martes, 4 de mayo de 2010

PERIÓDICO PRIMERA PÁGINA



EDITORIAL Nº 184 (Mayo de 2010)


“Siempre se paga y siempre se debe…la deuda argentina es un fraude.”

Alejandro Olmos (1924-2000)


Tal vez sea este mes de Mayo del bicentenario de la emancipación de España, y a 508 años en que Colón pisó América, el apropiado para revisar una de las principales causas, y el porqué de la dependencia económica y política que la Argentina padece desde su mismo inicio como país independiente: la deuda externa.

En el preciso momento en que la patria nacía, desde el Puerto de Buenos Aires –cuando aún éste no era tal, sino playas vírgenes de dificultoso desembarco—, las naves de guerra inglesas “saludaban” el hecho, con una salva de cañonazos que expresaba su inadecuada presencia. Venían en “ayuda” del nuevo estado que emergía, ambicionando ocupar el lugar que dejaba su vecino reino desplazado. Desde entonces, el Imperio Inglés comenzó con sus intervenciones, solapadas a veces y descaradas otras.

Lo que no logró por la fuerza de las armas con sus invasiones de 1806/07, lo obtendría mediante la diplomacia de influencias, sobornos y chantajes.

En 1823 el país caería en sus garras mediante el primer gran empréstito de la banca Baring Brothers, gracias a la “patriótica” gestión de Bernardino Rivadavia, entonces ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de Martín Rodríguez, en la Provincia de Buenos Aires. De aquel millón de libras esterlinas acordado al país, garantizado con la hipoteca de la tierra estatal, sólo ingresarían a las arcas públicas 560 mil, el resto se esfumaría en letras giradas contra plazas comerciales, amortización de cuotas adelantadas, intereses y comisiones.

Con enorme sacrificio para sus naturales se logró pagar los primeros semestres, para caer luego en sucesivas refinanciaciones que recién terminarían saldándose en el año 1904, es decir 80 años más tarde, cuando ya se había abonado casi cinco millones de libras esterlinas (cinco veces la deuda original). Sin embargo, entre 1853 y 1873, nuevas “ayudas” en prestamos ingresaron al país, en estos casos alcanzando la suma de 15 millones de libras esterlinas. Años más tarde se pasará de la libra esterlina al patrón dólar, y otros serán los protagonistas locales y externos.

El endeudamiento siempre funcionó a la perfección en un país vulnerable y dependiente como el nuestro, con gobiernos dóciles, que más bien actuaron como gerenciadores de los prestamistas externos.

Cuando se produce el golpe de Estado de 1976, la nueva dictadura se convierte en dueña del país y dueña a su vez de la vida y la muerte de sus habitantes. Entonces las obligaciones externas sumaban 7.800 millones de dólares, en su mayor parte perfectamente documentadas, ahora bien, cuando ésta abandona el gobierno en 1983, Alfonsín recibe una deuda de 45.100 millones de dólares: la deuda había aumentado en un 478% (casi de quintuplicó).

En ese mismísimo momento nace la deuda externa ilegítima.

La investigación y denuncia efectuada por el periodista e historiador Alejandro Olmos, presentada a la Justicia en 1982, es lapidaria: “La deuda externa no tiene justificación económica, financiera, ni administrativa y se desconoce el destino de los fondos”. Olmos llevó el juicio durante 18 años, hasta su muerte. Finalmente el juez actuante, Dr. Jorge Luis Ballestero, del juzgado N.º 2 Criminal y Correccional, declaró a la deuda externa “ilegal, inmoral, ilegítima y fraudulenta”.

Más tarde, el propio Banco Mundial afirmará que el 40% de esa deuda, lisa y llamativamente se había fugado, el 30% se había utilizado para pago de intereses, y el 30% restante había sido utilizado para la compra de armas.

Además Domingo Felipe Cavallo desde la presidencia del Banco Central nacionalizó la deuda privada; demostrado está que las pérdidas se nacionalizan y las ganancias se privatizan.

Alfonsín refinanciará la deuda y en 1989.-- sin investigar--, y entregará el gobierno a Menem con una deuda externa de 62 mil millones de dólares, a pesar de haber amortizado 20 mil millones. Menem, con su Plan Brady en 1992, la hará trepar a 146.200 millones de dólares, no obstante de haber pagado 100 mil millones y rematado todas las empresas públicas. Durante los cortos mandatos de De la Rúa y Duhalde, la deuda volverá a trepar y Kirchner recibe en el 2004 una deuda de 191.263 millones de dólares.

Entre 1976 y 2004 la deuda pasó de 7.800 a 191.263 millones de dólares, sin haberse efectuado ninguna investigación. Significa que creció casi 25 veces, lo que es un disparate total.

Se llega así al año del Bicentenario con una deuda de 180.000 millones de dólares.

Hoy los hombres que ayer y antes de ayer la originaron, se rasgan las vestiduras y hablan de honrar la deuda, y hasta se atreven a dar ideas de cómo pagarla. ¡Que Dios los perdone, porque los argentinos no pueden hacerlo!

Nada queda por pagar, como en épocas de la Baring Brothers. La deuda ya se pagó varias veces, pero, si algo hubiera que pagar, ese algo debe hacerse con impuestos especiales que graven la riqueza. Deben pagar quienes se beneficiaron con la plata dulce, con la rebaja del aporte patronal jubilatorio, y quienes se enriquecieron a expensas del sacrificio de la grandes mayorías.



Hasta la próxima

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