EL 2 DE
ENERO DE 1833
GRAN
BRETAÑA INVADE LAS ISLAS MALVINAS
Las Islas Malvinas fueron descubiertas en 1520 por un
marino de la expedición de Magallanes. Visitadas por pescadores furtivos y
piratas, las ocuparon los franceses y, finalmente, los ingleses en 1833, que
las denominaron “Falkland”.
La rebelión del gaucho entrerriano Antonio Rivero en 1833,
la plantación de siete banderas argentinas durante el Operativo Cóndor en 1966,
tras una simbólica recuperación y por último
la guerra desatada por la Dictadura Militar en abril de 1982, jalonan una
historia turbulenta en este pedazo del suelo argentino arrebatado por la
fuerza.
Hoy permanecen militarizadas y son muy explotadas económicamente
por el gobierno británico, en franco
desconocimiento de todas las resoluciones dictadas
por las Naciones Unidas.
ANTECEDENTES
El marino de la expedición de Magallanes, Esteban Gómez, las había divisado por primera vez en el año 1520,
envueltas en una nube de neblina, bajo un clima ventoso y frio.
Otras fuentes, como
la del historiador británico Gavin Menzies, las dan por descubiertas por los chinos en 1422, según
su controversial libro The Year China Discovered América (El
año en que China descubrió América). Allí afirma
que a las Malvinas, la Patagonia, las islas Shetland del Sur, las Georgias del Sur y Australia las
descubrió el navegante chino Hong
Bao, quien por orden del emperador Yong
Le y formando parte de la armada del almirante Zheng He,
procuraba llegar al fin del mundo. Dicha tesis está descartada de plano por la historiografía
científica.
Américo Vespucio también
ha sido señalado como el descubridor. De acuerdo con el relato de
viaje, en la Lettera di Amerigo Vespucci delle i sole nuevamente trovate in
quatro suo i viaggi del 4 de septiembre de 1504 y dirigida
a Piero Soderini, el español llegó a las islas en la expedición
dirigida por Gonzalo Coelho, en servicio
a Portugal, luego
de partir desde Lisboa en
mayo de 1501 y del
cual tomó el mando a los 32° S.
A su vez, han
llegado hasta nuestros días algunos documentos que sugieren que los cartógrafos europeos de principios del siglo XVI
podrían haber tenido algún conocimiento de la existencia de las Malvinas. Un
grupo de islas situadas aproximadamente sobre el paralelo 50 aparece en el mapa
de Martín Waldseemüller de 1507, bajo el nombre de "Insule delle pulzelle"
(islas de las Vírgenes).
Sin embargo la
tesis más verisímil (que por otra parte favorece la soberanía española) es la
de la expedición de Magallanes.
Solo visitada
durante dos siglos por barcos piratas y corsarios de banderas inglesas,
francesas y holandesas, además de cazadores furtivos de ballenas y focas, en 1690
una tormenta arrastró a la nave inglesa Welfare hasta sus costas. Su capitán, Strong,
se refugió en el estrecho que divide las dos islas principales y las llamó por
primera vez “Falkland”.
En 1699 una
expedición francesa de pescadores procedentes de Saint Maló las nombró Malovines. Más tarde, al concluir la Guerra de Secesión Española
con la firma del tratado de Ultrechen en 1713, Europa reconoce la soberanía española de los
islotes y el término Malovines se transforma en Malvinas.
No obstante, en
1764 una nueva expedición francesa instala un
fuerte y un grupo de personas en las islas, por lo que España efectúa
una protesta diplomática tras la cual Francia termina reconociendo también la
soberanía española de dichos territorios
isleños. Sin embargo, y a pesar de estos antecedentes, al año siguiente el
comodoro Byron desembarca en la rada que los franceses habían denominado Port
de la Crolsade, le cambia el nombre por Port Egmongt, ante lo que nuevamente
España reacciona destruyendo el precario fuerte. Todo
ello termina por enturbiar las ya conflictivas relaciones entre ambos
países.
