Del Lazareto “San
Roque” al Hospital Ramos Mejía
El 2 de febrero de 1536, Pedro de Mendoza
fundaba la efímera “Ciudad del Espíritu Santo y Puerto de Santa María del Buen
Aire”. Si bien al comienzo las relaciones entre los españoles y los querandíes
(originarios que habitaban la zona) fueron
pacíficas y amistosas, rápidamente viraron hacia los encuentros armados, el
sitio, la hambruna y finalmente su destrucción en 1541. Posteriormente el 11 de
junio de 1580, Juan de Garay produce la segunda
y definitiva fundación con el nombre de “Ciudad
de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María
del Buen Ayre”.
EL HOSPITAL RAMOS MEJÍA EN 1906
El nombre de Buenos Aires se debe a la
devoción a la Virgen del Buen Aire sentida por los marineros y tripulantes que
acompañaban a Pedro de Mendoza. Recordemos que esta era
la época de la navegación a vela, que la posibilidad de que una embarcación
alcanzase otras costas dependía del régimen de vientos y la Virgen del Buen
Aire era la devoción marinera que cosechó aquella con los buenos vientos.
Los primeros médicos que arribaron con Garay,
comprobaron que la medicina practicada por los nativos era eficiente. Sin
embargo, el estado sanitario en la colonia dejó mucho que desear; los pocos médicos
que había eran de origen extranjero y sólo atendían a los sectores más
privilegiados de la sociedad de entonces.
Por tal razón la salud popular era practicada
por curanderos, veterinarios que oficiaban de médicos y hasta por barberos que
incursionaban en las primeras cirugías.
El hombre, a lo largo de su historia fue campo
fértil para las epidemias, las grandes pestes; la ciencia llegó siempre con
atraso para combatirlas, y siempre dejaron una secuela de infectados y de
muertos.
Nuestra América, especialmente después de la
conquista, fue asolada por plagas y pestes, muchas de ellas traídas desde
Europa por los conquistadores. En una población sin defensas desarrolladas para
las nuevas enfermedades, los resultados fueron desastrosos: causaron más
muertes que las muchas que produjeron las campañas militares.
UNA DE SUS ANTIGUAS SALAS EN EL AÑO 1921
Las más mortales fueron las epidemias de
cólera, en 1856, 1886 y 1894, y las de fiebre amarilla, en 1852, 1858, 1880 y
1871 (la más mortífera), esta última produjo más de 14 mil muertes, lo que hizo
rebasar al antiguo Cementerio del Sur (hoy Parque Ameghino en Caseros al 2300).
Allí se levanta un monumento a los caídos por la fiebre amarilla de ese año.
Ya en la actualidad, en los años 2019/21,
aparece el “Coronavirus”, peste de carácter mundial, tal vez la más mortífera
de la historia, que apunta a convivir con ella no se sabe hasta cuándo.
A raíz de las experiencias que tuvo que atravesar
Buenos Aires con dichas enfermedades, hacia 1868, durante la gestión del Dr.
Juan A. Aldao como presidente de la Comisión Municipal, se buscó un sector
alejado del casco urbano, alto, seco y de buena vegetación, que sirviera para
aislar y tratar a los pacientes. Y lo habilitaron en una antigua quinta del barrio de Balvanera, aproximadamente dos
manzanas, entre las actuales calles Urquiza, México, 24 de Noviembre y Venezuela: el Lazareto “San Roque”, era
el primer aislamiento de contagiados en Buenos Aires.
En el año 1869 quedaron conformadas entonces
dos grandes salas-barracas de madera, de 20 metros de largo por seis metros de
ancho y cinco de alto, con más 10 habitaciones
de barro que se utilizaban para la administración, consultorios externos,
botica y recinto de peones y enfermeros. Las construcciones, además de
precarias resultaron insuficientes, por lo que se resolvió ampliarlas, aunque
cuando promediaban las obras éstas quedaron paralizadas por unos seis años, por
falta de presupuesto.
LA ANTIGUA CAPILLA DEL HOSPITAL (HOY DEMOLIDA Y REEMPLAZADA
Se reanudaron en 1881, con la intendencia de
Torcuato de Alvear. La dirección estuvo a cargo del arquitecto Juan Bautista Buschiazzo, quien adoptó el estilo arquitectónico que
dominaba en aquella época para los edificios destinados a la salud. Un estilo
sencillo, pero no desprovisto de elegancia.
Sobre un terreno de 16.900 metros cuadrados,
en casi dos manzanas, el antiguo Lazareto pasó a ser el “Hospital San Roque”, inaugurado oficialmente el 12 de agosto de
1883.
El frente principal del edificio presentaba
un cuerpo medio sobresalido, como logia arquitectónica, a modo de galería o
pórtico sostenido por columnas y arcos. En planta baja funcionaban la
dirección, administración, mesa de entradas y sala de guardia. El piso superior
lo ocupaban los dormitorios de médicos y practicantes; contaba con ocho
pabellones con capacidad para 240 camas, en aquel entonces exclusivo para
hombres.
