martes, 2 de noviembre de 2010

SEBASTIAN PIANA


La creación en su más alta expresión

Decir Sebastián Piana es nombrar a una de las personalidades más descollantes, no sólo del tango sino de nuestra cultura popular. Pianista, compositor, director y docente, nació el 26 de noviembre de 1903 en el barrio de Almagro, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Su padre, peluquero y músico aficionado, le trasmitió el amor por la música. A los 7 años comenzó a estudiar violín con su tío, hasta que se volcó al piano, llevado por maestros como Antonio D’Agostino, Ernesto Drangosch y Francisco Giacobbo.
Sus 17 años marcan un momento importante de su vida, ya que se recibió de Profesor Superior de Piano, debutó profesionalmente tocando en una sala de barrio en la época del cine mudo y compuso sus primeros tangos: Sabor popular, La tapera y El hombre orquesta. Fue muy prolífico, escribió alrededor de 500 obras. Su sobrino, el periodista Fernando Piana, rescata algunos aspectos de su carácter: “Mi tío era relativamente introvertido, muy llano. Rompía con el prototipo del tanguero extrovertido, de la noche; respondía más al músico de estudio. Era muy afectivo y generoso. El recibía a cualquiera que tuviese una letra, que lo llamara. Lo veneraban en un montón de lugares pero era tremendamente humilde”. El primer tango con el cual logró reconocimiento fue Sobre el pucho (1922), que obtuvo el segundo premio en el concurso de Cigarrillos Tango, y cuyo letrista fue José González Castillo, padre de Cátulo Castillo. Su segunda gran creación la constituye Silbando (1925), también junto a González Castillo y con la colaboración en la música de Cátulo, estrenado por Azucena Maizani en el viejo Teatro San Martín. Ambos tangos alcanzaron tal trascendencia que fueron grabados por Carlos Gardel. En 1926 se produjo su celebrado encuentro con Homero Manzi, con quien renovó un género que estaba casi olvidado: la milonga. Hasta ese momento la milonga tenía un estilo campero, simple, era interpretada sólo con guitarras. Piana percibió que se podían agregar tambores y pianos, ideando un ritmo nacional con dos sonidos: uno muy de tierra adentro y otro internacional –afroamericano– como el candombe. Así nació la milonga urbana. A este respecto, el binomio concibió un verdadero hito en 1931: Milonga Sentimental, estrenada por Mercedes Simone en Montevideo, a lo cual siguió Milonga del 900, ambas grabadas por Gardel. De Piana y Manzi quedaron otras páginas clásicas, como Milonga Triste, Milonga de Puente Alsina, Pena mulata y Papá Baltasar; los tangos El pescante, Viejo Ciego, De barro, y los valses Esquinas porteñas y Paisaje. “Provenían de mundos distintos: Manzi era político, mi tío, no. Así y todo se entendieron en la letra y en la música. Se respetaban muchísimo. Los unía el sentimiento nacional, la pertenencia a la cultura popular”, afirma su sobrino. A principios de los años treinta Piana conoció a Gardel: “Lo visitó en su casa de la calle Jean Jaurès. Mi tío tocó la puerta y abrió una rubia despampanante. Gardel estaba ensayando y le dijo ‘Pase, maestro. A ver, déjenle el piano que él tiene que tocar unas melodías’. El lo contaba con mucho orgullo, como algo mágico. Mi tío lo admiró siempre”, comenta el periodista. En 1934 ingresó a la orquesta de Mercedes Simone, a quien acompañó durante varios años. Con el bandoneonista Pedro Maffia conformaron también una gran dupla autoral, con temas como Arco Iris –premiado y grabado por Francisco Canaro–, No aflojés y Bandoneón. El mejor proyecto que emprendieron junto a los principales bandoneonistas de la época fue el Quinteto Ases Pebeco en 1935. Además, integró esporádicamente la orquesta de Maffia cuando ésta tenía dos pianos. En 1940 creó la Orquesta Típica Candombe, con la que incorporó tamboriles en tangos y milongas. De su sociedad con Cátulo emergieron dos temas emblemáticos: el tango Tinta Roja, estrenado por Aníbal Troilo, y el vals Caserón de tejas, ambos de 1941. Otros temas renombrados de Piana son Milonga de los fortines, Arrabalera, Trampa, Cornetín y Son cosas del ayer. Asimismo, escribió música para cine, teatro, ballet y obras corales como Misa de Gloria. Presidió la Academia Porteña del Lunfardo y fue profesor en el Conservatorio Manuel De Falla. Piana no trabajaba de músico, era un músico, ni más ni menos: “No seguía una rutina para componer. A veces componía la música primero, y otras, hacía la música en base a la letra. Estaba absolutamente tomado por la música, le costaba disociar su lugar de músico de actividades como comer y dormir. Sebastián era un músico tiempo completo, tenía inspiración momentánea y contracción al trabajo”, reflexiona Fernando. Tocó el piano hasta último momento, siguió también componiendo y dando clases. Murió el 17 de julio de 1994, a los 90 años, dejando como regalo eterno su obra profusa y excelsa.

Laura Brosio

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