martes, 2 de junio de 2009

BRUKMAN


Obreros de Brukman: esos sobrevivientes hacedores de su destino

Indudablemente, la textil Brukman representa un caso emblemático dentro de las denominadas “empresas recuperadas”. Del vaciamiento perpetrado por sus directivos, que la puso al borde del cierre en 2001, pasó a ser conducida por sus obreros constituidos en cooperativa, desde fines del 2003. Hoy continúa en pleno funcionamiento: no hay patrones, sus sesenta trabajadores siguen organizados de forma horizontal, toman las decisiones en asamblea y no tienen diferencias en los sueldos.

Para concretar este enorme cambio, los obreros -en su mayoría mujeres- fueron superando trabajosamente los obstáculos que se les presentaban a través de una lucha inquebrantable.
Ubicada en Av. Jujuy 554 (Balvanera), la planta Brukman fue abandonada por sus dueños el 18 de diciembre de 2001 después de reunirse con cincuenta empleados que les demandaban un subsidio para el transporte.

En verdad, la situación de la empresa había comenzado a deteriorarse en 1995 y a partir de 1998 la crisis se profundizó, producto de la recesión que afectaba al país.
Las ventas fueron cayendo, las deudas se acumulaban y 180 empleados -más de la mitad del personal- fueron despedidos. Al mismo tiempo el salario empezó a pagarse con vales y fue reducido a tal punto que no cubría el costo del transporte.

Por todo esto, a fines del 2001 la firma estaba en convocatoria de acreedores y circulaban rumores de cierre.
Ante la fuga de los propietarios, los trabajadores decidieron ocupar la fábrica y la pusieron a producir durante un año y cuatro meses. Se desarrolló una gestión eficiente, en la cual se pagaron los servicios adeudados, se consiguieron nuevos clientes y los salarios llegaron a ser dignos.

Pero esa etapa de gracia duraría poco, porque después de dos intentos frustrados, finalmente el 18 de abril de 2003 los obreros fueron desalojados del establecimiento por orden del juez Jorge Rimondi, acusados de usurpación del lugar.

Tres días más tarde, al pretender retomar sus puestos de trabajo, sufrieron una feroz represión con gases y balas de goma por parte de 200 policías. Sin embargo, no podían permitirse claudicar tan fácilmente: montaron una carpa de protesta en la esquina, donde se mantuvieron durante ocho meses, y conformaron la Cooperativa 18 de Diciembre, bautizada así en alusión a la fecha de toma de la planta.

Para Celia Martínez, trabajadora de Brukman, de fuerte militancia en ese tiempo, “esa lucha no fue sólo nuestra, la tomó todo el pueblo. Fue a fines de 2001, cuando toda la gente salió a la calle, salió a luchar: los trabajadores, la clase media, los estudiantes, las asambleas barriales”.


En octubre de 2003 llegó el momento crucial, cuando la jueza Matilde Ballerini dictó la quiebra de la empresa y, acto seguido, la Legislatura porteña aprobó la expropiación.
La ley declaró al inmueble “sujeto a ocupación temporaria” y expropió de manera definitiva las máquinas, la marca y la patente.

De esta manera, Brukman pasaba a manos de los trabajadores, quienes tomaron posesión formal de la fábrica el 29 de diciembre de 2003.
Con la perspectiva de los años transcurridos, Celia Martínez realiza un balance de la administración ejercida por la cooperativa: “El aspecto positivo es tener la fábrica en pie y estar trabajando.

Se arreglaron todas las máquinas y pudieron ingresar a la empresa varios familiares desocupados. Todo se hizo despacio y a pulmón. Lo negativo es la situación económica que está arrasando con todas las textiles.

En nuestro caso, como confeccionamos ropa de vestir de alta calidad, las ventas bajaron porque frente a la crisis la gente prefiere comprar prendas más baratas, para todos los días”.
Recientemente, el Gobierno de la Ciudad pagó la expropiación del inmueble en base a la tasación de $3.500.000 efectuada por el Banco Ciudad, pero los acreedores reclaman un monto superior. Por lo tanto, el tema continúa en discusión con la jueza.

Los obreros quieren creer que se va a respetar ese dictamen. En este sentido, Martínez se muestra confiada en que se sorteará la instancia extrema del remate: “Macri no va a querer tener problemas con las recuperadas, ya que en Capital somos muchas y si resuelve rematar una, sabe que todas nos uniríamos para dar pelea”.

El interrogante que queda flotando es cómo vislumbran el futuro estos obreros incansables: “Nuestra perspectiva es poder seguir trabajando, diversificar la producción ofreciendo prendas más vendibles. Hay un proyecto para hacer camperas y pantalones sport así como trajecitos para dama.

En definitiva, lo que exigimos las recuperadas es trabajo, porque si nosotros no generamos nuestro salario, no hay salario. El tema es ponerse las pilas y trabajar con todo para poder levantar cabeza y salir adelante”, afirma esperanzada la trabajadora.


Laura Brosio

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