miércoles, 3 de marzo de 2010

PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA


EDITORIAL

( Nº 182 – MARZO 2010)


En materia de desigualdad no existen límites imaginables: al despropósito de la “distribución de la riqueza”, en que un sector minoritario, rico y privilegiado se lleva 30 veces más que el sector mayoritario y de humilde condición, se agrega el hecho del consumo desigual.

El hemisferio Norte –con los EE.UU. a la cabeza– consume el 80% de los bienes producidos en el mundo, mientras que el Sur solamente se vale del 20% restante.

Se produce así una desigualdad adicional, que pasa del orden aritmético al geométrico. Por ejemplo: ¿cuántas veces más gana un gerente en los EE.UU., que un asalariado medio no calificado de Argentina o Brasil?

Es muy real advertir que el mundo se encamina a consumir más que lo que produce. En principio una ecuación imposible, pero ocurre que en ese andar se ahondan las diferencias y muchos pueblos del Sur, África y Asia, no consumen casi nada, sólo producen para satisfacer la demanda de las grandes urbes europeas y norteamericanas. Esa situación, ya de por sí aplastante, se agrava por la presión económica y política de las multinacionales (el gran flagelo de las últimas décadas).

En el siglo XVI la Europa privilegiada dilapidaba toda la riqueza saqueada a sus colonias. Hacia ellos regresaban los galeones repletos de oro y plata, los recursos más apetecibles de aquella época en que no se conocía aún el petróleo ni la energía eléctrica, y cuando el agua potable era abundante en todas las latitudes.

Pasaron cinco siglos de extracción indiscriminada de minerales, hasta casi vaciarse las entrañas del planeta ¡Sudamérica bien lo conoce! Sin embargo, ¡ahora vienen por más, vienen por todo, vienen también por el agua!

Javier Rodríguez Pardo en su libro América, vienen por el oro, vienen por todo, hace un critico análisis de la historia y de la actual situación de expoliación de los suelos de América, y llega a conclusiones alarmantes: “El planeta no resiste la explotación descontrolada de lo que se dio en llamar recursos naturales, y está a la vista que la eclosión demográfica demanda cada vez más insumos, digitados de manera desigual por unos en desmedro de otros pueblos. El agua, la irracional explotación de los suelos, la concentración de la energía, la diversidad biológica y los minerales críticos y estratégicos, conforman el paquete voraz para dominar el mundo, con infaustos resultados de un desarrollo cientificista y tecnócrata que en realidad fabrica calentamiento global, cambio climático y más hambre”.

En los Estados Unidos se reconoce que cada uno de sus habitantes consume 19 toneladas promedio de minerales; claro que no todos por igual, lo que hace que haya quienes cuadruplican esa cifra, unas 80 toneladas. Ahora bien, ¿cuánto consume un modesto habitante del Mato Grosso brasilero?

Mientras tanto, las corporaciones trasnacionales continúan esquilmando las cadenas montañosas del oeste argentino, con el implacable método de detectar por vía satélite los minerales allí escondidos, de modo que pasan a pulverizar montañas y glaciares, vertiendo luego el desecho de las utilizadas sustancias químicas altamente contaminantes.

Para todo eso se sirven de millones y millones de litros de agua como principal insumo. Desvían ríos y los contaminan, al igual que las napas. Pero lo peor de todo es que se llevan el 97% de lo producido, ya que gozan de sorprendentes exenciones impositivas. ¡Algo inadmisible pero cierto!

Vienen por todo, por el resto del oro, pero también por el agua. El 85% del oro extraído (sustraído) se destina a la joyería (para los acaudalados) y el l5% restante va a engrosar las arcas bancarias. Para producir un anillo de oro se pulverizan 20 toneladas de montaña, ¿vale la pena?

Esta explotación irracional e incontrolada expulsa habitantes, destruye flora y fauna, contamina acuíferos e inutiliza millones de hectáreas. ¡El botín es magro para tanta devastación!, además es ajeno, se lo llevan como en las mejores épocas de la Conquista.

La solución es simple, pero los poderosos intereses manejan a funcionarios, gobernadores y legisladores, como en el caso del patético gobernador de San Juan, José Luis Gioja.

El gobierno nacional carece de voluntad política para impedir la destrucción y el saqueo, mientras que los grandes medios y la llamada “oposición” mantienen un sospechoso silencio, “de eso no se habla”. ¿Por qué será?

El camino por seguir es la denuncia y resistencia a éste nuevo saqueo del siglo XXI, tal como lo hizo el pueblo de Esquel, que expulsó a las compañías mineras, en un plebiscito con el 81% de voluntades. Y aquello no fue ayer, fue el 23 de marzo de 2003.

Hoy el proyecto binacional de Pascua Lama (entre la provincia Argentina de San Juan y la Chilena de Atacama) encarado por la multinacional canadiense Barrick Gold amenaza ecosistemas, montañas, ríos y glaciares.

Solo la unidad y la resistencia de ambos pueblos pueden impedirlo.

¡Así se hace patria!

Hasta la próxima

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