En ese
mismo año se
inicia un largo período en el que los funcionarios españoles ejercerán
efectivamente la administración de las islas. A diez años de producida la
Revolución de Mayo, en 1820, Inglaterra reconoce la independencia de las
Provincia Unidas del Río de la Plata y firma en 1825 un tratado de amistad,
comercio y navegación, sin observar para nada nuestra soberanía de las
Malvinas.
El 27 de octubre de
1820 el ministro de Guerra y Marina de Buenos Aires, Matías Irigoyen, encomienda
al ex coronel del ejército norteamericano David Jewett,
al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tomar posesión de las
islas. Una vez arribado a ellas, Jewett cumple con la orden recibida.
El 10 de junio de
1829 Martín Rodríguez crea la Comandancia Política de la Isla Soledad. A su
frente designa a Luis Vernet, un
comerciante alemán nacionalizado argentino, quien realizó
en el lugar un relevamiento topográfico, asimismo
montó un saladero de pescado y carne, una curtiembre y construyó la
goleta “Águila”.
Vernet
bregó
por evitar la depredación de la zona, por entonces incontrolada, prohibiendo la
pesca y captura de ballenas. Prohibición que luego Rosas reemplazará por un
impuesto, el que los pesqueros eludían con suma facilidad sin que Vernet
pudiera controlar. Cansado de tal situación y decidido a actuar, apresa a los
balleneros norteamericanos Harriet y Superior. Lleva entonces al primero de
ellos junto a su capitán Gilber Davison,
detenidos a Buenos Aires. Los norteamericanos,
haciendo honor a su condición de “piratas de los mares”, atacan Puerto Soledad
con la fragata Lexington y destruyen las instalaciones y la artillería, queman
la pólvora y toman prisioneros a los oficiales argentinos, además de arriar la
bandera celeste y blanca declarando a las islas “libres de todo gobierno”. Una sutil invitación a que sus primos
“piratas ingleses” invadan las islas.
Estos
hechos desencadenaron una protesta nacional solicitando que se declare personas no gratas
al cónsul y al encargado de negocios norteamericanos.
VISTA DE PUERTO ARGENTINO |
Es así como el 2 de enero de 1833 la corbeta Clio, al
mando del capitán John James Onslow, invade las islas, que permanecían indefensas.
El gobernador
provisional argentino Pinedo se niega a arriar
la bandera nacional, cosa que efectúan por la fuerza los ingleses obligando a
éste a regresar a Buenos Aires.
De nada sirvió el
enérgico reclamo argentino, el que no fue siquiera respondido. Esta vez no hubo declaración de personas no
gratas, más aun, se homenajea a la Corona Inglesa proporcionándole el nombre de
“Calle del Ministro Inglés” a la hoy Scalabrini Ortiz.
Dos antiguos
colaboradores de Vernet, el escocés Mateo Brisbane y el francés Juan Simón se
ofrecieron como colaboradores de los invasores (libra esterlina compra almas
pecadoras).
Se opera entonces
una todavía más cruel explotación de los pocos habitantes, peones y
trabajadores de las islas, por ejemplo, pagándoles
los salarios con vales que ni siquiera eran aceptados en la única despensa del
lugar, la del irlandés William Dickson.
Esta situación
provoca el levantamiento del 26 de agosto de 1833, capitaneado por el gaucho
entrerriano Antonio Rivero. En
contadas horas los amotinados terminaron con la vida de todos los funcionarios
extranjeros y enarbolaron la bandera nacional.
Durante
dos meses consiguieron mantenerse
prófugos en el interior de las islas, hasta que uno a uno son capturados, enviados
detenidos a Londres y finalmente devueltos a
Buenos Aires, adonde llegan en 1835.
