domingo, 3 de mayo de 2009

ISADORA DUNCAN





EL 27 DE MAYO DE 1878

NACE ISADORA DUNCAN

EL EXPRESIONISMO TRANSGRESOR Y REVOLUCIONARIO EN LA DANZA

“Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza
me ha venido seguramente del ritmo de las olas…”

Copete: Como enemiga de la escuela tradicional, Isadora hizo de la danza un nuevo estilo revolucionario de expresión, burlando los códigos de la sociedad pacata de su época, ya sea en cuanto al arte corporal que cultivó como así también en cuanto a su vida privada.
Envuelta en una túnica vaporosa, descalza, sin maquillaje y con el cabello revuelto, dio vía libre a las expresiones más íntimas de sus sentimientos.
Perseguida por escándalos y acosada por tragedias, llevó una vida poco convencional. Eligió ser madre soltera de dos hijos que luego perdió en un accidente automovilístico. Su pareja más estable, el poeta ruso Sergéi Yesenin, se suicidó tras abandonarla.
Su fin llegará también inesperadamente y en forma trágica al ser estrangulada por la larga chalina que adornaba su cuello cuando ésta se enreda en la rueda del coche, el 14 de septiembre de 1927.

SUS COMIENZOS

Dora Ángela Duncan, universalmente conocida como Isadora Duncan, nació en San Francisco (California) el 27 de mayo de 1878 en un hogar del que su padre se aleja al ser encarcelado, cuando Isadora era aún muy pequeña. Este hecho coloca a la familia en una complicada situación --económica y de toda otra índole--, circunstancia que al parecer la distancia de la fe católica familiar, declarándose más tarde “atea convencida”.
Dora, su madre, dicta clases de piano para mantener a los hijos. Predominaba en sus lecciones la música de Mozart, Schubert y Schumann, quienes dejaron fuerte impresión en Isadora, niña retraída que se fascinaba a la orilla del mar con el oscilar de las olas. La pequeña abandona la escuela a los 10 años para dedicarse a enseñar danza junto a su hermana Isabel.
Tras perder en un incendio las escasas pertenencias familiares, madre e hijas se trasladan a Nueva York, donde Isadora ingresa en la compañía de teatro del dramaturgo Agustín Daly. En el año 1900 parten a Londres y posteriormente a París, ciudad en la que se siente atraída por las expresiones artísticas de la Grecia clásica, de cuyas fuentes toma nuevos elementos que caracterizarían su futuro arte.
En la adolescencia descubre el mundo de las letras, interesándose por Keats, Nietzche y Whitman, los que influirán en la forja de su carácter rebelde e indomable, alentado por una inclinación fantasiosa que la llevará de lleno a la danza, en la cual creará su propio estilo.
Romperá con la rigidez del ballet clásico, danzando descalza, sin maquillaje, con el cabello suelto y envuelta en túnicas como sola vestimenta, en una puesta en escena transgresora y revolucionaria que sugería la desnudez de su modelado cuerpo. Así interpreta temas relacionados con el dolor y la muerte, en “una comunión con la naturaleza… en los movimientos de las nubes arrastradas por el viento, los árboles que se estremecen, los pájaros que vuelan, las hojas que dan vueltas…”, como escribirá más tarde en Mi Vida, su autobiografía.


EN BUENOS AIRES, AÑO 1916

En un hermoso relato, que también sirve de crítica, Eduardo Galeano cuenta cómo fueron los días de la artista en Buenos Aires: “Descalza, desnuda, apenas envuelta en la bandera argentina ,Isadora Duncan baila el Himno Nacional. Una noche comete esa osadía en un café de estudiantes de Buenos Aires, y a la mañana siguiente todo el mundo lo sabe: el empresario rompe el contrato, las buenas familias devuelven sus entradas al Teatro Colon y la prensa exige la expulsión inmediata de esta pecadora norteamericana que ha venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios. Isadora no entiende nada. Ningún francés protestó cuando ella bailó La Marsellesa con un chal rojo, azul y blanco por todo vestido.
Si se puede bailar una emoción, si se puede bailar una idea, ¿por qué no se puede bailar un himno? La libertad ofende. Mujer de ojos brillantes, Isadora es enemiga declarada de la escuela tradicional, el matrimonio, la danza clásica, y de todo lo que enjaule al viento.”