El acceso se realizaba por un zaguán de
entrada que desembocaba en un gran jardín rectangular encuadrado por galerías
de altas y elegantes columnas que unían los distintos pabellones. A un costado
se integraba como parte del conjunto la Capilla
que conservaba el mismo estilo del hospital.
Era director de la entonces Asistencia Pública
el Dr. José María Ramos Mejía (1850-1914), historiador, sociólogo y
psiquiatra argentino. En 1886 incorporan al hospital el servicio de medicina
infantil dirigido por el Dr. Facundo Larguía, y se instaló también un horno de
esterilización.
Las instalaciones de este centro de salud
sufrieron múltiples ampliaciones y reformas. La primera fue en 1888, con la
construcción de cuatro nuevos pabellones, más otros dos que quedaron
habilitados en 1892 y con lo que ascendió a 600 el total de camas. En su nueva
edificación se aprovechó una gran cantidad de elementos de la demolición
provenientes de la apertura de la Avenida de Mayo, inaugurada en el año 1894.
En el año 1904 se ubicó en el establecimiento
la Cátedra de Clínica Obstétrica
y Ginecológica Eliseo Cantón,
dependiente de la Facultad de Medicina, con lo que los servicios se ampliaron
también a las mujeres.
JARDINES INTERIORES Y LA NUEVA CAPILLA DEL AÑO 2009
Tras la muerte del Dr. Ramos Mejía, en 1914,
el establecimiento sanitario fue rebautizado con aquel prestigioso nombre, y un
busto realizado en 1935 por el escultor José Fioravanti lo recuerda
justo en la entrada.
Con tantas reformas que sufrió en su centenaria
vida, la fisonomía distintiva del proyecto inicial quedó sepultada por
toneladas de cemento, comenzando por su hermosa fachada original de la calle Urquiza 609, que quedó absolutamente desvirtuada, reemplazada por una absurda mezcla
de estilos.
Otro tanto ocurrió con las galerías, que
fueron cerradas con hierro y vidrio, para hacerlas más funcionales, aunque eso
significó desestimar su estilo arquitectónico; no caben dudas de que faltó
realizar un estudio previo y un proyecto que podría haber preservado sus rasgos
originales. Asimismo, la Capilla fue demolida
hacia la década de 1920 y se construyó otra en
el centro del parque, que para nada respetó la elegancia sencilla del edificio
inicial.
Por este acreditado establecimiento de salud
desfilaron los más destacados especialistas, entre ellos los doctores Pedro Chutro y los premios Nobel, Bernardo
Houssay y Luis Federico Leloir, como así también el Dr. Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista.
Actualmente el Hospital Ramos Mejía es el
único que cubre la salud pública en la amplia zona de los barrios de Balvanera,
San Cristóbal, Almagro y Boedo. Sin embargo, se integra al conjunto de
establecimientos públicos de salud con grandes deficiencias edilicias por falta
de adecuado mantenimiento, escasez de insumos hospitalarios, así como de personal médico y de enfermería, ambos
deficientemente remunerados.
Las distintas políticas de descentralización
hacia niveles inferiores de gobierno, tanto en el orden hospitalario como de
educación llevadas adelante en la década de los noventa, vinieron a
resquebrajar aún más el alicaído sistema público. En el caso de la salud, con
la pretensión de suplirlo por las Obras Sociales sindicales
y un régimen privado caro y escasamente accesible.
El progreso, como se llamó a sí mismo, actuó
disfrazado de tal arrasando todo a su paso, sin pensar que la mal entendida funcionalidad
moderna pueda convivir con la belleza edilicia arquitectónica de un pasado que
sólo es superado en apariencia, pero no en realidad, ya sea por la calidad de
los materiales utilizados como por lo poco elegante de sus líneas. Si bien es
cierto que no todo lo pasado fue mejor, tampoco lo es “el modernismo” de un
evidente mal gusto.
Miguel Eugenio Germino
Fuentes:
-Aslan, Liliana y
otros, Bs. As. Balvanera 1817-1970, Facultad de Arquitectura de Bs. As.
-La
Administración Sanitaria de la Ciudad de Bs. As.,
tomo II, MCBA, 1908.
-Periódico Primera
Página, nº 24 de octubre de 1995.
-Piñero, Alberto G.
y Trueba, Carlos M., Balvanera y El Once, Fundación Boston, 1996.
-http://arquitecto-buschiazzo.blogspot.com.ar/2009/10/caba-gralurquiza-609-ex-hospital-san.html
-http://www.taringa.net/posts/info/12010475/Resena-Historica-de-los-Hospitales-Portenos.html
-https://www.historiahoy.com.ar/la-primera-fundacion-buenos-aires-n1567
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