USO Y ABUSO DEL ESPACIO PÚBLICO EN LA CIUDAD
CAMINATA POR EL PREDIO DEL 15.6.2013 |
Para el desarrollo
armónico de una sociedad planificada hace falta consensuar un conjunto de
valores, que deben traducirse en normas que recapitulen las “buenas costumbres”
que se fueron perdiendo, producto del excesivo mercantilismo y egoísmo propio
de los llamados “tiempos modernos”.
Así nuestra ciudad
y nuestro barrio se fueron convirtiendo en una
especie de tierra de nadie, en los que cualquiera que tenga cierto poder se
puede apropiar de parcelas pertenecientes al bien común, para el uso propio.
Terrenos fiscales
mal administrados por organismos oficiales como el ONABE y el ADIF, son
entregados en dudosa concesión por cánones bajos, lo que da lugar a no
infundadas sospechas de falta de transparente ecuanimidad.
Así las cosas, no se
respetan las políticas de ocupación del lugar público, en muchos casos por
desconocimiento y en otros por indolencia. Así se
van llenando las veredas de mesas y sillas (en el caso de bares y
restaurantes), carteleras, luminarias, mercadería en exhibición y otros
enseres, que se han vuelto parte del paisaje barrial.
Hoy el gobierno
porteño proyecta ocupar parte de los escasos espacios verdes de las plazas y
parques, con bares expendedores de comidas rápidas y bebidas, lo que constituye
un verdadero disparate.
La usurpación alcanza
también a instituciones deportivas que en los años 90 se apoderaron de los
espacios verdes aledaños a sus predios, o por ventas y concesiones que dieron
que hablar por su irrisorio precio, como el caso del
amplio predio vendido a la Sociedad Rural en Palermo, hoy retenido mediante
cautelares judiciales concedidas por jueces
cuestionados, algunos provenientes de la época de la dictadura, y otros del
menemato liquidador privatista.
A todo esto se suma
el escaso interés de las autoridades locales por el espacio público, con el
descuido de los espacios verdes y priorizando las actividades comerciales
privadas sobre lo público.
Mientras que en el
barrio de Saavedra, la instalación de una comisaría de
la Policía Metropolitana dentro de un área verde del barrio es precisamente lo
opuesto a un buen ejemplo, así como en Balvanera los terrenos aledaños a la
terminal Once que cada día ocupa más la Policía Federal.
Ni qué hablar de los terrenos reclamados para establecer el
Parque de la Estación, hoy usurpados
por concesiones y prórrogas “non santas”, y por los
que los vecinos vienen luchando desde hace ya 14 años.
Se entiende que el
valor del espacio verde para la Ciudad es
imprescindible, no sólo como argumento visual y paisajístico, provocando un
corte o una discontinuidad del cemento, sino que además oxigena a la creciente
masa edificada atenuando la monotonía edilicia. Al mismo tiempo, la fronda
actúa como reguladora de un microclima urbano que retiene el anhídrido carbónico
y el polvo suspendido en el aire.
A su vez las áreas
verdes tienen un importante rol en la regulación térmica y contribuyen a la ordenación
hídrica que evitan las inundaciones. Es necesario repensar una nueva política
para la Ciudad desde sus espacios públicos y verdes
para el usufructo gratuito de los vecinos.
¡Basta ya de privatismo y emprendimientos
mercantilistas!
Consejo de Redacción
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