El 4 de junio de 1870 moría Felipe
Varela,
El último de los
caudillos rebelados del interior; apodado “El Quijote de Los Andes”
Felipe Varela combatió
contra la hegemonía del Puerto y la provincia de Buenos Aires desde Los Andes a
los llanos de las provincias de Catamarca y La Rioja, desafiando a un poder
central absolutista. Lo hizo con un reducido
ejército montonero de menos de 5.000 hombres, deficientemente armados, pero con
un ideal claro de federalismo.
Se atrevió a
denunciar al gobierno de Mitre, a la indigna guerra de La Triple Alianza contra el Paraguay y al discurso
dominante de la época, convencido de que debía continuar el camino de la
gesta del Chacho Peñaloza.
Perseguido y
denigrado en vida, silenciado o difamado luego de su muerte, fue convertido en
otro de los tantos “malditos” de la historia oficial, que lo considera un bandolero y
sanguinario depredador de pueblos.
Varela y su estado mayor |
LA ÉPOCA
“No se podrá comprender íntegramente al hombre si no
se comprende primero la época en la que le tocó
vivir.”
Osvaldo
Bayer
Es a
partir de 1861 que tiende a definirse la cruenta lucha entre unitarios y federales. Fueron años
caracterizados por el
exterminio de aquellos residuos que aún resistían de los otrora poderosos caudillos rebeldes del interior, guerreros del
federalismo que no aceptaban el centralismo porteño.
Aquel momento
coincide con la dolorosa Guerra del Paraguay
(1865-1870). El conflicto suscitado
por el imperio inglés ocasionó la total destrucción de la embrionaria
experiencia independiente e industrializadora del pueblo guaraní. Un pueblo que estaba
ya dotado de una clara conciencia
nacional, y que se diferenciaba del
resto de los países de la región, todavía sometidos a los dictados extracontinentales. Paraguay era la “oveja negra” desde la óptica de las
fragatas inglesas que surcaban el Atlántico. Y el mal ejemplo no debía
propagarse ya que se tornaría peligroso para
mantener el control imperial de la zona.
La Batalla
de Pavón (17 de septiembre de 1861) marcará
el fin de la Confederación. La Provincia de Buenos Aires se incorpora así como
miembro dominante del resto de las provincias, a manos
de los hombres del partido liberal rioplatense. Con las presidencias de Mitre y
Sarmiento (1865-1874) se afianza el centralismo, que desplegará una política
europeizante (“civilizadora”) al renegar de la
condición latinoamericanista (“bárbara”) y relegando al país a ser un mero proveedor de materias primas e importador de
manufacturas inglesas: una especie de
semicolonia o factoría extra-marina.
EL ÚLTIMO
DE LOS CAUDILLOS FEDERALES
su mausoleo en Catamarca |
“Se
sublevan los jinetes montoneros en cinco
provincias argentinas. La tijera de esquilar, atada a la lanza, desafía al
cañón de los regimientos de línea, buscando el cuerpo a cuerpo; y en la
polvareda de los entreveros se vocifera: ¡Viva el Paraguay!
Desde
Los Andes hasta los llanos, Felipe Varela viene alzando al paisanaje contra el
puerto de Buenos Aires, usurpador de la Argentina y negador de América. El
caudillo de Catamarca denuncia la bancarrota de la nación, empeñada en
empréstitos millonarios para aniquilar a la otra nación hermana. Sus montoneros
llevan en la frente una divisa: ‘La unión americana’, y una vieja furia en el corazón: Ser provinciano es
ser mendigo sin patria. Gaucho enjuto, puro pómulo y barba, nacido y crecido a
lomo de caballo, Varela es la ronca voz del pobrerío empujado al muere. Atados
con maneas acuden a los esteros
paraguayos los ‘voluntarios’ de las provincias, y los encierran en corrales, y
les meten bala cuando se rebelan o desertan.”
Eduardo Galeano
Felipe Varela nació en Huaycama ―Valle
Viejo―, Catamarca, en 1821 y murió exiliado en Chile el 4 de junio de 1870. Militar y estanciero,
llegó a ocupar la gobernación de su provincia en 1867, con marcada influencia en las provincias de Salta y Jujuy.
Destacado por su lucidez ideológica,
combatió contra Rosas en la década del
40, posición que lo llevó al exilio en Chile.
Combatió en 1861 bajo las órdenes de
Urquiza en la Batalla de Pavón y tras la derrota federal se unió a las filas
del Chacho Peñaloza, debiendo
exiliarse nuevamente en Chile luego del asesinato del
caudillo.
Desde el país trasandino y mediante
contactos con la Unión Americana (una red de contactos de los círculos intelectuales
de la época), organiza un pequeño ejército de chilenos y argentinos ―financiado
con la liquidación de sus bienes― para volver al país y
reunificar a los montoneros dispersos, residuales de otros caudillos. Logró así
reunir a 5.000 hombres y, aprovechando la sublevación del Coronel Juan de Dios
Videla en Mendoza ―quien llegó a controlar aquella provincia y expandirla a San
Luis y La Rioja―, Varela adiestra a su "ejército" y prepara los oficiales en Jáchal, los más de ellos mineros de las faldas
de Famatina o las estancias de los llanos. Sus nombres subsisten
como leyendas en el noroeste: Guayama, Elizondo, Chumbita, Videla,
Medina, Ángel, Salazar. Con ellos se lanza a la lucha.
