jueves, 1 de julio de 2010

MUSA DEL DESENCANTO


Tango: la musa del desencanto


A comienzos del nuevo siglo –hasta ahora vanamente– desde la Argentina se reclamó a la UNESCO que se declarara al tango patrimonio de la humanidad. No es un secreto para nadie que se trata de una neta creación popular argentina, en especial de la ciudad de Buenos Aires, aunque no dejamos de reconocer, como producto portuario, el rol que pudo haber jugado Montevideo y en menor medida Rosario. En el caso uruguayo, como señalan algunos autores, básicamente por su componente afro. Pero para hacerse conocer, los tangueros montevideanos debieron recurrir a Buenos Aires, donde había ya a comienzos del siglo XX una incipiente "industria cultural" que les permitía difundir su obra, editarla, grabarla, hacerse de algunos dinerillos.

El tango para nosotros es la musa del desencanto argentino, más allá de la famosa definición de Enrique Santos Discépolo de que "es un pensamiento triste que se baila" (lo cual podría indicarnos que en principio es triste y que también –como agregado– se baila). Es en ese sentido o con esa tesis, que intentaremos probar en trabajos ampliados que van más allá de esta pequeña nota introductoria, los motivos que llevan a tal definición.

Crónica de la amargura y del desencanto que nos legaron poetas trascendentales, como el gran Enrique Santos Discépolo, que creó sus obras fundamentales hacia finales de los años 20 y durante la "década infame" del 30. Fue entonces cuando aparece el paradigmático Cambalache y tangos sociales como Pan, Acquaforte, Al pie de la santa cruz, Las cuarenta o Al mundo le falta un tornillo (anticipo casi profético de la segunda guerra mundial), por citar los más conocidos y difundidos. Y también Cátulo Castillo, Homero Expósito y más cerca Eladia Blázquez, quien con su Argentina Primer Mundo nos dejó un testimonio feroz de la nueva década infame del menemato y sus consecuencias. Por cierto, el tango como reflejo de lo social, siempre dejó su testimonio. Basta citar otras obras de los 20, durante el "plácido gobierno de Alvear", según lo definen algunos historiadores, cuando la oligarquía se pavoneaba de sus riquezas mientras el pueblo se hundía en la miseria.

Fue Carlos Gardel —aunque de eso no se habla— el intérprete que más tangos sociales incorporó a su extenso repertorio. Y ese es otro de los temas pendientes de investigación por parte de algunos "estudiosos" que suelen mirar hacia un costado para no ver lo que está ante sus ojos, y que además minimizan la constante censura a que se vio sometido el tango. Son los que ignoran la existencia de tangos anarquistas o socialistas que fueron quedando en el anonimato porque circulaban de boca en boca sin ser editados, o que fueron a parar al fuego purificador que las organizaciones fascistas y los militares golpistas —brazo armado de la oligarquía y el imperio— aplicaban al mejor estilo Torquemada. Pese a ello, en los últimos años se ha rescatado de la historia tangos dedicados al radicalismo o a sus caudillos (Alem, Yrigoyen), y se han encontrado algunos de los dedicados a Perón y Evita y que habían desaparecido durante el golpe militar de 1955.

Pero en nuestro caso, a lo que queremos apuntar es a otro aspecto que hace al desaliento o la desesperanza. Pintura de un país malogrado como producto del fracaso clarísimo del proyecto liberal de los prohombres que en la generación del 80 inventaron un país a su medida", crearon una historia oficial, hicieron la guerra al indio y al gaucho y expulsaron a los negros que quedaban, que mayoritariamente apoyaban a Rosas y que perseguidos saltaron al Uruguay. Del otro lado de la ribera, los expulsados llevaron su música, el candombe de los "tambos", una de las vertientes que junto a la habanera y el pasacalle dieron lugar al primer tango de características humorísticas, picarescas y hasta pornográficas.

Esa generación que intentó europeizar al país al estilo norteamericano con colonización sajona, se encontró con una tremenda inmigración italiana (lo que Juan Sebastián Tallon llamó "el turbión"), que terminó por ser artífice de la forma definitiva del tango, con el agregado de melancolía, tristeza, nostalgia (en eso jugó su rol el bandoneón alemán) y frustración, por haberse dejado tentar por los cantos de sirena de la propaganda oficial que los invitaba a un paraíso en el cual "se harían la América". Sentimiento éste que ya entrado el siglo XX, los hijos y nietos de esos inmigrantes dejaron reflejado en el tango con una poesía típica, con metáforas claras como "araña que salvaste te picó", "no sabés que troley hay que tomar para seguir", "que te hagan la puñeta los demás" o "decime Dios dónde estás" y tantísimas otras que intentaremos reflejar más ampliamente en nuestro próximo libro Esos malditos tangos, pero que hoy dejamos con una ya definitiva, paradigmática metáfora del fracaso total imposible de igualar: “Ni el tiro del final te va a salir". ¿Puede haber un fracaso mayor?


Por Ricardo Horvath
Fuente: www.centrocultural.coop, 2006.

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