En Almagro y Balvanera
encontramos varios geriátricos, mejor dicho, “Residencias
para mayores”.
Es el momento más triste
de los hijos, transitar este último período
de sus seres queridos, que les dieron la vida y los acompañaron a recorrerla.
Los infantes y los
ancianos se encuentran en una etapa que en
muchos casos se igualan: son caprichosos, les cuesta caminar, necesitan que les
den de comer o que les lean un cuento y en ciertas circunstancias hay que
decirles “eso no se hace”.
Volviendo a las
residencias, hay que comprender que nuestros abuelos no solo están acompañados
por sus pares, por profesionales de la Medicina
o por enfermeras, sino que cuentan con varios talleres y actividades, como ser:
bailes, gimnasia, yoga, juegos de mesa, en donde pueden jugar a las damas, al dominó, cartas o ajedrez, este último deporte tan necesario,
que les permite prevenir el Alzheimer, que en muchas ocasiones viene acompañado de la pérdida de la memoria.
Para finalizar quiero
dejarles mi experiencia personal.
Mi tía abuela Berta, con 82 años, vivía sola hasta que su memoria
comenzó a fallarle, empezó a exigirles a sus
dos hijas que fueran todos los días a su
casa.
No quería que le acompañe
ninguna muchacha, prefería estar sola y con sus hijas.
Cada una tenía familia y
una profesión. El estar con ella todos los días les era imposible, así que
pensaron en llevarla a una de esas
residencias.
Berta se resistía, hasta
que un día se cayó, pero por suerte no se lastimó
(el terror de la fractura de cadera no se le acercó).
La tuvieron que llevar, en
cada visita Berta no les hablaba, pero eso sí, jugaba al ajedrez con sus
compañeros, veía la televisión con películas de su época y en algunas ocasiones
se animaba a bailar.
Pero a sus hijas no se lo
decía. Hasta que comprendió aquel dicho: “un
padre puede darle de comer a 10 hijos, pero 10 hijos no pueden darle de comer a
un padre”.
Los hijos tienen su familia,
su vida, no pueden trabarse en el camino con sus mayores, ellos necesitan que
los atiendan todo el tiempo posible, por suerte hay personas que se dedican a
eso con mucho amor y paciencia.
Por eso los hijos no
debemos sentirnos culpables de dejar a nuestros padres que ya no se valen por
sí solos.
Hoy con la tecnología se
pueden hacer visitas virtuales, mensajes por WhatsApp
o videollamadas.
Y sobre todo las puertas
están abiertas para poder ir a abrazarlos, mimarlos y escuchar sus vivencias.
Lucas
Giannotti
Periodista
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