SU VIDA COMO UN ARTE

Isadora le imprimirá a su vida la misma expresión de libertad que a su danza, manteniéndose al margen de la moral y las costumbres tradicionales, tal como la veía la sociedad de la época.
Supo reunir tanto admiradores como detractores, los que no comprendían su estilo de vida bohemio, su ateismo o su práctica y defensa del amor libre. Tuvo muchos amantes, los que no le perdonaban la elección de ser madre soltera, aunque todos sucumbían ante la genialidad y pasión expresada en sus actuaciones. Si bien ella nunca lo reveló, se sabe que los padres de sus dos hijos, Deirdre y Patrick, fueron el diseñador teatral Gordon Craig y el hijo del magnate de las máquinas de coser Paris Singer.
Se casó con el poeta ruso Sergéi Yesenin, diecisiete años más joven que ella. Fue él quien la acompañaría en los numerosos itinerarios por Europa y el mundo. En uno de esos viajes, llegados a los Estados Unidos, son acusados de comunistas por lo que se ven obligados a retornar a Francia.
A Isadora la persigue la tragedia. En 1913 pierde a sus dos hijos que mueren ahogados en el río Sena, en un accidente automovilístico. Por último, su marido Sergéi, incapaz de superar tanta desgracia y presa de sus propios problemas sufre una profunda crisis y regresa a Moscú, donde se suicida el 28 de diciembre de 1925.
Dirá Isadora en sus memorias: “Las máquinas han sido siempre mis enemigas, matan a mis hijos. Las máquinas son todo lo opuesto al hombre, debido a que él las ha inventado. Tal vez un día una máquina me mate.” Premonición ésta que finalmente se cumplirá.

BAILAR ES UNA FIESTA

Para Duncan “bailar es vivir”, el baile lo es todo, un impulso como las olas del mar que rompen con cualquier barrera que pretendan ponerle.
“Siento en mí la presencia de un poder supremo que escucha la música y la difunde por todo mi cuerpo, buscando una salida y una explosión. A menudo, este poder brotaba con furia, otras veces bramaba y me golpeaba hasta que mi corazón se encendía de pasión, haciéndome pensar que habían llegado mis últimos momentos de vida…”Aquel éxtasis le costaba muchas veces la reprobación del público, acostumbrado a las bailarinas de pelo tirante, bien maquilladas y prolijamente presentadas.
Ella era todo lo contrario, salvaje y posesa, bailaba a veces cubierta sólo de túnicas o banderas, tanto el Ave María como himnos y marchas fúnebres; era como observar el arte que nace de las entrañas de una criatura de la selva.
“Con frecuencia me acariciaba tristemente, y yo sentía de súbito una angustia tal que alzaba al cielo los brazos e imploraba ayuda de donde la ayuda no puede venir. Pensaba a menudo que era un error calificarme de bailarina. Yo era más bien un centro magnético que reunía las expresiones emotivas de la orquesta...”, confesaba Isadora. El escritor uruguayo Eduardo Galeano lo explica al revés: “Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, y como quiere, y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo.”
En 1917, cuando cayó el zar en Rusia, bailó con inusitado júbilo: “Mi corazón estalla dentro de mi pecho al sentir la liberación de todos aquellos que habían padecido, que habían sido torturados y que habían muerto por la causa de la humanidad.”

SU MUERTE

En la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 50 años, cuando su amigo Benoìt Falchetto, joven mecánico italiano, puso en marcha el automóvil descapotado, la larga estola que envolvía su cuello (un regalo de su amiga Desti) y que ondeaba fuera del vehículo, comenzó a enrollarse en el eje de la rueda. La tracción la arrojó con inusitada violencia sobre la calzada de adoquines y fue arrastrada por varios metros antes de que el conductor pudiera detener el coche. El auxilio médico solicitado llegó tarde, sólo para constatar que había fallecido por estrangulamiento.
Recordaban su amiga Desti y otras compañeras sus últimas palabras: “¡Adieu, mes amis, je vais à la gloire” (¡Adiós amigos míos, me voy a la gloria!). Otras fuentes dan la versión: “Je vais à l’amour” (Me voy al amor).
Se cumplía así su predicción “…tal vez un día una máquina me mate.”

Miguel Eugenio Germino


FUENTES

-Duncan. Isadora, Mi Vida (autobiografía), Compañía General Editores SA., 1928.
-El Socialista, nº 82, “A 80 años de la muerte de Isadora Duncan”.
-Galeano, Eduardo, El Siglo del Viento, Tomo 3, Catálogos, 2004.
-http://calidoscopio.net/2008/06julio-agosto/miscelánea04 html
-http://es.wikipedia.org/Wiki/Isadora_Duncan
-http://vickidanzas.blogpot.com/2007/12 Isadora-Duncan_10 html
-http://www.libroslandia.com/Isadora-Duncan-madre-de-la-danza-moderna

Video: Tamara Rojo

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