EVARISTO CARRIEGO
Breve esbozo de uno de los poetas porteños, amante de tertulias poéticas
arrabaleras.
Evaristo Francisco Estanislao Carriego, más conocido simplemente como
Evaristo Carriego.
Nació en Paraná,
provincia de Entre Ríos, el 7 de mayo de 1883 y
falleció en Buenos
Aires, víctima de
tuberculosis, en el barrio porteño de Palermo, el 13 de octubre de 1912,
a la edad de 29 años. Hoy, en ese sitio donde
vivió con su familia, en la calle Honduras
3748, funciona un centro cultural que lleva
su nombre.
En 1977 ese lugar estuvo a
punto de ser demolido y gracias a la intervención del pintor José María
Maravilla y a la Asociación de Amigos de Evaristo Carriego, se impidió
tal demolición.
CASA DE EVARISTO CARRIEGO EN Honduras 3748
A los 4 años, Evaristo
Carriego se muda con sus padres y sus hermanos a Buenos Aires, a la
calle Honduras entre Bulnes y Mario Bravo; en esta ciudad realizará sus estudios y sus
obras más sobresalientes:
"Misas herejes" y “La canción del barrio". Su obra literaria se
extendió al teatro y al cuento, amén de varios
poemas.
El escritor Jorge Luis Borges lo conoció a través de la amistad que tenía con su padre, ya que vivía a cuatro cuadras.
En el año 1930 Borges
le dedicó un libro a Evaristo Carriego.
Más tarde, el
compositor Eduardo Rovira le compone un tango en su homenaje, que en 1969 lo
inmortalizará Osvaldo Pugliese.
Participó en
publicaciones como "La Protesta", de
orientación anarquista y también en la revista "Caras
y Caretas".
Le gustaba participar en
tertulias literarias y en movimientos de tipo
intelectual, como "Ideas" y
otros, influenciado también por literatos como
Rubén Darío y Almafuerte.
Aquí unos de sus
poemas:
El
clavel
Fue al surgir
de una duda insinuativa,
cuando hirió
tu severa aristocracia,
como un
símbolo rojo de mi audacia,
un clavel que
tu mano no cultiva.
Quizás hubo
una frase sugestiva,
o viera una
intención tu perspicacia,
pues tu
serenidad llena de gracia
fingió una
rebelión despreciativa.
Y así, en tu
vanidad, por la impaciente
condena de un
orgullo intransigente,
mi rojo
heraldo de amatorios credos
mereció, por
su símbolo atrevido,
como un
apóstol o como un bandido,
la guillotina
de tus nobles dedos.
Marcelo Ricardo Beltore
No hay comentarios:
Publicar un comentario