miércoles, 6 de junio de 2012

FELIPE VARELA



El 4 de junio de 1870 moría Felipe Varela,
El último de los caudillos rebelados del interior; apodado “El Quijote de Los      Andes”

Felipe Varela combatió contra la hegemonía del Puerto y la provincia de Buenos Aires desde Los Andes a los llanos de las provincias de Catamarca y La Rioja, desafiando a un poder central absolutista. Lo hizo con un reducido ejército montonero de menos de 5.000 hombres, deficientemente armados, pero con un ideal claro de federalismo.
Se atrevió a denunciar al gobierno de Mitre, a la indigna guerra de La Triple  Alianza contra el Paraguay y al discurso dominante de la época, convencido de que debía continuar el camino de la gesta del Chacho Peñaloza.
Perseguido y denigrado en vida, silenciado o difamado luego de su muerte, fue convertido en otro de los tantos “malditos” de la historia oficial, que lo considera un bandolero y sanguinario depredador de pueblos.

Varela y su estado mayor
LA ÉPOCA

“No se podrá comprender íntegramente al hombre si no se comprende primero la época en la que le tocó  vivir.”
                                                                                                                      Osvaldo Bayer                   

Es a  partir de 1861 que tiende a definirse la cruenta lucha entre unitarios y federales. Fueron años caracterizados por el exterminio de aquellos residuos que aún resistían de los otrora poderosos  caudillos rebeldes del interior, guerreros del federalismo que no aceptaban el centralismo porteño.  
Aquel  momento coincide con la dolorosa Guerra del Paraguay  (1865-1870). El conflicto suscitado  por el imperio inglés ocasionó  la total destrucción de la    embrionaria  experiencia independiente e industrializadora del pueblo guaraní. Un pueblo que estaba ya dotado de una clara conciencia  nacional, y que se diferenciaba del resto de los países de la región, todavía sometidos a los dictados extracontinentales. Paraguay  era la “oveja negra” desde la óptica de las fragatas inglesas que surcaban el Atlántico. Y el mal ejemplo no debía propagarse ya que se tornaría peligroso para mantener el control imperial de la zona.
 La  Batalla de Pavón (17 de septiembre de 1861) marcará el fin de la Confederación. La Provincia de Buenos Aires se incorpora así como miembro dominante del resto de las provincias, a manos de los hombres del partido liberal rioplatense. Con las presidencias de Mitre y Sarmiento (1865-1874) se afianza el centralismo, que desplegará una política europeizante (“civilizadora”) al renegar de la condición latinoamericanista (“bárbara”) y relegando al país a ser un mero proveedor de materias primas e importador de manufacturas inglesas: una especie de semicolonia o factoría extra-marina.

EL ÚLTIMO DE LOS CAUDILLOS FEDERALES

su mausoleo en Catamarca
“Se sublevan los jinetes  montoneros en cinco provincias argentinas. La tijera de esquilar, atada a la lanza, desafía al cañón de los regimientos de línea, buscando el cuerpo a cuerpo; y en la polvareda de los entreveros se vocifera: ¡Viva el Paraguay!
Desde Los Andes hasta los llanos, Felipe Varela viene alzando al paisanaje contra el puerto de Buenos Aires, usurpador de la Argentina y negador de América. El caudillo de Catamarca denuncia la bancarrota de la nación, empeñada en empréstitos millonarios para aniquilar a la otra nación hermana. Sus montoneros llevan en la frente una divisa: ‘La unión americana’, y una  vieja furia en el corazón: Ser provinciano es ser mendigo sin patria. Gaucho enjuto, puro pómulo y barba, nacido y crecido a lomo de caballo, Varela es la ronca voz del pobrerío empujado al muere. Atados con maneas acuden  a los esteros paraguayos los ‘voluntarios’ de las provincias, y los encierran en corrales, y les meten bala cuando se rebelan o desertan.”
Eduardo Galeano

