Periodista, escritor y también poeta uruguayo lo que equivale a decir
igualmente latinoamericano, quién con sus “Venas Abiertas…” le supo abrir la
cabeza a muchos, a tantos que hoy le
agradecen por haberlos despertado del largo letargo de adormilamiento
ideológico.
Se nos fue, pero dejó junto a sus obras impregnadas de fina y sutil
belleza, además de un inocultable compromiso, una lección de historia humana
que se proyecta hacia el futuro, hacia las nuevas generaciones.
Todo un ídolo de la literatura y un ejemplo de vida investigativa y
observadora de una realidad sociológica difícil de apreciar a simple vista,
pero de una profundidad incomparable.
Él Eduardo que se nos escabulló en los vericuetos de la vida y la
muerte continuará junto a nosotros guiándonos con su claridad de síntesis y de
ideales.
¡salud hermano!
LOS NADIES
Sueñan las
pulgas con comprarse un perro y sueñan los
nadies con salir de pobres, que algún mágico día
llueva de pronto
la buena suerte, que llueva a cántaros la buena
suerte; pero la
buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni
nunca, ni en
lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho
que los na-
dies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o
se le-
vanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando
de
escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo
la
Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la
crónica
Roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los
mata.
Eduardo Galeano
DEL LIBRO
DE LOS ABRAZOS: 1989
LOS FUEGOS
“Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
EDUARDO GALEANO
DEL LIBRO DE LOS ABRAZOS 1989
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