lunes, 15 de junio de 2020

MIGUEL MARTÍN GÜEMES

EN UN NUEVO ANIVERSARIO DEL HÉROE DE LA INDEPENDENCIA
RELEGADO DE LA HISTORIA OFICIAL



Murió el 17 de junio de 1821 en la Cañada de la Horqueta, el líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas guerrilleras, nació en Salta el 8 de febrero de 1785. 

CANTO A GÜEMES

Jaime Dávalos – El nombrador: Poemas y canciones (1959)

AHORA en los fogones, Padre Norte
en las últimas casas donde el hombre
se asoma a las orillas del silencio,
presides tutelar la paz del vino,
y su cárdena rosa es una lámpara
de amor memoria, una señal ardiente,
que convoca en el pan y la ceniza
tu espíritu construido tras la muerte.
Frente al sol tu estatura guerrillera,
en medio de la tierra liberada,
limitando el país al norte arriba
y volviendo en el trigo tu voz múltiple
a tocar con los dedos del rocío
el oro dulce del maíz sonriente y dulce.
Aquí estamos, de pie sobre tu sombra,
cruzamos el paisaje hacia tus ojos,
agujeros de cielo vigilante;
mientras tú, en la sustancia de los héroes,
reconoces las sendas y lugares
que asombraron tu sangre sin defensa.
Campeas por el aire, allá en los filos
del viento aullador y desterrado,
donde al verano llamarán los toros
con un balido temporal y trueno.
Miras abajo el chaco entre la bruma,
la heredad de tus hijos, territorio
leñero de la víbora y la arena
empapado en el polen de la aurora.
Miras desde la muerte, cercada de jaguares,
desde tu extensa muerte sembradora
y en ella, árbol de pólvora, tu grito
junta en la eternidad todas las voces.
En tu desvelo por la nieve cruza
San Martín hacia el mar encadenado
y el paisaje y la tierra están contigo
capitán del instinto encrucijado.
Al frente de los ríos y la espina
y del tembladeral alucinado,
jefe de sombras por la noche pasas
mojado en su silencio como un astro.
En la umbría salvaje está tu rostro
sobre el tejido espejo del pantano,
en el muro de selva desolada,
sobre la herida greda del barranco.
La lluvia se lo lleva hacia los cerros
y el humo en su camino delirado,
lo devuelve al azul en aire libre,
en cielo y sangre y oro recortado.
Volverás por las venas manantiales
a la tierra del canto y el arado,
y en cada hijo del pueblo, áspero y libre
iremos tu perfil recuperando.
A tu arquetipo, vertical y solo
de luto insigne y señorial, clavado
más allá de la muerte, nos iremos
en el nervio y la llama del caballo.
Al galope, desnudos desde el alba
al crepúsculo en luz martirizado,
andaremos los días infinitos
arriba de tu sangre y de tu rastro.
Centauro azul, la noche de la patria
llora luz en tu cuerpo desolado.
Ya las altas estrellas apuntalan
el vacío que dejas en la fuga,
tu sangre ya está abierta a su destino;
encontró por el túnel de la bala
su camino a la tierra y abandona
tu materia de lanza y de clarines.
Lloren los tarcos su carne de cielo en la tumba
celada por dos guerrilleros arcángeles negros.
Fuegos nocturnos levanten el árbol del humo en la noche,
al aire cumbreño y el ámbito libre que amó entre naranjos
de nieve estrellada, la vida del héroe.
Caigan al fondo sitiando del luto las lágrimas vírgenes
y por él se asomen las hijas del pueblo.
Ellas que heredaron en presente vivo de la primavera,
lloren a la orilla del mar y los ríos del odio,
fecunden con llanto la sal infinita y el páramo abierto,
lleven la semilla del amor al borde del cielo angustioso
y afirmen la patria construida con sangre de ilustres guerreros.
¡Oigan los líquenes lentos crecer su silencio en la piedra,
traigan los sables en su hilo de luna la lumbre
que ardiera en sus ojos de oscura firmeza redondos,
y al amparo nupcial de la tierra dormida,
descanse por siglos de luz y germine,
el ejemplo claro de amor y entereza de Miguel de Güemes!



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