchao", que trasladado del argot beisbolero sería algo así como "Chávez estás quebrado, jodido o expulsado". Este hecho no habría pasado de ser una anécdota menor en otro momento.

La repercusión política la adquirió al cruzarse con la polarización emotiva que vive la población desde finales de diciembre, al ver a sus dos equipos preferidos (Leones el Caracas y Magallanes de Carabobo) compiten por el título más soñado en el deporte nacional.

Pero un dato alteró la sistema nervioso de los encopetados señoritos y señoras en las clases medias caraqueñas: El Presidente Chávez es fanático del equipo que va ganando, y en su conocido estilo, ha celebrado los triunfos del Magallanes con entusiasmo y orgullo públicos.

Esas apariciones de la derecha en los Studium pidiendo la salida del Presidente es otro de los dispositivos en las acciones de este año hasta las elecciones legislativas de septiembre. Veremos otros similares en escenarios distintos. Ese es el plan. Se conoce en Venezuela como “calentar la calle”.

El 29 de enero lo dijo con franqueza Angelitz Yañez, una dirigente de la Universidad Católica Andrés Bello, controlada por la oposición: “Haremos acciones sorpresa, no diremos acá dónde, pero el Gobierno nos verá en todos lados, cuando menos lo espera” (Asamblea de estudiantes, Caracas, viernes 11am, reportaje Globovisión)

El último combustible de la situación es el racionamiento de energía eléctrica. Desde diciembre comenzaron "cortes de luz" de una a tres horas por día, en un país furiosamente acostumbrado a consumir luz eléctrica con la misma irracionalidad que compra gasolina a dos centavos de dólar el litro. Esto vale para la clase media, pero también para las familias obrera y barrial.

Estos hechos, entre otros difusos o menores, y sus efectos político-sociales y mediáticos, se explican por una combinación compleja y dinámica de causas en pleno desarrollo.
Venezuela ha ingresado en una zona de turbulencias con expresiones en la vida económica, social, climática, política y mediática. No está descartado que también afecte el sector militar, al que llegan centenares de mensajes de texto y envíos por twiter desde el 26 de enero.
Este proceso comenzó meses antes, pero es en este mes de enero cuando sus elementos más explosivos se mezclaron a favor de una ofensiva de la oposición de derecha.

Honduras y Chile no están ausentes del escenario y sobre todo del imaginario de la derecha venezolana. Ambos casos son invocados por los discursos y banderas en sus acciones. Honduras como el “modelo” a seguir para destituir exitosamente a un Presidente y echar a un régimen insumiso a EE.UU. Chile, como el avance de la derecha capitalista en el continente. Esos dos ejemplos están acompañados por el éxito de la derecha en Panamá y Colombia, además de Argentina.

Para el Gobierno el acto de calle del 23 de Enero, celebratorio de la Revolución de 1958, fue el comienzo de lo que Chávez definió como “Campaña Admirable” (una referencia histórica a la batalla dirigida por Simón Bolívar desde la actual Colombia en 1813, que condujo a la reconquista de lo que hoy es Venezuela, algo similar al cruce de Los Andes por San Martín en el sur). Pues para la derecha también fue el inicio de su propia campaña, aunque no pueda reverenciarse en ningún ejemplo histórico.

En esta perspectiva, hay dos fechas clave para medir su evolución en el terreno política y electoral: septiembre de 2010 (elecciones de Diputados a la Asamblea Nacional) y diciembre de 2012 (elección de Presidente). El chavismo está mal parado para las primeras.

En una parábola que la aproxima a Argentina, 2010 será un referéndum aproximado para la prueba de 2012, pero en el contexto climático de una sociedad polarizada entre revolución y contrarrevolución. Esa es la diferencia con el caso argentino.

Los tres muertos de enero, los intentos de ocupación de edificios públicos, las movilizaciones de estudiantes de primaria, secundarias y universitaria, la invisibilización de la obra pública, la devaluación y otros elementos sensibles, son sus armas de ataque, en un país que solo puede comprenderse en códigos de guerra civil, aunque el resultado no tenga ese carácter.

De allí que hechos menores como RCTV, o una pancarta contra Chávez en un estadio de Béisbol, adquieren consistencias y expresiones noticiosas desmesuradas, incomprensibles en un país “normalizado” como Argentina, Costa Rica, o Jamaica.

Causas y consecuencias

Venezuela ingresó a la cadena de crisis de las economías latinoamericanas en el tercer trimestre del 2008 cuando su PBI descendió del 7,2% al 3,8; desde entonces solo decrece. Al final del año 2009 se registró una contracción acumulada anual de –2,9%.

La recesión capitalista internacional y la fragilidad de la economía rentista petrolera producen un fenómeno de apariencia paradojal: a pesar de la mayor inversión pública per capita del hemisferio (2004 a 2007, CEPAL, 2008) distribuida en la sociedad pobre y en la infraestructura territorial urbana y campesina, el gobierno no ha podido romper la línea de fragilidad de una economía tradicionalmente extractiva, mono productora, rentista y parasitaria.
Era (y sigue siendo) necesario por lo menos un lustro para ver los resultados de una masa de inversión evaluada en 54.000 millones de dólares, aplicada en un poco más de cuatro años sobre varios rubros económicos y sociales, uno de ellos la profesionalización acelerada de sus jóvenes.

