sábado, 5 de julio de 2008

"LA CHANCHA RUSA"



EL 19 DE JULIO DE 1935 DEPORTAN A “LA CHANCHA RUSA”,

EL REY DE LOS ATORRANTES

“Cuando éramos niños se mendigaba a caballo; ahora

se duerme dentro de los caños de aguas corrientes…”

Vicente Gil Quesada, 1893.

COPETE: Si bien la gran inmigración de fines del siglo XIX y principios del XX atrajo a la mano de obra necesaria, ingresaron asimismo algunos extranjeros que no pudieron o no quisieron incorporarse a la masa de trabajo, ya sea en la incipiente industria o en el campo.

Entre ellos había ingresado Moisés Buldog, conocido más tarde entre otros apodos como “La Chancha Rusa”. Había nacido en el pueblo de Sbick, provincia de Minski (Rusia).

La funesta ley 4144 sancionada para deportar a los activistas gremiales y políticos, sirvió en este caso para deshacerse de tan singular personaje, que desde la mendicidad llegó a convertirse en un potentado con cuentas en distintos bancos, hasta acumular la suma de 131.618 pesos fuertes de la época.

Las categorías

Durante la Colonia era común la figura del mendigo a caballo, que contaba con autorización policial para andar como mendicante, entre el conjunto de actividades típicas de aquellos tiempos tal como lo popularizó el pintor Emeric Essex Vidal.

Hacia fines del siglo XIX surgirán otras categorías de marginados por una sociedad cada vez más expulsiva, que se harán acreedores al genérico simplismo lingüístico de “atorrantes”, y que por razones de desplazamiento, falta de oportunidades, amores desairados o simplemente por indolencia, caerán a ese escalón más bajo de la condición social.

Tanto hoy como ayer la sociedad los mira de costado, en algunos casos con lástima, en otros casi con asco, en los más con indiferencia, y pocos son los que se animan a tenderle un brazo solidario. Son los vagabundos, crotos, linyeras, mendigos, pordioseros, cirujas y quemeros, distintas denominaciones para aquellos que integran el grupo genérico de atorrantes, concepto que tiene diversas acepciones. La más clásica, derivada de dormir (atorrar) dentro de los caños de Obras Sanitarias, cuyo fabricante era “A. Torrent”. Otra etimología digamos, era la de “hato-errante”, por vagar con el hato (bulto de escasas pertenencias) a cuestas, y un posible tercer origen hace alusión a los trabajadores ocasionales que se empleaban en el torrado de café.

También fueron incorporados por analogía otros sectores de la sociedad, convertidos en trabajadores golondrinas, gringos braceros, y hasta indios arrancados de las reservas y obligados al trabajo como semi-esclavos en las cosechas. El trabajador golondrina se veía obligado a recorrer largas distancias a pie, siguiendo el trazado de las vías ferroviarias, en busca de un precario trabajo en el levantamiento de la cosecha, para obtener así alguna forma de subsistencia.

Un gobernador de la provincia de Buenos Aires, José Camilo Crotto, hacia el año 1917 dictó una norma que hacía posible el transporte gratis en trenes de carga para los braceros de las cosechas. Así se los podía utilizar con salarios ínfimos o sin salario, y sin ninguna ley social que los protegiera.

Otra clasificación era la de “cirujas”, nombre que viene del apócope despectivo de cirujano y se remonta a los antiguos “güeseros”, que recolectaban huesos a domicilio y que fueron cercanos a los quemeros, gente que proliferaba entre los montículos de basura en baja combustión, soportando olores nauseabundos a la búsqueda de cualquier cosa reciclable. Ambos fueron el precedente más degradado de los actuales cartoneros.

Al finalizar la jornada confluían en el Barrio de las Latas (por la típica vivienda de latas y cartones), en las cercanías del actual Parque Patricios. Al caserío también se lo llamaba Barrio de las Ranas, dada la abundancia de estos batracios en los charcos sucios de la zona.

La Chancha Rusa

Niesche Bunetor, Moisés Buldog, Gunitoche -entre otros nombres-, aunque más conocido por el apodo La Chancha Rusa”, había llegado al país a principios del siglo XIX, y nunca se le conoció oficio ni domicilio alguno. Deambulaba en la calle en la más completa miseria, cubierto con harapos y plagado de llagas y úlceras.

Había nacido en Rusia el 1º de enero de 1879 en el pueblo de Sbick, provincia de Minski, y desde que pisó estas tierras se dedicó a “atorrar”, por lo que se había ganado el mote de rey de los atorrantes. Sin embargo, sorprendentemente llegó a atesorar una abultada fortuna, que depositaba en cuentas de los bancos Nación y de Londres.

Había acumulado la suma de 131.618 pesos fuertes de aquel entonces, producto de la mendicidad, de hurtos y de otras fechorías, andanzas que lo habían convertido en un asiduo habitante de las comisarías y de la Penitenciaría; el Prontuario N° 26.759 lo tenía como titular y pesaba sobre sus espaldas.

Cuando se encontraba preso, especialmente en días festivos y conmemorativos, se lamentaba hasta el llanto, de que privado de libertad no pudiera aprovechar aquellas grandes concentraciones de público para llevar a cabo sus andanzas, ya sean mendicantes o sustractivas de lo ajeno. Durante el encierro hacía cálculos matemáticos de las recaudaciones perdidas, según la importancia de la ocasión que transcurría, y comentaba entre los asombrados presos que las festividades religiosas eran más fructíferas que las cívicas, ya que los fieles tras la misa eran más permeables a la piedad, luego de que el sermón del sacerdote les había ablandado un poco los bolsillos.

Conocía todas las zonas del país, que iba recorriendo de acuerdo a las celebraciones locales. Jamás se le conocieron otros domicilios que el de la calle, la comisaría o la cárcel; vivía en el más profundo abandono, muchas veces amenazó con el contagio de sus infecciones a fin de obstruir la acción policial y evitar su detención.

Era altanero y cínico, un caso muy especial de atorrante, ya que era el más rico de todos. Muchas veces se hacía pasar por ciego y era común que adoptara diversas posturas al momento de ser fotografiado.

Finalmente, el 19 de julio de 1935, “La Chancha Rusa” fue deportado en el vapor Ciudad de Buenos Aires, una paradoja para la ciudad que lo vio actuar y lo escondió en sus calles.

Se le aplicó la Ley de Residencia 4144, que si bien era para los extranjeros indeseables por su ideología y militancia político-gremial, sirvió también aquí para deshacerse de este siniestro y pintoresco personaje que habitó Buenos Aires.

Otro vagabundo acaudalado que conoció la ciudad fue Francisco Barreiro, al que le encontraron en 1930 en la cueva donde vivía, constancias de cuentas de ahorro con grandes sumas en pesos fuertes.

Y también estuvo Francisco Biasco, que ejercía la mendicidad en Bartolomé Mitre y Callao y dormía al raso o en un cuchitril de la calle Sarandí. Impresionaba con sus 77 años y sus muletas, pero al ser detenido en 1934 se comprobó que era propietario de tres casas.

Miguel E. Germino

FUENTES

-Gobello José: Nuevo Diccionario Lunfardo, Corregidor, 1994.

-http://es.wikipedia.arg/wiki/chamuyo//linyera

-http://www.soy-quemero.com.ar/barrio/parque.gic

-Martinez Estrada, Ezequiel, La Cabeza de Goliat, Nova, 1957.

-Suárez Danero, E. M., El Atorrante, CEAL, 1970.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Buena la nota! exiten muchos "Chanchas rusa" modernos