Existen diferentes
versiones historiográficas sobre el Gaucho Rivero. Por ejemplo el de la
Academia Nacional de Historia de la República Argentina que establece que
Rivero en realidad carecía de motivación
patriótica alguna. En cambio otros historiadores, como José María Rosa y Fermín
Chaves, encuentran en su alzamiento una conjunción de lucha reivindicativa y
accionar patriótico.
El 7 de enero de
1834 llegan a las islas nuevos refuerzos militares y el primer gobernador
inglés, Henry Smith. Un dato llamativo es
que Rosas le habría encargado al embajador argentino en Londres, Manuel Moreno
(hermano de Mariano), una misión imposible: el canje de las islas por el saldo
del empréstito contraído por Rivadavia con la banca Baring Brothers en 1824.
La lógica imperial indicaba
que los ingleses se quedarían con las islas y con los abultados intereses de
aquel préstamo.
EL
OPERATIVO CONDOR
El 28 de septiembre de 1966 un grupo de 18
jóvenes estudiantes, en su mayoría peronistas de la resistencia dirigidos por Dardo Cabo, secuestran un avión de
Aerolíneas Argentinas y lo desvían a las islas. Llegados a destino, hacen
flamear durante 36 horas siete banderas argentinas y emiten un comunicado:
“Operación
Cóndor cumplida. Pasajeros, tripulantes y equipo sin novedad. Posición Puerto
Rivero, Islas Malvinas, autoridades inglesas nos consideran detenidos. Jefe de
Policía e infantería tomados como rehenes por nosotros hasta tanto gobernador
inglés anule detención y reconozca que estamos en territorio argentino.”
Si
bien se trató
de un acto condenado al fracaso, igualmente provocó
una enorme repercusión política, tanto a nivel nacional como
internacional, lo que favoreció la
reactivación de los reclamos argentinos.
Aquellas siete banderas han sido guardadas: una de ellas fue depositada en
el mausoleo al ex presidente Néstor Kirchner y otra a los pies de la Virgen de
Itatí, en la Provincia de Corrientes.
LA
GUERRA DE MALVINAS
En palabras de Eduardo
Galeano:
“La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los
argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del
ejército colonialista de Gran Bretaña. No se han hecho ni un tajito los
generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última
gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de
visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en
manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos
enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que
de bala. No les tiembla el pulso: con mano segura firman la rendición los
violadores de mujeres atadas, los verdugos de obreros desarmados”.
Este admirable
escritor rioplatense resume en pocas palabras las toneladas de papeles impresos
sobre aquella guerra fabricada por la Dictadura en momentos en que es sabido que
se encontraba en franca declinación. La
consecuencia fue un país en guerra contra una potencia que llevó las de ganar, asistida
por la logística norteamericana.
Los imperios son
solidarios entre sí en defensa global de sus poderosos intereses en aquellos pueblos
que sojuzgan militar, cultural y económicamente. A nuestro pueblo le costó muchas vidas. Ocurrió el hundimiento del Crucero General
Belgrano y una secuela de dolor en centenares de soldados conscriptos que aún
hoy sufren daños irreversibles.
Lo que siguió a la
guerra fue la más empedernida intransigencia, contraria a las decenas de
resoluciones de las Naciones Unidas en pos de negociaciones bilaterales. Como
en el año 1833, los piratas ingleses no tienen el menor interés en resolver el
problema pacíficamente. Están decididos a dilatarlo
en el tiempo y mientras tanto a apoderarse de las riquezas petrolíferas
y pesqueras de la zona. Sigue en pie uno de
los últimos enclaves coloniales ingleses en
pleno siglo XXI y a miles de kilómetros de su madriguera en el Mar del Norte.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/dictadura/jose_hernandez_y_la_soberania_sobre_malvinas.php
-http://cada17.com/notas/Dardo-Cabo-y-Puerto-Rivero-Malvinas-es-
-Galeano Eduardo, Memoria del fuego,El siglo del Viento, tomo 3, catálogos 1986.
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