miércoles, 2 de octubre de 2013

SIRIA



Ahora Obama va por el gas de los sirios

RECLAMOS EN LA PROPIA CASA DEL IMPERIO

 


 La gigantesca puesta en escena mundial que se está armando en Siria, tiene poco que ver con las armas químicas y mucho que ver con el control de los gasoductos. Así como el motor de la intervención en Irak fue el petróleo, ahora es el gas lo que motiva el intento, por ahora postergado, de someter al gobierno sirio a los dictados de Washington.

El primer paso fue armar toda una historia que justifique la presencia militar en la zona. Como en aquella película donde Dustin Hoffman inventaba una guerra para distraer al pueblo norteamericano, ahora un supuesto interés humanitario permite que los acorazados norteamericanos ronden la zona, apoyando a los rebeldes sirios que sobreviven gracias al apoyo militar proveniente del exterior.

No fue muy creativo el autor del guión de la intervención en Siria. Copió y pegó el mismo libreto que justificó la intromisión en Irak: la existencia de armas químicas y su uso sobre la población. Por otro lado, la creación de un foco rebelde supuestamente popular que jaquea al gobierno, es una copia del mismo mecanismo que terminó con la vida del líder libio Muamar Kadaffi.

Sin embargo, surgieron imprevistos que postergaron una intervención que ya estaba en las gateras. Uno de ellos vino del propio riñón de los interventores: Obama no logró encolumnar ni a su pueblo ni a las instituciones que lo representan detrás del objetivo militar. El resultado incierto de las operaciones militares sobre Irak y Afganistán, hicieron que ningún político opositor se inclinara a dar un cheque en blanco a una nueva operación.

Pero el obstáculo mayor vino de un gran jugador que volvió a la cancha. Rusia decidió jugar fuerte contra el bombardeo, ya que tiene mucho que perder con una caída Siria. Los rusos no pueden permitir que el gobierno sirio pierda el control del gasoducto que permitirá el abastecimiento de toda Europa. Tanto el gobierno de Putin como el de China, apuestan a que el gas que alimente al viejo continente pase por Siria, que se transformaría así en la llave maestra de todo el plan. Esto genera la desconfianza de Estados Unidos, que no acepta que el control de los gasoductos no pase por sus aliados. Ni Irán ni Siria son confiables para Washington.

Es por eso que para tratar de acertar sobre cual será el futuro de Medio Oriente, habrá que ver qué tipo de pacto logran forjar Putin y Obama, ya que si los norteamericanos no logran controlar de cerca los recursos energéticos que circulan por Medio Oriente, volverán a poner en la mira a Siria o a cualquier gobierno que obstaculice sus planes.



Pablo Salcito




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