El tiempo político de la masiva inversión del gobierno de Chávez no coincidió con el tiempo de la crisis capitalista mundial. Menos coincidirá con la urgencia imperialista de distorsionar y demoler la construcción revolucionaria que realiza el gobierno bolivariano.
El resultado es un agujero fiscal de más de 10.000 millones de dólares originado en tres causas:

A) La caída de los precios del petróleo a casi la mitad en menos de un año,
B) El descenso estrepitoso de la producción-exportación no petrolera (apenas el 13% del PBI),
C) Una desproporcionada (digamos, no planificada) masa de inversión en importaciones, que incluyen las indispensables para salud, alimentación (40%), y las necesarias para cumplir el Plan de Desarrollo Simón Bolívar 2007-2013, que intenta convertir a Venezuela en una potencia mediana. Pero también registra las importaciones financiadas por el Estado (CADIVI, PDVSA y Banco Central) que son cuestionadas por fraudulentas; algunas quedaron en las manos de la boliburguesía, la mayoría de esos dólares fue captada por empresarios: “Entre agosto de 2008 y diciembre de 2009, se liquidaron 56.101 solicitudes de dólares para importaciones por 1.662,78 dólares”. De esta suma, la mayor parte fue derivada a “importaciones improductivas”, hasta que el gobierno decidió intervenir en CADIVI y someter a investigación a 351 empresas “por irregularidades en los procesos de importación de bienes”. (CADIVI, Informe, enero 2010)

Esta masa de capital para importación sobrepasó el nivel histórico conocido en el país. Según estudios de CADIVI, el promedio de inversión por habitante en 2008 fue superior a 2.000 dólares, el más alto del continente, superior a las del Brasil, Argentina y México.

En contraste con la caída de la producción manufacturera industrial (–7,2%, entre 2007 y 2009), las importaciones sumadas desde 2003 a 2009, crecieron 479%, suficientes para hacer saltar cualquier modelo de acumulación, si es que no tiene cómo sostenerse y traducirse en producción-exportación-capital, en el corto o medianísimo plazo.

Ese plazo es que le niegan a la “revolución bolivariana” tres actores de la economía y la política mundial: la crisis capitalista internacional, el gobierno de Estados Unidos y la burguesía venezolana y latinoamericana. Su manifestación más reciente la estamos viendo en las calles de Venezuela y en las pantallas del mundo desde el 26 de enero.

Pero estos factores externos no actuaron solos. Han estado bien acompañados por otros menos visibles, aunque bastante conocidos en Venezuela:
a) La ineficiencia administrativa de una parte de los ministerios, gobernaciones y alcaldías. Basta escuchar las quejas de la gente chavista para creerlo. La más escandalosa expresión es la crisis eléctrica. Desde mediados los años 80 se conocen estudios realizados por grupos ecologistas de la izquierda venezolana, advirtiendo sobre la sedimentación arenosa de la Presa del Guri por obra de la tala criminal y la minería ilegal en la Amazonía venezolana lindante con el Brasil.

De la presa del Guri emergía el 78% de la energía eléctrica del país. En 2008, un grupo de ingenieros chavistas del Colegio de Ingenieros de Caracas avisó a la entidad nacional Corpoelec, de la necesidad de invertir alrededor de 5 mil millones de dólares en el sector hidroeléctrico para hacerlo sustentable ante el peligro de sequía y agotamiento de las presas. El desastre natural causado por el cambio climático que dio origen al “fenómeno del Niño”, con un desecamiento de las fuentes de más de 9 meses continuos, hizo inevitable (pero no imprevisible) la crisis de la electricidad que padece la población venezolana desde mediados de 2008. El Guri bajó en un año una cota de 9 metros de agua dulce.

A este hecho “natural” se sumó la ineficacia burocrática. La estatización de las empresas eléctricas, hace unos tres años, no significó lo más elemental de un gerente nuevo: realizar un “estado de situación” del sector para prever y realizar inversiones de renovación, actualización tecnológica, ampliación de plantas. La calamidad se hizo inexorable.
b) Un aspecto derivado de lo anterior es el derroche de recursos, especialmente de energía y materias primas. El siglo XX mostró que este es un rasgo propio de regímenes estatales altamente burocráticos, tanto capitalista como no capitalista. Como se sabe por la teoría económica más antigua, es una de las bases de la improductividad del trabajo humano y su valor relativo en el mercado mundial. Este derroche tiene una base de sedimentación social en la reciente historia venezolana.

