10 DE NOVIEMBRE ANIVERSARIO DEL NATALICIO EN 1834 DE JOSÉ HERNANDEZ
El término «gaucho» comenzó a ser usado como sinónimo de
nobleza, de desinterés frente a la «interesada» y «materialista» (en más de un
sentido) moral del inmigrante, de los «malones rojos», los nuevos enemigos a
«civilizar». El gaucho de verdad, devenido en peón de campo, seguirá esperando
por décadas, la justicia que preconizara aquel hombre que le había hecho decir
a Martín Fierro:
«Para él son los calabozos
para él las duras prisiones
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre
que son campanas de palo
las razones de los pobres».
Aquel día nunca llegará, y con el tiempo se extinguirá “El
Gaucho”, y aparecerán otros sujetos que ocuparan sus desdichas: como el campesino pobre, luego
el proletario explotado, que ocuparán su lugar.
El difundido “linaje”,
traído de la España medieval, era requisito para ser reconocido como “vecino”
de la ciudad colonial , es decir, súbdito con derecho a participar del Cabildo,
y para aspirar a cualquier derecho o prerrogativa que se consideraba “merced”
de la corona: ingresar como oficial en las fuerzas armadas, estudiar en las
universidades y ejercer sus títulos habilitantes, ser funcionario de la administración
real, practicar como sacerdote o ingresar en ciertas órdenes religiosas, entre
muchos otros.
Los argentinos nos criamos con una imagen un poco cambiada
de lo que era un criollo en tiempos coloniales. Una prueba está en que usamos
ese adjetivo para referirnos a buena parte de nuestro acervo musical
folclórico, como las zambas y las milongas o el, para nosotros, “criollísimo”
malambo. Pero como bien afirmaba Chabuca Granda, lo que nosotros tenemos por
“música criolla”, en otros lugares de América es simplemente “música de
negros”.
En nuestro imaginario, los rioplatenses identificamos lo
criollo con el “gaucho” y su “china”, cuando esos pobladores rurales eran, en
la inmensa mayoría de los casos, miembros de las llamadas “castas”. El “mérito”
de esta imagen corresponde, en parte, a los cambios que trajo aparejada la
Revolución de Mayo y, en otra buena medida, a los autores que, a fines del
siglo XIX y comienzos del XX, crearon el mito de una “Argentina criolla” más o
menos homogénea culturalmente, que contraponían a la “invasión gringa” de la
inmigración masiva, el gaucho noble y obediente al patrón frente al inmigrante
inmoral y con ideas “extrañas”.
Esta imagen nos dificulta entonces entender que, cuando
hablamos de criollos, en 1810, ya que nos estamos refiriendo a una parte de la elite
“blanca”, propietaria de tierras, negocios y esclavos, que obtenía títulos
universitarios y puestos en la administración pública y que con sus parientes
peninsulares compartía (y disputaba) las prerrogativas propias del sector más
privilegiado de la sociedad, los más ricos comerciantes monopolistas de
entonces.
Martín de Álzaga o José Martínez de Hoz, eran nacidos en la
Península, y sus hijos eran por consiguiente “criollos” y continuaron, junto con el apellido, una
posición económica y social igualmente destacada.
En sentido inverso, otros criollos como Manuel Belgrano, hijos de europeos, que
también pertenecían a estos sectores encumbrados de la sociedad, tomaron otro
camino.
En la Argentina, el Día de la Tradición está asociado al nacimiento, el 10 de
noviembre de 1834, del escritor José Hernández. El poeta y periodista fue el
autor de dos libros fundacionales de la literatura nacional: El gaucho Martín
Fierro y La vuelta de Martín Fierro.
Estos poemas narran la dura vida del gaucho en diversos
territorios pampeanos, y dan una pintura de su estilo de vida y, sobre todo,
acerca de su modo de ver el mundo.
El gaucho Martín Fierro "fue publicado por la imprenta
La Pampa a finales de 1872. Era un librito de unas 80 páginas que se agotó en
dos meses. Siguieron nueve ediciones sucesivas y una interesante polémica en la
que terciaron, entre otros Sarmiento, que se sintió aludido, y Mitre, quien le
escribió una elogiosa carta a Hernández".
La vuelta de Martín Fierro, segunda parte de la saga, se publicó
en 1879 y afianzó en la memoria popular la tragedia de este gaucho arrastrado a
la guerra, de la que desertó, para perderse como fugitivo.
En el prólogo de La vuelta..., Hernández dio cifras de la
primera parte de este "best seller" de la época. El Gaucho Martín
Fierro, dice el autor, “ha tenido una
acogida tan generosa, que en seis años se han repetido once ediciones con un
total de cuarenta y ocho mil ejemplares."
Hernández falleció en 1886
pero recién en 1937, otro poeta,
Francisco Timpone, propuso establecer el 10 de noviembre como Día de la
Tradición en la Argentina.
Un año después, en 1938, el Senado de la Provincia de Buenos
Aires aprobó el proyecto de Ley para fijar ese día en el calendario. Así quedó
establecida esta conmemoración.
En 1975 el Congreso de la Nación eligió al partido de San
Martín, en Buenos Aires, como Ciudad de la Tradición porque fue el pueblo donde
nació Hernández. Y recién en 1984, San Antonio de Areco fue declarada sede
provincial permanente de la Tradición en la provincia de Buenos Aires.
Algunos versos de aquellos libros:
"Los
hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera,
tengan unión verdadera,
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos se pelean
los devoran los de ajuera".
"Junta esperencia en la vida
Hasta pa dar y prestar
Quien la tiene que pasar
Entre sufrimiento y llanto,
Porque nada enseña tanto.
Como sufrir y llorar:”
"Hay hombres que de su
ciencia
Tienen la cabeza llena;
Hay sabios de todas menas,
Más digo sin ser muy ducho
Es mejor que aprender mucho
El aprender cosas buenas".
Hoy en al año 2022,
hay injusticas que vienen de lejos, y aún no las pudimos superar, los odios y
las violencias no son casuales, y es de esperar más temprano que tarde se superen, al menos, algunas de las lamentaciones del “Martin Fierro”
Primera Página
10 de
diciembre de 2022
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