EDITORIAL
La
desestabilización en los países de América Latina que rechazaron las fórmulas
imperiales viene de afuera, del exterior, pergeñada desde el mismo antro del
imperio, a través de sus ONG (como la CADAL, y otras), con más la complacencia
de algunos caciques nativos captados con su oro sucio, y la infaltable
asistencia de los medios locales, socios de la SIP (Sociedad Interamericana de
Prensa).
Se decía en
nuestra edición de marzo: “¡Ojo!, que Venezuela es un espejo en el que debe mirarse la Argentina…” ¡y hoy lo reafirmamos! ante la
andanada de acciones desestabilizadoras que se mueven en las sombras y a plena
luz.
La economía del
país aún se encuentra controlada en gran medida por las empresas
multinacionales, los grandes hipermercados con asiento en el exterior, los
laboratorios medicinales y los grandes importadores que son agentes formadores de precios, o más bien
deformadores de precios, que controlan el mal llamado “mercado”.
Como en la
canción-juego de los niños, la del Antón
Pirulero…, hoy cada adulto atiende su juego y se niega a pagar la prenda por
su enriquecimiento desmedido, en detrimento de los sectores consumidores más
humildes e indefensos.
Tal como lo
denunciara Alberto Samid, vicepresidente del Mercado Central y empresario de la
carne, “los supermercados nos están afanando” (afano=robo sin violencia). Eso para distinguirlo de aquellos robos
con mayor o menor violencia, de los que
tanto se quejan ciertos sectores de la población, y que son magnificados por
los medios, casualmente los mismos que reciben millonadas en publicidad de los
supermercados. Se trata de la fijación de márgenes de ganancias de entre el 200%
y el 900%.
Valdría la pena al
menos investigar, examinar los márgenes de comercialización de los
supermercados. Muchos de ellos tienen sus propias fábricas y campos de
producción (pastas, enlatados y otros, marca Coto por ejemplo).
Hasta el momento los
llamados “precios cuidados” no están
produciendo el efecto deseado; constantemente son
vulnerados por desabastecimiento, acaparamiento y especulación, además
de la falta de interés empresarial por mantenerlos, a pesar de que fueron “precios consensuados”, en valores
superiores a los vigentes al momento del acuerdo. ¡Toda una patraña!
Pide Samid, además
de muchos otros funcionarios y el consumidor en general, la instalación de anexos del Mercado Central en los barrios, con “verdaderos precios cuidados”.
Ante la amenaza del cobro de multas por parte del gobierno, los
supermercadistas se ríen, apelan por años y jamás las pagan.
Se hace urgente sancionar como ley las drásticas medidas que se
encuentran en el proyecto del diputado nacional Héctor Recalde, que crea nuevas reglas de juego, para terminar con el divertimento empresarial. No es posible que el libremercadismo
burle sistemáticamente todas las normas vigentes. Entre esas nuevas medidas
proyectadas están los cambios en las Leyes
de Abastecimiento, Lealtad Comercial
y Defensa del Consumidor, a fin de que dejen de ser “letra muerta”. Es
hora de sancionar a los infractores.
Además de multas (primero pague, luego apele), ¡hacen
falta clausuras, y hasta prisión para los agiotistas, especuladores,
acaparadores y transgresores sistemáticos! ¡Basta
de sanata, que la paciencia ciudadana se
termina!
Señores diputados y senadores: manos a obra y a sancionar
urgente las leyes “Recalde”, que el pueblo los eligió para que legislen en su
beneficio, rápidamente, sin dilaciones. Asimismo
urge abrir decenas de bocas de expendio del Mercado Central en los
barrios, con auténticos
precios cuidados.
Como es válido
pedir “mano dura” para los distintos tipos de robos, también debe haberla para
el “afano” suave, indoloro, pero cruel del empresariado.
El Antón Pirulero vale
para la recreación infantil, pero no
para los vivos adultos que jamás pagan las prendas.
Hasta la próxima
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