Hoy, 22 de Mayo, de aquel 1810, más que nunca, cuando se
habla de “Quemar el Banco Central”, de “Dolarizar la Economía”, quitar derechos en lugar de otorgar
derechos, cuando se tiene temor de recurrir al congreso para implantar
retenciones a exportaciones, que obtienen una “renta extraordinaria”, producto
de una guerra incitada por la OTAN, (un apéndice de los EEUU. para vender armas
y domesticar a una Europa propensa a la sumisión), tras una pandemia que
retrajo la economía y frenó la producción, cuando parece ceder la peste que
llegó “como regalo del cielo”, ¡vale rememorar la historia y a los valientes
que como avanzada en las Colonias del Rio de la Plata, pensaron y militaron,
nuestra independencia.
Hoy 22 de Mayo, de aquel 1810, pareciera que los
argentinos olvidaron “La revolución”, “La independencia”, y la tanta sangre
derramada en lograrlas.
Alguien dijo una vez; “Donde existe una necesidad, nace
un Derecho”, pero los derechos no se lograron fácilmente, se fueron
logrando a fuerza de luchas, desde los
hombre de Mayo, Moreno, Belgrano, Castelli, Rodríguez Peña, Beruti, French, y
tantos otros, y quienes vinieron después, desde las luchas de quienes trajeron
desde Europa, las nuevas ideas, y pusieron su pecho en la lucha y contra las
balas, los “tanos y gallegos”, perseguidos que inmigraron.
Hoy 22 de Mayo, de aquel 1810, vale recordar, mantener
viva la memoria, y negarnos a escuchar, las palabras fáciles de los detractores
de una patria por la que lucharon, luchan y lucharán, nuestros ascendientes y
nuestros descendientes, y recordar aquellos días de mayo, que comienzan el 14; cuando la fragata
inglesa Mistletoe trajo la noticia que
confirmaban los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires, sobre la caída
en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último
bastión del poder español.
Publicamos a continuación el artículo de Felipe Pigna, que ilustran aquellos días de Mayo de 1810:
UNA SEMANA PARA RECORDAR
Viernes 18
El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos
Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirmaban los
rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los
franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder
español.
El viernes 18 el virrey Cisneros hizo leer por
los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir)
una proclama que comenzaba diciendo: «A los leales y generosos pueblos del
virreinato de Buenos Aires.» El virrey advertía que «en el desgraciado caso de
una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno» él asumiría el
poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se
pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia
Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el
mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación
extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre «los genios inquietantes y
malignos que procuran crear divisiones». A medida que los porteños se fueron
enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas
políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y
hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.
La situación de Cisneros era muy complicada. La
Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su
mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables
para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en
forma secreta en la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18, los jóvenes
revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle
al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que
quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan
José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.
Sábado 19
Las reuniones continuaron hasta la madrugada
del sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano
le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su
parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.
Domingo 20
El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los
jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se
rehusaron a brindárselo. Por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron
ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una
insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le
advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó «Ya que el
pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran» y
convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el «Café de los Catalanes y en
«La Fonda de las Naciones», los criollos discutían sobre las mejores
estrategias para pasar a la acción
Lunes 21
A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo
como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos
minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la
Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que
llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta
blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires.
Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis
Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la «Legión Infernal» y pedía a los
gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes
acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia
formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los
«infernales» no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe
intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra quien logra
calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
Martes 22
Ya desde temprano fueron llegando los
«cabildantes». De los 450 invitados sólo concurrieron 251. También estaba
presente una «barra» entusiasta. En la plaza, French, Beruti y los infernales
esperan las novedades. La cosa se fue calentando hasta que empezaron los
discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su
cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un
español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce
Juan José Castelli contestándole que habiendo caducado el poder Real, la
soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en
España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota señaló que
para poder tomar cualquier determinación había que consultar al resto del
virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando en que el interior sería
favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso le dijo que no había
tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno.
Casi todos aprobaban la destitución del virrey
pero no se ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios.
Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno; mientras que
el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo
gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en
que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al
virrey.
El debate del 22 fue muy acalorado y despertó
las pasiones de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del
virrey, contará horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no
participar de las ideas revolucionarias «… mientras que a los que no votaban contra
el jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les
chiflaba.»
Miércoles 23
Por la mañana se reunió el Cabildo para contar
los votos emitidos el día anterior y elaboró un documento: «hecha la regulación
con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar
en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (…) hasta la
erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera
que estime conveniente”.
Jueves 24
Se confirmaron las versiones: el Cabildo
designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada
por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos
Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando
absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y
el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el
coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en
sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del
regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la
sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias
observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso
acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al
comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor
de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: «Juro a la
patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el
virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis
armas.»
Por la noche una delegación encabezada por
Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos
y logró su renuncia. La Junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo
para la mañana siguiente.
Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el
poder:
«En aquella misma noche, al celebrarse la
primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que
alguna parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de
las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el
peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban
descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo,
(..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se
solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra,
arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las habría
conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a su
virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender con
semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos y
que el cabildo proveyese de gobierno.»
El 25 de mayo de 1810
Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810
amaneció lluvioso y frío. Pero la «sensación térmica» de la gente era otra. Grupos
de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se
fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban
en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios
habían usado durante las invasiones inglesas.
Pasaban las horas, hacía frío, llovía y
continuaban las discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y
estos le hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener
en el poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus
tropas no les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y
el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó « ¿Dónde está el pueblo?». En
esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de
algunos infernales y dijo «Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no
estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si
hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y
efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los
cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para
venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene
badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya
presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque
no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las
armas en la mano, no responderemos de nada.» Poco después se anunció finalmente
que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio
Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios;
fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar
Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea
y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.
La Junta declaró que gobernaba en nombre de
Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias «Con las más repetidas
instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo
empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino
también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de
aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir
empleos y honores por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta
con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él
expedía sus providencias y mandatos.»
Para algunos era sólo una estrategia a la que
llamaron la «máscara de Fernando», es decir, decían que gobernaban en nombre de
Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que
todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente
para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el
9 de julio de 1816.
Pero los españoles no se creyeron lo de la
máscara o el manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.
En Buenos Aires, el ex virrey Cisneros y los
miembros de la Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no
acataba la autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero
fueron arrestados y enviados a España en un buque inglés.
Primera Página
22 de mayo de 2022
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