EDITORIAL FEBRERO DE 2017
Nuevamente emerge a la superficie como uno de
los temas más sentidos por la gente el de La
Seguridad, que es abordada por casi todos los canales de forma bochornosa,
repitiendo imágenes diez o quince veces, la misma, un tema muy acostumbrado en
la TV, cuando se carece de suficientes videos.
El problema de la seguridad ciudadana no se
resuelve con apelaciones primitivas de "matar a todos los delincuentes",
"encarcelarlos sin fin", y ante la duda, debe primar la figura de que,
es delincuente hasta que se compruebe lo contrario. O ses la carga invertida.
En ningún
caso se bucea sobre las causas del
porque hay tanta delincuencia. En los casos de reiteración no se indaga las
penosas condiciones de detención imperantes en las cárceles, la promiscuidad,
la higiene, la alimentación y que se hace para que el condenado preso, cuando
logra su libertad haya corregido por voluntad propia sus errores pasados.
No dudamos
que existe un problema de seguridad, que
es general en c asi todo el
mundo, porque decimos en casi todo el mundo. Por ejemplo en Cuba, los índices
de delincuencia.
Se trata de una "sensación" de seguridad confirmada
por los numerosos turistas que visitan la isla. El riesgo mayor es ser
embaucado por algún cubano sediento de dólares con un "cuentito del
tío", pero es una experiencia que
está a años luz de los riesgos que se corren en otros países latinoamericanos,
donde sin embargo el asesinato en ocasión de robo alcanza
cifras récord. Por ejemplo el índice de homicidios por armas de fuego está entre los más bajos del continente.
En La Habana no son habituales los tiroteos, los asaltos a comercios y
domicilios a mano armada… Y son prácticamente inexistentes fenómenos que
afectan a otras ciudades de la región, como los secuestros o las acciones del
crimen organizado.
Tal vez pueda atribuirse a diferentes factores combinados, la dureza de
los códigos, la situación social, la falta de comercialización clandestina de
armas, el menos consumo de drogas, etc.
Una solución brutal sería inadmisible, pero a la vez simple. La
cuestión, como todas las problemáticas sociales, es más compleja de comprender
y de resolver, y no se la resuelve si no se la comprende.
Por ello, de poco sirve el ruido mediático con el tema, a no ser para meter miedo, confundir y angustiar, y también como preliminar de la represión para evitar manifestaciones de descontento social.
Por ello, de poco sirve el ruido mediático con el tema, a no ser para meter miedo, confundir y angustiar, y también como preliminar de la represión para evitar manifestaciones de descontento social.
Cuando ocurre un crimen alevoso, o un
asalto con víctimas, la exposición mediática es más que exagerada y se reitera
en casi todos los canales y a casi todas
las horas.
Otro elemento a tener presente es los programas de ficción
violentísimos, televisados sin restricciones. Hasta los dibujos animados son
violentos. Todo contribuye a generar violencia.
Se
induce a la posibilidad de “linchamiento”, no hace mucho ante una
situación de un delincuente atrapado por
el damnificado, que estando éste en el suelo, medio muerto, lo pateaban y
golpeaban, finalmente el delincuente murió.
No importa, igual van a machacar hasta el paroxismo con la situación, como si hubiera algún tipo de denegación de justicia, confundiendo la protesta pública legítima cuando el Estado no ha respondido a demandas justas, con la protesta al voleo que busca legitimarse por el solo hecho de su realización.
La cuestión de la seguridad ciudadana merece mejor marco de análisis que la banalización televisiva. Hay que plantearse políticas de Estado que comprometan a todos los sectores políticos; y se debe trabajar integralmente, en lo social, lo preventivo, lo penitenciario, lo policial, lo jurídico, lo comunitario y educativo.
Los mismos
sectores sociales que crearon las condiciones políticas para la inseguridad son
luego los que más protestan por ella, sin reconocer su propia responsabilidad. Por ejemplo hoy, se pretende liquidar todo plan de apoyo económico o social a los más necesitados es un buen programa para el futuro, bajo la
remanida monserga de "bajar el gasto público", y la habitual noción
de que no hay que subsidiar a los (supuestamente) vagos y mal entretenidos como se
acusaba y “linchaba” al gaucho hace dos siglos.
Es
para pensar mas seriamente.
Hasta la Próxima
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