En su primera visita oficial al país, Francisco no se calló nada y reclamó a los obispos que tengan "alma transparente"
"El narcotráfico es una metástasis que devora".
"La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el
camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien
de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve terreno fértil
para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas
diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y
la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo".
"Hay que construir
una política auténticamente humana y una sociedad en la que nadie se
sienta víctima de la cultura del descarte".
"Dios les pide una mirada capaz de interceptar la pregunta que grita en el corazón de vuestra gente".
"No se necesitan príncipes, sino testigos del Señor".
"Sean obispos de mirada limpia, de alma transparente, de
rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no
necesita de la oscuridad para trabajar. No se dejen corromper por el
materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos
debajo de la mesa. No pongan su confianza en los carros y caballos de
los faraones actuales".
"Les ruego no minusvalorar el desafío ético y anticívico que
el narcotráfico representa para la juventud y para la sociedad
mexicana, comprendida la Iglesia".
"México tiene necesidad de sus raíces amerindias para no
quedarse en un enigma irresuelto. Los indígenas aún esperan que se les
reconozcan efectivamente la riqueza de su contribución y la fecundidad
de su presencia, para heredar aquella identidad que las convierte en una
nación única y no solamente una entre otras."
"Es necesario para nosotros, pastores, superar la tentación
de la distancia y del clericalismo, de la frialdad y de la indiferencia,
del comportamiento triunfal y de la autorreferencialidad. Guadalupe nos
enseña que Dios es familiar en su rostro, que la proximidad y la
condescendencia pueden más que la fuerza".
"Si tienen que pelearse, si tienen que decirse cosas, sean hombres, ¡díganselas en la cara!".
"La proporción del narcotráfico, la complejidad de sus
causas, la inmensidad de su extensión (...), la gravedad de la violencia
que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a
nosotros, pastores de la Iglesia, a refugiarnos en condenas genéricas,
sino que exigen un coraje profético".
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