domingo, 31 de enero de 2021

LA CONFITERIA DEL MOLINO

 

La recuperación de la Confitería del Molino

  

                                EL FRENTE RECUPERADO


Finalmente, después de muchos años de abandono, y tras un largo proceso de refacciones, marchas, contramarchas y decisiones cruzadas, vuelve a brillar en la zona de Congreso la tradicional Confitería del Molino, un patrimonio nacional y toda una asignatura pendiente hecha realidad. Falta ahora delimitar el fin que dicho edificio deba cumplir, en aras de la cultura y la memoria barrial.


               ANTES Y DESPUÉS DE REFACCIÓN DEL FRENTE

Diputados aprobó la emblemática ley por unanimidad para que el inmueble pase a la Legislatura nacional, situación que por razones de presupuesto permanece en una cierta incógnita. Lo cierto es que pese a todo, el edificio fue refaccionado y hoy nuevamente luce en la tradicional esquina de Callao y Rivadavia.

Según dispone la nueva ley, el subsuelo y la planta baja deberán ser concesionados para su utilización como confitería, restaurante, local de elaboración de productos de panadería, pastelería o cualquier otro uso afín a esas actividades.

El resto del edificio deberá consagrarse a un museo dedicado a la historia de la confitería y al rol que tuvo "en el crecimiento y consolidación de la democracia argentina", según se especifica en los considerandos de la expropiación.

Además, se diseñará un centro cultural que se llamará "De las aspas”, dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes argentinos que no haya sido expuesta públicamente en ningún otro medio.


                                                SU CÚPULA RECUPERADA

La iniciativa, que fue elaborada por el senador Samuel Cabanchik, tuvo al presidente de la Cámara Baja, Julián Domínguez, como su principal impulsor en este cuerpo. De hecho, cuando comenzó el debate en el recinto, el diputado oficialista bajó de su sitial en el estrado y se sentó en una banca para fundamentar la necesidad de sancionar el proyecto.

Con la mirada puesta en el 9 de Julio de 2021, fecha en la que se celebrarán los 105 años de apertura y, tal vez, se realice una “reapertura simbólica” de la Confitería del Molino, avanzaron las tareas de su restauración y puesta a punto del espacio, hoy en su etapa final. Entre las obras que ya están concluidas se destacan la cúpula del edificio, cuya estructura fue totalmente restaurada e incluye la recuperación de las aspas, que no solo volvieron a funcionar sino que también fueron iluminadas con un sistema de luces LED, y las escaleras internas, que llegan hasta el sistema que mueve las aspas. En este caso puntual, para su funcionamiento se rectificaron y pusieron a punto los motores originales, que se encontraban allí abandonados. Según explicaron en el lugar: “las aspas volvieron a girar luego de varias décadas de estar sin funcionar”. Otro de los trabajos que se implementaron fue la instalación de los cuatro leones alados que existían en los vértices de la torre. También se recuperaron y retro iluminaron los ocho gajos de vitrales de la cúpula. Los trabajos en la parte superior del inmueble incluyeron la impermeabilización y recuperación de la terraza, en la que se prevé habilitar un bar. En tanto, ya comenzaron a retirar los 1.800 m2 de andamios que cubrían las fachadas del inmueble estilo art nouveau construido por el arquitecto Francisco Gianotti e inaugurado en 1916.


                              LA CONFITERÍA EN EL AÑO 1916

“Si bien la cuarentena imprimió un freno en los trabajos que se venían realizando desde julio de 2018, se comenzó el año 2021 con las obras estructurales del edificio casi finalizadas. Estos trabajos incluyeron la restauración integral de la cúpula, de la terraza y de la fachada del edificio”, aseguró Ricardo Angelucci, secretario técnico administrativo de la Comisión Administradora del Edificio del Molino (CAEM).