El consumismo impuesto por la cultura capitalista hace más de 80 años hace evaporar 700.000 barriles anuales de petróleo en el parque automotor que inunda las ciudades venezolanas. Caracas, por ejemplo, soporta 2 millones 200 mil autos en una población de 3 millones dentro de un pequeño valle de 120 Km² poblado de edificios y autopistas. (Últimas Noticias, Caracas, 21 de enero 2010)
c) Otro aspecto que media orgánicamente entre la ineficiencia y el derroche es la corrupción.

En la Venezuela bolivariana se instaló la corrupción como un sistema funcional al ritmo del crecimiento del ingreso petrolero entre 2002 y 2008. la vieja corrupción fue sucedida por otra del mismo signo, aunque más frágil. Un buen ejemplo de ese sistema es este: el 17% del Presupuesto Nacional de 2006-2008 fue controlado hasta hace poco por un grupo de bancos pequeños, expropiados tardíamente en diciembre de 2009. Estos banquitos privados estuvieron manejados por figuras intermedias del chavismo, miembros de la llamada “boliburguesía”, relacionados gerencialmente con viejos y nuevos grupos de la burguesía local e internacional.

No han sido suficientes las denuncias constantes del propio Presidente Chávez contra los corruptos a quienes llama “traidores”; o el encausamiento judicial de centenas de ellos, algo jamás visto en el país, o las renuncias de varios ministros involucrados directa o indirectamente (otra novedad en la historia de la corrupción venezolana). Este flagelo vive asediado por el rechazo masivo y politizado de millones de militantes y votantes bolivarianos que lo denuncian en los organismos o en sus medios comunitarios.

Una primera conclusión es que el gobierno ya no podrá sostener con la misma seguridad todas las Misiones Sociales y los planes de mejoramiento del nivel de vida de la población. Esta masa de inversión venía colocando al país entre los más cercanos a cumplir las Metas del Milenio, según el Informe de la UNESCO, de enero de 2010.

Allí nacen dilemas sociales y económicos con expresiones en la alturas institucionales.
Esta reducción de la masa de dinero disponible está alimentando un entredevoramiento dentro del aparato estatal, protagonizado por cuatro o cinco grupos de poder, además de la depredación que hacen los empresarios antichavistas. La caída del grupito de bancos expropiados en diciembre, todos ligados a la inversión estatal, así como el desplazamiento del Vicepresidente, entre otros hechos menos conocidos fuera del país, y los que están por verse en los meses venideros, contienen todas las tensiones nuevas vividas en las alturas del poder y en la sociedad misma.

Al tener una oposición tan frágil, el chavismo absorbe los problemas gruesos del exterior y de la Nación. Se expresan en forma de pujas, competencias y desplazamientos en el aparato de Estado y en desplazamientos de las placas tectónicas de la “revolución bolivariana”. La moral de lucha de los bolivarianos ha comenzado a moverse hacia atrás.

En el medio de este cruzamiento de líneas de tensión está el Presidente, única personalidad nacional reconocida por adhesión o por rechazo. Su imagen y audiencia siguen siendo altas en la mayoría de la población, pero con una novedad: capas de la vanguardia (que en la Venezuela de hoy se cuenta por cientos de miles), y franjas sensibles de la población que vota por Chávez desde 1998, han comenzado a desmoralizarse, enojarse, fastidiarse, disgustarse, afligirse, aburrirse, etc., etc. Cualquier sinónimo sirve para develar el comienzo de una declinación en la base social que sostiene a Chávez en la Presidencia y al proceso revolucionario como protagonista en la vida nacional. Esto es lo más importante y malo de lo nuevo.

El propio presidente Chávez reflejó sensiblemente este estado de cosas en su discurso del 23 de Enero. Utilizó dos horas de su discurso para hacer la historia de las traiciones desde 1810 hasta hoy, y la hora restante para exigir “absoluta lealtad” en la campaña política iniciada ese día con el objetivo de mantener la mayoría en la Asamblea Nacional.
“No nos podemos dar el lujo de perder la mayoría en la Asamblea”. “!Imagínense a los escuálidos manejando la Asamblea, se paralizaría todo, me impediría gobernar!”. “No hay tiempo que perder, adelante, adelante, adelante”. Mientras escuchábamos el discurso no se podía observar el mismo Chávez ofensivo de otras batallas, sino uno preocupado por la sustentabilidad de su proyecto y su gobierno. Incluso el llamado a fortalecer el poder popular, y los reclamos públicos a sus colaboradores en el gabinete, señalan la misma latencia.
Un análisis que inscriba la semiótica de este discurso del 23 de enero en la realidad interna del chavismo y la vida social venezolana de hoy, daría como resultado una altísima preocupación casi desesperada del líder del proceso venezolano.

Allí nacen los más importantes dilemas del chavismo, Chávez y la revolución bolivariana a 10 años de su nacimiento.
Chávez tiene razón en los alertas lanzados en la plaza repleta el 23 de enero en Caracas, el asunto es cómo resolverlo, y para eso hay un solo camino: fortalecer el poder popular que existe disperso en Venezuela; hacerlo hasta el punto que sea capaz de asumir funciones gubernamentales, sustitutivas del frágil poder institucional actual.


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