miércoles, 30 de julio de 2025

EL ABASTO COMO NUEVO BARRIO


                            EL ABASTO - MERCADO VIEJO


El Abasto: un barrio “sin papeles”

 

El Abasto no es un barrio, al menos desde el punto de vista administrativo. No integra la lista de los 48 barrios oficiales de la Ciudad de Buenos Aires. En los mapas, su territorio se reparte entre Balvanera y Almagro, y entre las comunas 3 y 5. Sin embargo, para quienes lo habitan, lo caminan, lo trabajan, lo crean, lo sueñan y lo defienden, el Abasto es mucho más que una zona. Es un barrio con historia, identidad, cultura viva y, sobre todo, sentido de pertenencia.

En el marco de la investigación “Huellas del Abasto. La construcción social de un paisaje urbano, pasado y presente”, que estamos desarrollando en el barrio con el apoyo del programa Mecenazgo de Impulso Cultural, promovido por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, hemos recopilado numerosos relatos de personas que viven y trabajan en la zona. Estas voces aportan una mirada íntima y colectiva sobre los límites formales e informales del Abasto, así como sobre el deseo compartido de que este territorio, con una identidad barrial profundamente arraigada, sea reconocido oficialmente como un nuevo barrio de la ciudad.

Una de esas voces es la de María Elena, vendedora ambulante y vecina durante 25 años, quien expresa con claridad el vínculo afectivo que muchas personas mantienen con el barrio. “Para mí el Abasto es mi hogar”, dice. Aunque hoy vive en Once por el aumento de los alquileres, su corazón sigue en esas cuadras que rodean al ex Mercado. “Mis hijas crecieron allí. Es mi barrio, es todo para mí”.

Su testimonio condensa un sentimiento compartido por muchas voces: el de una comunidad que se reconoce en una geografía afectiva, aunque aún no sea reconocida oficialmente.

 

Un barrio que late entre otros

 

Los límites del Abasto no están oficialmente reconocidos, aunque existió una delimitación de carácter operativo impulsada por la gestión administrativa anterior. Sin embargo, esos márgenes se trazan una y otra vez en los relatos de las personas que lo habitan. Para Elisabet, vecina, abogada y activista urbana desde hace más de dos décadas, el área se extiende entre Ecuador, Tucumán, Mario Bravo y Perón. “Allí descubrimos incluso un Abasto industrial, vinculado a los galpones del tren y al antiguo Mercado”, explica.

Para María Elena, el límite estaría dado por las calles circundantes al edificio del ex Mercado. Miguel, vecino y comerciante desde los años 1970, lo resume así: “El Abasto no tiene límites precisos. Es parte de Balvanera, pero su influencia llega a Almagro y Palermo”.

Juana, una reconocida vendedora de productos peruanos y bolivianos, coincide: “El entorno es lo que hace al Abasto”. Para Ignacio, referente cultural del barrio, los límites no se miden en calles: “Uno se da cuenta cuándo está caminando por el Abasto. Es un barrio mezclado, y eso lo hace mágico”.


                             LA CASA MUSEO DE CARLOS GARDEL

 

La identidad como frontera

 

Para Uma, nacida en el barrio y 4ª generación de inmigrantes, el Abasto no se delimita a una planimetría: “Tiene que ver con las historias, los recuerdos que se guardan tanto en los lugares como en las personas”.

Esa memoria colectiva se ancla en múltiples símbolos: el edificio del ex Mercado, los conventillos, Carlos Gardel, Luca Prodan, los centros culturales, el Parque de la Estación, las colectividades de inmigrantes, las actividades culturales, los bares de Guardia Vieja, el tango, el teatro comunitario, la militancia barrial. “El Abasto es una usina cultural, política, social y patrimonial”, resume María, gestora cultural, militante y vecina del barrio desde los últimos años del siglo XX.

Agustín, integrante de una cooperativa cultural, lo dice sin rodeos: “El Abasto tiene una identidad tan fuerte que trasciende los límites. Como La Boca con sus conventillos, el Abasto tiene su propia impronta”.

 

Barrio Nº 49: una utopía posible

 

El deseo de oficializar al Abasto como el Barrio nº 49 de la ciudad es una idea que circula desde hace años. “Sería un reconocimiento justo a su historia y su identidad cultural”, sostiene Agustín. “Sería bárbaro”, agrega Elisabet, quien también insiste en la necesidad de debatir democráticamente sus límites: “Hay que hacerlo con consulta vecinal”.

Cata, historiadora nacida y vecina del barrio, lo imagina incluso con un nuevo nombre: Barrio Abasto Gardel. “El Abasto no es Almagro ni Balvanera. Tiene su identidad muy marcada. Algún día nos van a dar la independencia”.

Fernando, vecino entre las décadas de 1950 y 1980, recuerda cómo los limites se fueron achicando con el tiempo. “Tendría que volver a ser un barrio, antes que se siga desvirtuando”. Su hijo Tomás, hoy activo en la cultura barrial, aporta una mirada generacional: “El Abasto es un intento de nombrar todo eso que en la ciudad parece difícil de reunir. Tiene algo muy potente”.

No todas las voces insisten en la oficialización. Tomás, por ejemplo, encuentra valor en esa indefinición: “Hay algo de la mística de no ser un barrio que también es importante”.

 

Una identidad viva

 

Entre adoquines, pasajes, conventillos reciclados, calles llenas de centros culturales y fachadas pintadas por murales, el Abasto se reinventa todos los días. Es un territorio afectivo, político y artístico, marcado por una diversidad cultural tan intensa como sorprendente. Un espacio habitado por memorias que no están en las cartografías, pero sí en la piel de quienes lo recorren.

Puede que aún no sea un barrio oficial, pero ya tiene lo más importante: memoria, comunidad y un deseo colectivo de futuro. El Abasto existe. Y pide ser reconocido.

 

Verónica Benedet







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