Portará la bandera de Federación o Muerte que acompaña con la proclama revolucionaria
el 10 de diciembre de 1866: “¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de
gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la
desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos
del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero
Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes,
tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido
humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones y
comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro
capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda
lagrimeando juró respetarla.”
“Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.”
“Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.”
Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin
corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa
justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que
atravesamos y que es tiempo de contener!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.
¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo”.
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.
¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo”.
Su ejército
montonero llegó a ocupar toda Catamarca y La Rioja. Ante la gravedad del
alzamiento interno Mitre se
ve obligado a regresar del frente
paraguayo y organizar una expedición punitiva. Desde Rosario entonces marchará
un poderoso ejército con moderno equipamiento para reducir a los sublevados. La empresa
queda en
manos de Wenceslao Paunero, que logra los primeros éxitos en la provincia
de Córdoba, para luego lanzarse hacia Catamarca. Así llega el combate decisivo:
la Batalla de Pozo de Vargas, el 10 de
abril de 1867.
Se libró en torno al jagüel de Vargas, en el camino apenas saliendo de La
Rioja a Catamarca. Fueron siete horas desde el mediodía hasta el anochecer, de las más
sangrientas que se hayan vivido en nuestras guerras civiles.
En una de las cargas, Varela cae con su caballo
muerto junto al pozo. Una de las montoneras que hacían de cantineras,
enfermeras, amantes, o lo que se presentara, tomó un caballo y se arrojó en
medio de la refriega para salvar al jefe. Se llamaba Dolores Díaz y le decían
La Tigra. En ancas de La Tigra escapó de la muerte el viejo caudillo. Otro
episodio de esa guerra romanesca.
A partir de aquella derrota y dada la
disparidad de armas, Varela adoptará la
táctica de guerrillas, que lo favorece por el gran conocimiento que tiene del
terreno, pasando a hostigar permanentemente a las fuerzas regulares. Estas
nuevas acciones se prolongarán durante meses, obligando al ejército regular a una constante alerta de sus tropas.
Finalmente, las guerrillas montoneras de
Varela, desgastadas y con escaso armamento, se retiran hacia Salta, que ante el
mito de jefe desalmado que le hicieron al rebelde hace que la ciudad toda
levante barricadas en espera de lo peor. En encarnizada lucha de más de dos
horas Varela ocupa la ciudad, aunque
pierde la mitad de su ya disminuido ejército guerrillero.
Ante la inminente llegada de las fuerzas
regulares se retira nuevamente, esta vez hacia Jujuy, ciudad que ocupa
brevemente para pasar a Bolivia, fuera del alcance de sus
enemigos.
Enfermo de tisis y carente de nuevos
apoyos, en enero de 1869 se exilia por tercera vez en Chile, donde fallece el 4
de junio de 1870. El 8 de junio, en
el cementerio de Tierra Amarilla, unas pocas personas acompañaron sus restos. El
gobierno catamarqueño repatriará su cuerpo a pesar de la oposición
del ejecutivo nacional, a la sazón a cargo de Sarmiento.
Perseguido y denigrado mientras vivió, tras su muerte pasará a integrar la larga
nómina de ignorados de la historia oficial. Su nombre fue suprimido
de los textos escolares durante décadas,
para pasar, cuando ya no fue
posible el ocultamiento, a ser
calificado de “bandido infame”, “azote de
los pueblos”, ”Atila sanguinario” y otras denominaciones similares.
Hasta el folklore oficializado recogerá
su crueldad en una zamba de José Ríos, La Felipe Varela, cantada en las
escuelas.
LAS DOS CUARTETAS DE
FELIPE VARELA
Los civilizadores, que ahogaron en
sangre la osadía de rebelarse de Felipe Varela y sus montoneras, llegaron a
inmortalizar su pretendida crueldad en aquella zamba, valiéndose
del puño liberal y dócil de Ríos que cantará sus fechorías:
“Galopa en el horizonte
tras muerte y
polvaderal,
porque Felipe
Varela
matando llega y se
va.”
Claro que nada dirá esta composición
musical de las crueldades propias del ejército nacional, de
los coroneles de Mitre, como decapitaciones y desmembramiento de los vencidos luego de largas sesiones de tortura. Era común el uso del “cepo colombiano”, un brutal método que consiste en atar al preso
entre dos fusiles, con tientos húmedos, de forma tal que al intentar zafarse,
la espina dorsal crujía hasta quebrarse.
Del lado de las huestes guerrilleras
surgirá otra cuarteta, a modo de canto popular, recogida por Juan Alfonso
Carrizo:
“De Chile llegó Varela
y vino a su patria
hermosa
aquí ha de morir peleando
por el Chacho
Peñaloza.”
Hoy ya no es posible deshonrar a quienes
lucharon por un ideal federal, pagando con su vida la rebeldía.
Así continuará la historia como un ideal
de la oligarquía portuaria para dar forma a un país dominado por el litoral
pampeano. Crecerá hacia afuera al estilo “europeo”, renegando de su condición
latinoamericanista. Producirá materias primas e importará manufacturas, será
una especie de colonia o factoría al servicio del imperio de turno, será el
triunfo de “la civilización” porteña, contra “la barbarie” del interior.
Miguel Eugenio Germino
FUENTES
-Galeano, Eduardo – Memorias del Fuego II - Catálogos, 1984.
-http://es wikipedi.org/wiki/Felipe – Varela
-http://www.antahualan.com.ar/región/catamarcanos/03.htm
-http://www.taringa.net/posts/info/1077163/Felipe.Varela.htnl
-http://www.ucema.edu.ar/ceieg/arg-rree/6/6-039
htm
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