Felipe Varela nació en Huaycama ―Valle Viejo―, Catamarca, en 1821 y murió exiliado en Chile el 4 de junio de 1870. Militar y estanciero, llegó a ocupar la gobernación de su provincia en 1867, con marcada influencia en las provincias de Salta y Jujuy.
Destacado por su lucidez ideológica, combatió  contra Rosas en la década del 40, posición que lo llevó al exilio en Chile.
Combatió en 1861 bajo las órdenes de Urquiza en la Batalla de Pavón y tras la derrota federal se unió a las filas del Chacho Peñaloza, debiendo exiliarse nuevamente en Chile luego  del asesinato del caudillo.
Desde el país trasandino y mediante contactos con la Unión Americana (una red de contactos de los círculos intelectuales de la época), organiza un pequeño ejército de chilenos y argentinos ―financiado con la liquidación de sus bienes― para volver al país y reunificar a los montoneros dispersos, residuales de otros caudillos. Logró así reunir a 5.000 hombres y, aprovechando la sublevación del Coronel Juan de Dios Videla en Mendoza ―quien llegó a controlar aquella provincia y expandirla a San Luis y La Rioja―, Varela adiestra a su  "ejército" y prepara los oficiales en Jáchal, los más de ellos mineros de las faldas de Famatina o las estancias de los llanos. Sus nombres subsisten como leyendas en el noroeste: Guayama, Elizondo, Chumbita, Videla, Medina, Ángel, Salazar. Con ellos  se lanza a la lucha.
 Portará la bandera de Federación o Muerte que acompaña con la proclama revolucionaria el 10 de diciembre de 1866: “¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla.”
“Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.”
Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo de contener!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.
¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo”.
Su ejército montonero llegó a ocupar toda Catamarca y La Rioja. Ante la gravedad del alzamiento interno Mitre se ve obligado a regresar del frente paraguayo y organizar una expedición punitiva. Desde Rosario entonces marchará un poderoso ejército con moderno equipamiento para reducir a los sublevados. La empresa queda en manos de Wenceslao Paunero, que logra los primeros éxitos en la provincia de Córdoba, para luego lanzarse hacia Catamarca. Así llega el combate decisivo: la Batalla de Pozo de Vargas, el 10 de abril de 1867.
Se libró en torno al jagüel de Vargas, en el camino apenas saliendo de La Rioja a Catamarca. Fueron siete horas desde el mediodía hasta el anochecer, de las más sangrientas que se hayan vivido en nuestras guerras civiles.
En una de las cargas, Varela cae con su caballo muerto junto al pozo. Una de las montoneras que hacían de cantineras, enfermeras, amantes, o lo que se presentara, tomó un caballo y se arrojó en medio de la refriega para salvar al jefe. Se llamaba Dolores Díaz y le decían La Tigra. En ancas de La Tigra escapó de la muerte el viejo caudillo. Otro episodio de esa guerra romanesca.
A partir de aquella derrota y dada la disparidad de armas, Varela adoptará  la táctica de guerrillas, que lo favorece por el gran conocimiento que tiene del terreno, pasando a hostigar permanentemente a las fuerzas regulares. Estas nuevas acciones se prolongarán durante meses, obligando al ejército regular a una constante alerta de sus tropas.
Finalmente, las guerrillas montoneras de Varela, desgastadas y con escaso armamento, se retiran hacia Salta, que ante el mito de jefe desalmado que le hicieron al rebelde hace que la ciudad toda levante barricadas en espera de lo peor. En encarnizada lucha de más de dos horas Varela ocupa  la ciudad, aunque pierde la mitad de su ya disminuido ejército guerrillero.
Ante la inminente llegada de las fuerzas regulares se retira nuevamente, esta vez hacia Jujuy, ciudad que ocupa brevemente para pasar a Bolivia, fuera del alcance de sus enemigos.
Enfermo de tisis y carente de nuevos apoyos, en enero de 1869 se exilia por tercera vez en Chile, donde fallece el 4 de junio de 1870. El 8 de junio, en el cementerio de Tierra Amarilla, unas pocas personas acompañaron sus restos. El gobierno  catamarqueño  repatriará su cuerpo a pesar de la oposición del ejecutivo nacional, a la sazón a cargo de Sarmiento.
Perseguido y denigrado mientras vivió, tras su muerte pasará a integrar la larga nómina de ignorados de la historia oficial. Su nombre fue suprimido de los textos escolares durante décadas, para pasar,  cuando ya no fue posible  el ocultamiento, a ser calificado de “bandido infame”, “azote de  los pueblos”, ”Atila sanguinario” y otras denominaciones similares.
Hasta el folklore oficializado recogerá su crueldad en una zamba de José Ríos,  La Felipe Varela, cantada en las escuelas.

LAS DOS CUARTETAS DE FELIPE VARELA

Los civilizadores, que ahogaron en sangre la osadía de rebelarse de Felipe Varela y sus montoneras, llegaron a inmortalizar su pretendida crueldad en aquella zamba, valiéndose del puño liberal y dócil de Ríos que cantará sus fechorías:
                            “Galopa en el horizonte
                            tras muerte y polvaderal,
                            porque Felipe Varela
                            matando llega y se va.”

Claro que nada dirá esta composición musical de las crueldades propias del ejército nacional, de los coroneles de Mitre, como decapitaciones y desmembramiento de los vencidos luego de largas sesiones de tortura. Era común el uso del “cepo colombiano”, un brutal método que consiste en atar al preso entre dos fusiles, con tientos húmedos, de forma tal que al intentar zafarse, la espina dorsal crujía hasta quebrarse.
Del lado de las huestes guerrilleras surgirá otra cuarteta, a modo de canto popular, recogida por Juan Alfonso Carrizo:

                           “De Chile llegó Varela
                           y vino a su patria hermosa
                           aquí ha de morir peleando
                           por el Chacho Peñaloza.”

Hoy ya no es posible deshonrar a quienes lucharon por un ideal federal, pagando con su vida la rebeldía.
Así continuará la historia como un ideal de la oligarquía portuaria para dar forma a un país dominado por el litoral pampeano. Crecerá hacia afuera al estilo “europeo”, renegando de su condición latinoamericanista. Producirá materias primas e importará manufacturas, será una especie de colonia o factoría al servicio del imperio de turno, será el triunfo de “la civilización” porteña, contra “la barbarie” del interior.



Miguel Eugenio Germino

FUENTES
-Galeano, Eduardo – Memorias del Fuego II  - Catálogos, 1984.
-http://es wikipedi.org/wiki/Felipe – Varela
-http://www.antahualan.com.ar/región/catamarcanos/03.htm
-http://www.taringa.net/posts/info/1077163/Felipe.Varela.htnl
-http://www.ucema.edu.ar/ceieg/arg-rree/6/6-039 htm
                         

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