miércoles, 12 de mayo de 2010

CONFITERÍA DEL MOLINO


CONFITERÍA DEL MOLINO: UNA ESQUINA CON MUCHA HISTORIA

Hacia los años 1850, se encontraba en la esquina de Federación (hoy Rivadavia) y Garantías (Hoy Rodríguez Peña), una Confitería, típica de aquella época, llamada “Rivadavia”. En la zona se instala el Molino Lorea, primer molino harinero instalado en la iudad, que le fue dando el nombre a la mayoría de los comercios del lugar, anexando a su rubro “Del Molino”.

En el año 1905, con el proyecto de la Plaza del Congreso, se opera una profunda metamorfosis en la zona y aquella confitería se traslada a la esquina NO de Callao y Rivadavia, en un antiguo edificio de local y cinco pisos de Callo 32.

Cayetano Brenna, su nuevo dueño, encarga al arquitecto, Francisco Gianotti, la refacción y ampliación de éste y la construcción de otro sobre Rivadavia 1815, con casi todos los materiales importados de Italia, cerámicas, cristalería, y más l50 cuadrados metros de vitraux , resultando una joya edilicia del neoclasicismo y el art nouveau, vanguardia de la nueva época.

La nueva confitería se inaugura en 1912 y se convertirá en un lugar emblemático por su privilegiada ubicación frente al Congreso Nacional, por la que pasarán importantes figuras políticas como: Sus salones recibieron la visita de ilustres personalidades de la política y de la cultura, extranjeras y argentinas, entre otras, Marcelo Torcuato de Alvear, , el Príncipe de Gales, Alfredo Palacios, Mario Bravo, Lisandro de la Torre, Eva Perón,los tenores Tito Schipa y Beniamino Gigli, las sopranos Lily Pons y María Barrientos, poetas y escritores como Amado Nervo, José Ingenieros, Oliverio Girondo, Roberto Arlt y Ramón Gómez de la Serna, y artistas como; Niní Marshall, Libertad Lamarque y Carlos Gardel.

En 1992 el Concejo Deliberante incluyó al edificio dentro del área protegida históricamente, y en 1997, coincidiendo con su cierre definitivo, es declarado Monumento Histórico Nacional (Ver Periódico Primera Página nº 91 de Noviembre de 2001).

Hoy no basta con la nostalgia, el edificio existe, está cerrado y abandonado, y vale recuperarlo del limbo histórico en que se encuentra, a fin de incorporarlo, además de a la memoria, para un fin válido para la sociedad. ¡Es posible!

Pero por sobre las frívolas discusiones, el edificio debe nacionalizarse, e incorporarse para un destino útil, refaccionar su fachada, en grave riesgo y franco deterioro e incorporarse como asiento de alguna de las tantas instituciones culturales y educativas que funcionan en lugares precarios.


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