 

 

SU HISTORIA

 

La historia de este famoso café de Buenos Aires, comienza en 1850, cuando dos reposteros italianos adquieren la Confitería del Centro, ubicada en Rodríguez Peña y Rivadavia, y le cambian el nombre por Confitería del Molino, debido a un molino harinero que había antiguamente en el sector que hoy ocupa en la Plaza del Congreso y que llevaba el nombre de Molino a Vapor Lorea.


                       INTERIOR REFACCIONADO DEL SALÓN DE LA ENTRADA

En 1904 uno de los reposteros, el italiano Cayetano Brenna, adquiere la esquina de Callao y Rivadavia y mientras en Europa comenzaba la Primera Guerra Mundial, el señor Brenna comienza a levantar en esta esquina uno de los edificios más altos de Buenos Aires. En 1904, Callao era una calle de tierra llena de árboles, pero Brenna, como buen italiano previsor, adquirió la esquina que formaba con Rivadavia. Siete años más tarde compró la casa de Callao 32 y en 1913 la de Rivadavia 1915. Para su construcción trajo todos los materiales de Italia, puertas, ventanas, vitraux, mármoles y todo lo necesario para su monumental obra.

El nuevo edificio se inauguró espectacularmente en 1917 y se hizo famoso por las especialidades de la casa, como el merengue, el marrón glacé, el panettone de castañas y el imperial ruso, curiosamente conocido en Europa como “postre argentino”, ya que fue creado por Cayetano Brenna, para solidarizarse con la dinastía zarista, cuando los bolcheviques asaltaban el Palacio de Invierno.

El lugar fue adoptado por la alta burguesía; señoras elegantes y caballeros vestidos de etiqueta se volcaron al amplio salón, al que también accedían artistas, escritores y poetas. Se transformó en el lugar preferido por los políticos de turno debido a su cercanía con el Congreso de la Nación.

Por sus mesas pasaron personalidades como Alfredo Palacios, que casi siempre pedía coñac, café y medialunas; Carlos Gardel, que le encargó especialmente a Brena un postre para regalarle a su amigo Irineo Leguisamo (así fue como se inventó “el Leguisamo”, una exquisita combinación de bizcochuelo, hojaldre, merengue, marrón glacé y crema imperial con almendras). Lisandro de la Torre y Leopoldo Lugones bebieron copetines en este lugar. El tenor Tito Schipa saboreó el champaña y la soprano Lili Pons comió pequeños sandwiches de miga; mientras Niní Marshall, Libertad Lamarque y Eva Perón preferían el té con masitas secas. Roberto Arlt dio cuerpo a sus Aguafuertes Porteñas, y en una de ellas, el mordaz narrador se burló del francotirador que se había amotinado en la confitería, durante la revolución de 1930.

Las chicas de Flores tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino”, escribió Oliverio Girondo, quien fuera otro de sus asiduos concurrentes.

La muerte de Cayetano marcó el fin de una época, la confitería fue vendida y años más tarde, declarada en quiebra en 1978, durante la dictadura cívico-militar, cuando quebraron tantas empresas nacionales. Después se recuperó medianamente. En el año 1997, con el auge de las políticas neoliberales, volvió a cerrar y hasta el día de hoy no ha sido abierta, y no es casual que restaurada la democracia, con el apoyo de todos los bloques políticos, se haya logrado recuperar la Confitería del Molino que es parte de nuestra historia.

Arquitectónicamente, es un ejemplo relevante del estilo art nouveau, un edificio de vanguardia de la belle époque. Consta de salones para fiestas y tres subsuelos, el resto es un edificio de rentas, conformado por departamentos para viviendas u oficinas. Fue incluida por la UNESCO como patrimonio Art noveau internacional.

La Confitería del Molino, con su magnífica torre aguja sobre la ochava, sus vitraux y sus ornamentaciones, cerró sus puertas el 23 de febrero de 1997, ese mismo año fue declarada Monumento Histórico Nacional para evitar su demolición.

 

Marta Romero

 


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